Pasaron unas horas mientras el sol se movía lentamente por la habitación, y la atmósfera de la sala se mantuvo tranquila. Alexia y Mía, envueltas en su propio mundo de sueños, parecían conectadas de una manera mágica. De repente, y casi como si fuera por una sincronización perfecta, ambas comenzaron a despertarse al mismo tiempo. Mía, aún medio adormilada, estiró sus pequeños brazos y frotó sus ojitos, mientras Alexia se desperezaba lentamente, con una sonrisa dormida en los labios.
Alba, Eli y yo estábamos sentadas en el sofá, observando la escena con sonrisas y risitas contenidas. La imagen de las dos rubias despertándose al mismo tiempo era simplemente encantadora. Alba se inclinó hacia Eli y susurró algo que nos hizo reír a todas, mientras Eli asentía con complicidad. La conexión entre Alexia y Mía era palpable y adorable, y nos llenaba de una calidez indescriptible.
Alexia, al darse cuenta de que se había quedado completamente dormida, se sintió algo avergonzada. Se estiró, se acomodó un poco y miró a su alrededor, notando la presencia de las otras tres en la sala. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente al recordar cómo se había quedado dormida, pero esa vergüenza se desvaneció rápidamente cuando Mía, con un gesto que parecía tan natural como el respirar, se inclinó y dejó un dulce beso en la mejilla de Alexia.
El beso, aunque pequeño, tenía el efecto de un despertador mágico. Alexia se giró hacia Mía con una sonrisa radiante, sus ojos llenos de ternura y amor. Era como si ese simple gesto de cariño desvaneciera cualquier incomodidad o preocupación que pudiera haber tenido.
—Vaya siesta nos hemos pegado eh—dijo Alexia con una voz suave, acariciando el cabello de Mía.
Mía sonrió ampliamente y se acurrucó un poco más en los brazos de Alexia, como si el mundo entero no pudiera ser mejor que en ese momento. La imagen de las dos abrazadas, con Mía recargada en el pecho de Alexia y ambas compartiendo una risa alegre, era un verdadero regalo para todas nosotras.
Alexia
Me desperté de la siesta sintiendo el calor de los rayos de sol filtrándose a través de las cortinas. Mía, con sus ojos ahora completamente despiertos y llenos de energía, parecía estar más activa que nunca. Había pasado una tarde tan tranquila y relajada, y ahora, con la energía recargada, se había convertido en un torbellino de actividad.
Al bajarse de mi regazo, vi a Mía lanzando una pelota de juguete a Viruta, el perro de Alba. El perro, un compañero leal y juguetón, respondía con entusiasmo a cada lanzamiento. La escena era tan animada que era imposible no sonreír al ver a Mía corriendo de un lado a otro, riendo a carcajadas mientras Viruta saltaba y corría tras la pelota.
Todas estábamos en el sofá, disfrutando de una charla ligera y llena de risas. Aunque estábamos ocupadas en la cocina, nuestras miradas se dirigían frecuentemente hacia el salón, donde Mía y Viruta se convertían en el centro de atención.
—Parece que tiene energía para toda la semana —dijoi madre, riendo mientras observaba a la niña.
—Es increíble cómo cambia de una siesta a una carrera desenfrenada —comentó Alba, que estaba sentada en el borde del sofá, mirando a Mía con una mezcla de admiración y diversión.
Mientras hablábamos, las risas de las tres se mezclaban con los sonidos de la pelota rebotando y el alegre ladrido de Viruta. Mía se movía con una energía que resultaba contagiosa, y cada vez que lanzaba la pelota, Viruta respondía con un salto y una carrera hacia ella, creando un divertido espectáculo para todos nosotros.
—Es como si necesitara toda esa energía para compensar la siesta que se ha pegado—dije, sacando una bandeja del horno y dejando el aroma a comida en la cocina.
—Es una suerte que Viruta esté tan dispuesto a jugar. Si no fuera por él, probablemente estaríamos corriendo detrás de Mía para mantenerla entretenida-Añadió Mar riendo.
Mientras la tarde avanzaba, la energía de Mía seguía sin menguar. La niña se reía y jugaba, dejando claro que el tiempo en que estaba despierta iba a ser utilizado al máximo. Cada risa y cada momento de juego era un recordatorio de la vitalidad y la alegría que aportaba a nuestras vidas.
Observando la escena desde el sofá, me sentí inmensamente agradecida por el momento. Era un recordatorio de la felicidad simple y pura que Mía traía a nuestra vida diaria, y de cómo esos momentos de alegría, por pequeños que fueran, se convertían en recuerdos que atesoraríamos siempre.
El tiempo pasó volando y llegó el momento de decir adiós. Mía, todavía con energía desbordante, se despidió de mi madre y de mi hermana con una animación contagiosa. Sus abrazos eran cálidos y llenos de gratitud, y las risas y palabras cariñosas llenaron el aire mientras nos preparábamos para irnos.
—¡Gracias por todo! —decía Mía, mientras abrazaba a Alba y a Eli con entusiasmo.
—Nos vemos pronto, pequeña—les respondió Alba, sonriendo ampliamente mientras acariciaba el cabello de Mía.
Con los últimos adioses y promesas de vernos pronto, nos dirigimos hacia el coche. Mar y yo estábamos cargadas con algunas de las cosas que habíamos traído y Mía parecía estar lista para la siguiente aventura. Al llegar al coche, Mía de repente soltó una bomba que nos dejó a Mar y a mí en completo asombro.
—Mami, Alexia... —empezó Mía con un tono decidido—, he estado pensando en algo muy importante.
Nos miramos sorprendidas, nuestras miradas llenas de curiosidad.
—¿Sí, cariño? ¿Qué pasa? —preguntó Mar, intentando sonar casual pero con una pizca de nerviosismo en la voz.
Mía se puso a contar con los dedos, como si estuviera haciendo cálculos importantes.
—Quedan dos semanas para mi cumpleaños, ¿verdad? —dijo, contando con los dedos—. Y he decidido que quiero un perrito, como Viruta.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar la petición. Mar y yo nos miramos de repente, nuestras caras expresando una mezcla de sorpresa y preocupación.
—¿Un perrito? —pregunté, intentando procesar la noticia—. ¿Estás segura, Mía?
Mía asintió con la cabeza, sus ojos brillando con entusiasmo.
—Sí, como Viruta. Quiero un amigo para jugar, y prometo cuidarlo mucho. ¡Sería el mejor regalo de cumpleaños!-Dijo emocionada.
Mar y yo intercambiamos miradas, buscando palabras y soluciones en medio de nuestra sorpresa. Sabíamos que un perrito implicaría una responsabilidad considerable, pero también entendíamos el deseo genuino de Mía de tener un compañero peludo.
—Vamos a tener que hablar sobre esto —dijo Mar, tratando de mantener un tono tranquilo—. Pero te prometo que lo consideraremos seriamente.
Mía sonrió, contenta con la respuesta y, con la emoción aún en su rostro, subió al coche. A pesar de la sorpresa inicial, no pude evitar sentirme conmovida por la sinceridad y el entusiasmo de Mía. Era un recordatorio de lo importante que era para ella tener algo que pudiera compartir y amar, y me hizo reflexionar sobre cuánto significaba para ella la idea de tener un perrito en su vida.
Mientras Mar y yo nos acomodábamos en el coche, todavía pensando en la solicitud de Mía, nos miramos y supimos que esto sería algo en lo que tendríamos que trabajar juntas. Pero también sabíamos que, al final del día, cualquier esfuerzo valdría la pena para ver a Mía feliz y satisfecha.
____La niña ha hablado😝

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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
RandomAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.