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Mar

Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad, una agonía interminable que me desgarraba por dentro. Era como si me estuvieran arrancando un trozo de mi ser, uno que había estado tan intrínsecamente unido a mí que no sabía si alguna vez podría recuperarlo. Mi corazón latía con una intensidad que me resultaba dolorosa, y cada respiración se sentía como una lucha desesperada por mantenerme a flote en un mar de angustia y miedo.

Intentaba concentrarme en calmarme, en encontrar alguna clase de paz en medio de este caos, pero cada vez que cerraba los ojos, el mismo horrible escenario se repetía en mi mente. Era una visión que se había convertido en una pesadilla recurrente: mi hija, Mía, corriendo hacia mí con una sonrisa en su rostro, los brazos abiertos, como si todo estuviera bien, como si nada estuviera mal. Era un sueño que nunca podía alcanzar, una ilusión cruel que me recordaba lo que había perdido, lo que estaba en juego.

Abría los ojos y la visión de felicidad se desvanecía, dejándome de nuevo en la fría realidad de la desesperación y el dolor. Sentía como si estuviera atrapada en una especie de cruel simulación, donde cada vez que intentaba alcanzar a Mía, la realidad me arrastraba de vuelta a un lugar de angustia y desesperación. Era como si me estuvieran torturando con la imagen de lo que había sido y lo que había perdido, y no podía escapar de esta pesadilla interminable.

El tiempo parecía ralentizarse, y cada segundo se estiraba hasta el infinito. Miraba a mi alrededor, tratando de encontrar algo que me anclara a la realidad, pero todo se sentía distante, borroso. Los agentes de policía estaban ocupados hablando con Valeria, la pareja de Pablo, que estaba al otro lado de la calle. La escena se desarrollaba frente a mí, pero me parecía una película lejana e inalcanzable. Los movimientos de los agentes, las palabras que intercambiaban, todo parecía perdido en una niebla de desesperación y confusión.

Sabía que Alexia estaba a mi lado, su presencia era una constante silenciosa en medio de la tormenta, pero en ese momento, su apoyo parecía lejano e irrelevante. Era como si estuviera sola en medio de un mar de desesperación, rodeada de personas pero incapaz de conectar con ellas. El dolor era tan profundo, tan abrumador, que sentía que nada podía penetrar esa barrera de angustia que me había rodeado.

—Mar, respira —me decía Alexia, con una voz suave y firme—. Necesitas calmarte, por favor. Vamos a encontrar a Mía.

Sus palabras se mezclaban con el ruido de fondo, y aunque sabía que estaba tratando de ayudarme, no podía conectar con lo que estaba diciendo. El dolor era tan grande que mi capacidad para procesar lo que estaba pasando se había reducido a casi nada. Las palabras de Alexia se perdían en el vacío, y la única cosa que podía sentir era una creciente desesperación.

De vez en cuando, miraba hacia Valeria, mi furia reviviendo con cada segundo que pasaba. Sentía que la necesidad de confrontarla, de exigir respuestas, se apoderaba de mí. Pero cada vez que intentaba actuar, el miedo y la rabia me paralizaban. ¿Qué podía hacer si no podía ni siquiera controlar mis propias emociones?

Estaba atrapada en un ciclo interminable de angustia, donde cada intento de calmarme solo me llevaba de vuelta a la desesperación. La imagen de Mía corriendo hacia mí seguía siendo un faro de esperanza que nunca podía alcanzar, y cada vez que intentaba tocarla, el dolor de su ausencia se hacía más agudo.

Finalmente, vi a los agentes acercarse a Valeria. Su rostro se veía serio, y su postura era profesional, pero la escena se desarrollaba como si estuviera bajo un velo de distancia. No podía captar los detalles, no podía entender lo que estaba sucediendo, y eso solo aumentaba mi frustración. El tiempo seguía avanzando, pero para mí, cada minuto se sentía como un siglo.

Miré a Alexia, que estaba tratando de mantenerme calmada, pero en mi estado actual, sus esfuerzos parecían casi en vano. Sabía que ella estaba ahí, que estaba haciendo todo lo posible para ayudarme, pero el dolor y la desesperación eran tan grandes que todo lo que podía hacer era mantenerme a flote, aunque solo fuera en apariencia.

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora