LVII

902 86 6
                                    

Alexia

Después de dejar a Mía en el colegio, nos subimos al coche en silencio. Era ese tipo de silencio que no incomoda, sino que te envuelve en una sensación de paz. Mar se acomodó en su asiento y me lanzó una mirada de complicidad. Sabía que ambas estábamos pensando lo mismo: después de todo lo que había pasado, volver a la rutina normal se sentía como un bálsamo.

El tráfico de la mañana era el habitual, pero por una vez no me importaba. Estaba disfrutando de ese momento, de saber que todo estaba volviendo a su cauce. Mía estaba bien, y nosotras también. Mientras conducía hacia la Ciutat Esportiva, me permití sentir una ligera emoción al pensar en volver al campo. Habían sido semanas complicadas, con la lesión, las tensiones y todo lo que sucedió con Pablo, pero finalmente, ese día, tenía la oportunidad de concentrarme en algo que amaba.

Mar, a mi lado, también parecía estar sumida en sus pensamientos. Tenía una sesión de fisioterapia esa mañana con uno de los chicos del B, y estaba segura de que también estaba agradecida de volver a su rutina. Para ambas, eso significaba que la normalidad estaba regresando, que podíamos respirar un poco más tranquilas.

A medida que nos acercábamos al complejo, empecé a sentir la emoción habitual antes de un entrenamiento, esa mezcla de anticipación y nerviosismo que nunca se desvanecía, sin importar cuántos años llevaras jugando. Estacioné el coche y ambas nos quedamos un segundo en nuestros asientos, como si quisiéramos prolongar ese momento un poco más.

—Es bueno estar de vuelta, ¿no? —dije, rompiendo el silencio, mirándola con una sonrisa.

Mar asintió, devolviéndome la sonrisa, pero había un brillo en sus ojos que me decía que ella sentía lo mismo.

—Sí, lo es. —Su voz fue suave, pero firme—. Necesitábamos esto.

Nos bajamos del coche y caminamos juntas hacia el edificio. La rutina nos recibió con los brazos abiertos: los sonidos familiares de los balones siendo pateados, las risas y las conversaciones de los compañeros de equipo, el olor inconfundible del césped. Todo eso me recordó por qué amaba tanto ese deporte.

Justo antes de que nuestras rutas se separaran, me detuve y tomé su mano. Ella me miró, sorprendida por el gesto, pero sonrió. Nos acercamos y compartimos un beso, breve pero lleno de significado. Fue un recordatorio de lo que habíamos pasado y de lo que habíamos superado juntas.

—Nos vemos luego —le dije, dejando que mis dedos se deslizaran de los suyos a medida que nos separábamos.

—Te estaré esperando —respondió, y había algo en su tono que me hizo sentir una calidez en el pecho.

Mientras caminaba hacia el vestuario, me di cuenta de que por primera vez en mucho tiempo, todo parecía estar en su lugar. Volver a la rutina no solo era reconfortante, era necesario. Y aunque sabía que el camino no siempre sería fácil, tener a Mar y a Mía en mi vida me daba la fuerza para enfrentarlo todo.

Entré al vestuario con una sonrisa en el rostro, lista para lo que viniera, y con el pensamiento constante de que al final del día, ellas estarían ahí, esperando.

Cuando llegué al vestuario, la atmósfera estaba llena de la energía habitual antes de un entrenamiento. Las chicas ya estaban ahí, charlando y bromeando mientras se cambiaban, preparando sus cosas. Me sentía bien, como si las piezas finalmente hubieran encajado, y estaba lista para enfrentar el día.

Pero en cuanto crucé la puerta, me di cuenta de que algo había captado su atención. Los murmullos y risitas me hicieron girar la cabeza hacia ellas. Claudia, con una sonrisa astuta, fue la primera en señalar lo evidente:

—¡Vaya, Alexia! ¿Qué tenemos aquí? —dijo, señalando mi muñeca.

Miré hacia abajo, casi olvidando la pulsera que Mía me había dado esa mañana. Era rosa, bastante infantil, y tenía un pequeño unicornio colgando en el centro. Un accesorio que claramente no pasaba desapercibido entre mis compañeras.

—Es… solo una pulsera —contesté, tratando de restarle importancia, pero el rubor en mis mejillas me traicionó.

Antes de que pudiera decir algo más, Jenni se acercó con una risa divertida.

—¿"Solo una pulsera"? —repitió, burlona—. Vamos, Alexia, sabemos que hay una historia detrás de eso

Las demás empezaron a acercarse también, todas con miradas pícaras y sonrisas burlonas.

—Sí, cuéntanos—añadió Patri, fingiendo interés exagerado—. ¿Es de una fan secreta o algo así?

Intenté reírme, pero el tono de sus voces me estaba poniendo a la defensiva. Esa pulsera significaba mucho para mí, y no iba a dejar que se burlaran de ella.

—Es de Mía —dije, tratando de sonar casual, pero con un tono firme—. La hizo para mí ayer. Quiso que la llevara, así que la llevo.

Las chicas intercambiaron miradas, y aunque seguían sonriendo, noté que su actitud cambió un poco. Aún así, Claudia no pudo resistirse a meter un poco más el dedo en la llaga.

—Oh, claro, Mía, la peque. Pero, Alexia, ¿rosa y con un unicornio? No es precisamente tu estilo, ¿verdad?-Dijo con una pequeña risa.

—No tiene que ser mi estilo —respondí, cruzándome de brazos—. Es algo que me hizo con cariño, y eso es lo que importa.

Las risas se suavizaron y algunas de ellas asintieron, quizás dándose cuenta de que había tocado un tema más serio. Aún así, Mapi no pudo evitar una última broma.

—Bueno, parece que alguien está a la defensiva en cuanto a Mía-Dijo riendo y yo rodé los ojos.

Finalmente, las bromas cesaron y el ambiente volvió a relajarse. Mis compañeras me dieron un par de palmaditas en la espalda y volvieron a concentrarse en sus preparativos para el entrenamiento. Sin embargo, me di cuenta de que, de vez en cuando, alguna lanzaba una mirada rápida a la pulsera, pero esta vez sin ninguna burla en sus ojos.

Me senté en mi banco y me até las botas, dejando que la calma regresara a mí. Llevaba con orgullo esa pulsera, sabiendo que representaba algo mucho más grande que un simple accesorio infantil. Representaba a Mía, a Mar, y todo lo que habíamos construido juntas. No importaba lo que pensaran los demás; lo que importaba era lo que significaba para mí.

Y si alguien volvía a hacer un comentario sobre ella, ya tenía preparada mi respuesta: no hay nada más valioso que llevar un pedacito de amor en la muñeca, sin importar el color o el diseño.
____

Alexia defendiendo la pulsera de Mía😭

Todo el mundo tiene que picarla de una manera o otra

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora