LIII

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Cuando llegué a casa de Alba, el aire frío de la mañana me golpeó con fuerza, despejando cualquier rastro de sueño que pudiera haber quedado en mí. La puerta del edificio nuevo donde se había mudado estaba entreabierta, y escuché a Alba maldiciendo en voz baja desde el interior mientras forcejeaba con una caja que parecía pesar más que ella. Sonreí ante la imagen, sabiendo que mi hermana no iba a aceptar ayuda hasta que estuviera a punto de dejarse la espalda en el intento.

—Buenos días—dije al entrar, haciéndole dar un pequeño salto.

Alba dejó la caja en el suelo de un golpe y se giró hacia mí, exhalando un suspiro de alivio al verme.

—¡Alexia! Perdona por molestarte tan temprano, de verdad —dijo, sacudiéndose las manos para quitarse el polvo—. Sé que debes estar agotada.

Negué con la cabeza, acercándome a ella para darle un abrazo rápido.

—No pasa nada, Alba. ¿Qué tal va todo por aquí?-Dije con una sonrisa.

—Lo típico, un caos absoluto —respondió con una sonrisa cansada—. Llegué a ayer, y ya tengo una lista interminable de cosas por hacer.

Nos pusimos a trabajar juntas casi de inmediato, organizando cajas y montando muebles en su nuevo piso. A pesar del desorden y el cansancio, se sentía bien estar allí, haciendo algo mundano, una pequeña pausa en el torbellino de emociones que había sido la noche anterior.

Mientras ayudaba a Alba a mover una estantería particularmente obstinada, ella me miró de reojo, con una sonrisa que me resultaba demasiado familiar.

—Entonces, ¿qué tal Mar? —preguntó, con un tono que claramente insinuaba más de lo que estaba diciendo.

Sentí cómo el calor me subía a las mejillas de inmediato, un reflejo traidor que siempre había tenido desde niña. Intenté concentrarme en ajustar la estantería, pero su mirada insistente no me dejaba escapar.

—Eh... bueno, está bien —empecé, sabiendo que no iba a poder salir tan fácilmente de esa conversación—. Anoche… anoche le pedí que saliera conmigo. Y ella dijo que sí.

Alba soltó una carcajada, dejando de lado la estantería para girarse completamente hacia mí. Sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y picardía, como solo puede hacerlo una hermana menor que está disfrutando demasiado del momento.

—Ya era hora—exclamó, dándome un pequeño empujón en el brazo—. Te ha costado lo tuyo, ¿eh? Llevas suspirando por ella desde hace meses, y ahora…

Me encogí de hombros, tratando de mantener la compostura, pero sabía que estaba sonrojada hasta las orejas. No podía evitar sonreír, a pesar de todo. Había sido un gran paso, uno que me había costado mucho dar, pero ahora que lo había hecho, me sentía más feliz que nunca.

—Sí, bueno, las cosas han sido complicadas… —intenté explicar, pero Alba no me dejó terminar.

—¿Complicadas? —interrumpió con una risa—. Vamos, Alexia, si la vieras cómo te mira… La chica está loca por ti. Pero bueno, ¿quién no lo estaría? —dijo con un guiño exagerado, claramente disfrutando de la oportunidad de molestarme.

Rodé los ojos, pero no pude evitar reírme también. A pesar de todo, la broma de Alba me tranquilizaba, recordándome que, después de todo lo que habíamos pasado, había luz al final del túnel.

—Espera, espera —dijo Alba de repente, con una expresión traviesa—. Así que… ¿cómo fue? ¿Cómo se lo dijiste?

Suspiré, sabiendo que no tenía escapatoria. Le conté brevemente cómo había ido la noche anterior, cómo había estado con Mar y Mía después del partido, y cómo finalmente, en medio de todo, había encontrado el valor para pedirle salir. Mientras hablaba, Alba me observaba con una sonrisa, sin dejar de darme esas miradas cómplices que solo ella sabía hacer.

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora