Al entrar en la sala de fisioterapia, me sorprendí al ver una escena que no esperaba en absoluto. La sala, normalmente un lugar de concentración y tratamiento, estaba ocupada por algo completamente distinto a lo que había imaginado. Allí, sentada frente al escritorio de Mar, había una niña de unos cinco años. La pequeña tenía el cabello rizado y un conjunto deportivo que parecía tan alegre como su expresión.
Mar estaba detrás del escritorio, organizando algunos papeles y sonriendo mientras hablaba con la niña. La atmósfera en la sala era cálida y ligera, y la presencia de la niña parecía aportar una chispa de frescura al entorno.
La pequeña giró su cabeza cuando entré, sus ojos se encontraron con los míos, y con una sonrisa amplia y un saludo tierno, me dijo:
—¡Hola! ¿Tú eres Alexia?-Preguntó la pequeña con curiosidad.
No pude evitar sonreír ante su saludo, a pesar de mi confusión inicial. Había algo innegablemente encantador en su entusiasmo, y me resultaba imposible resistirme a devolverle el saludo.
—Hola —dije con un tono amable—. Sí, soy Alexia. ¿Cómo te llamas?
La niña me miró con ojos brillantes y respondió con orgullo:
—Me llamo Mía—Luego, mirando a Mar con complicidad.
Mía no mencionó nada sobre su relación con Mar. Simplemente me saludó con un brillo en los ojos y luego siguió interactuando con Mar como si fuera la cosa más natural del mundo. Aunque mi mente trataba de adaptarse a la nueva realidad, la confusión persistía. Me preguntaba cómo encajaba Mía en la vida de Mar y, por un momento, me vi envuelta en un mar de especulaciones.
Mientras me acomodaba en la camilla para comenzar la sesión, no pude evitar seguir pensando en la extraña combinación de circunstancias. Aunque sabía que Mar posiblemente tenía una pareja, la idea de que tuviera una hija no había cruzado mi mente. Mi curiosidad, sumada a la confusión, me llevó a una pregunta que no pude evitar formular.
—¿Es tú... —empecé, mi voz titubeante mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.
Antes de que pudiera terminar la pregunta, Mar me interrumpió con una sonrisa tranquila y una respuesta que despejó todas mis dudas.
—Sí, es mi hija —confirmó, sin perder su tono cálido y profesional.
Su respuesta llegó con una claridad que me dejó momentáneamente sorprendida. No había esperado que Mía fuera su hija, y aunque la noticia era inesperada, también explicaba muchas cosas. La revelación hizo que mi mente se despejara de la confusión y se enfocara en el presente.
Mar continuó con el tratamiento de mi rodilla mientras respondía a mi sorpresa con naturalidad.
—Mía viene conmigo a menudo los días que no tiene entrenamiento. Le gusta estar aquí y ver todo lo que pasa —explicó Mar con una sonrisa—. Es una forma de pasar tiempo juntas y para ella es casi como una pequeña aventura.
La revelación de que Mía pasaba tiempo en el trabajo de su madre me hizo sonreír. La situación era mucho más comprensible ahora, y la calidez que emanaba de su relación madre-hija era reconfortante. No pude evitar la curiosidad sobre Mía y su vida fuera del centro de fisioterapia.
—Mía, ¿qué deporte haces? —le pregunté, mientras ella seguía jugando en el escritorio de Mar.
La pregunta pareció encender una chispa en los ojos de Mía. Su rostro se iluminó con entusiasmo y de inmediato dejó a un lado el juguete con el que estaba jugando.
-Juego a basket—dijo con gran entusiasmo—. Me encanta correr y lanzar el balón. Mi equipo es muy divertido y mis amigos son geniales.
Su entusiasmo era contagioso. A medida que hablaba sobre el baloncesto, sus palabras salían rápidamente, llenas de emoción.
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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
RandomAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.