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Alexia

Volvía del entrenamiento, y hoy se nos había indicado que permanecieramos en la Ciutat Esportiva porque iban a comunicarnos algo importante. Era una tarde calurosa y, como de costumbre, mi rutina post-entrenamiento incluía una visita a la máquina expendedora en la sala principal. Había convertido esto en una tradición: un pequeño capricho de chocolate que siempre lograba mejorarme el día. El chocolate y yo habíamos desarrollado una relación especial, sobre todo después de días largos y agotadores.

Con la misma precisión de siempre, metí las monedas en la ranura de la máquina expendedora, pero esta vez, para mi frustración, no reaccionó. Pese a que el dinero ya había sido absorbido, el Kit Kat que había elegido no se movía del lugar. Intenté agitar un poco la máquina, una táctica que había usado en el pasado con resultados mixtos, pero esta vez no sirvió de nada. Mi paciencia comenzaba a agotarse.

-No funciona-escuché una voz femenina detrás de mí que me hizo sobresaltarme. Me giré rápidamente para enfrentar a la intrusa, un tanto irritada.

-Me he dado cuenta-respondí con una mezcla de exasperación y brusquedad. Apenas me di cuenta de lo borde que sonó mi respuesta, y un segundo después, me arrepentí.-Lo siento.

-Tranquila-contestó ella con una sonrisa comprensiva.-¿Mal día?

La chica, que no había visto antes, era un poco más baja que yo. Su melena castaña y ondulada le caía por los hombros, y al levantar la vista, te encontrabas con unos espectaculares ojos grises que me dejaron impresionada, parecían brillar con una luz propia. La observé con curiosidad mientras ella se acercaba un poco más.

-Mal entrenamiento-admití con un suspiro mientras volvía a mirar la máquina expendedora, con la esperanza de que el Kit Kat cayera de alguna manera mágica.

-Dejó de funcionar ayer-dijo ella con una pequeña risa, mirando también la máquina.-Quise comprar un Kinder Bueno y me robó 1,50.

-Yo he perdido 1,75-respondí, con un leve tono de resignación.-Solo quería un Kit Kat. Después de cada entrenamiento, estos pequeños placeres logran mejorar mi día.

Nos reímos un poco, compartiendo un momento de camaradería inesperado en medio de nuestra frustración con la máquina expendedora. La conversación fue interrumpida por un mensaje en mi teléfono que indicaba que todas debíamos ir al vestuario.

-Me tengo que ir-dije, notando que la charla había llegado a su fin. Me quedé un poco pillada, sin saber cómo despedirme correctamente.-Ha sido un placer…

-Mar-dijo ella con una sonrisa. La claridad de su nombre me hizo sentir un poco más cómoda.

-Un placer, Mar-respondí. Ella se despidió de mí con una sonrisa cálida y, como era de esperar, ya sabía quién era yo, algo que no me sorprendió en absoluto.

Al llegar al vestuario, me di cuenta de que todavía no estaban ni el entrenador ni el director, solo mis compañeras. El ambiente en la sala era relajado, pero había una palpable expectación en el aire.

-¿Alguna sabe quién es Mar?- pregunté tan pronto como entré. La curiosidad me estaba matando. Me sorprendía que nadie hubiera mencionado a esta chica con la que había hablado.

-Ni idea-respondió Mapi con una sonrisa burlona.-A lo mejor tu mente está imaginando chicas guapas para compensar lo sola que estás.

Le lancé una colleja juguetona.

-Sabes que desde la última, no quiero ninguna relación, por lo menos por un tiempo- respondí con sinceridad, y Mapi asintió, aunque con una expresión algo escéptica.

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora