XXXVIII

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Alexia

El aire a mi alrededor se sentía pesado, como si el mundo entero se estuviera cerrando sobre nosotras. Estaba de pie junto a Mar, y la veía hablar con la policía, tratando de mantener la compostura, pero yo la conocía demasiado bien. Sabía que estaba al borde de romperse. Mi corazón latía con fuerza, no solo por la preocupación que sentía por Mía, sino por Mar, la persona a la que siempre había visto como una fortaleza inquebrantable. Pero ahora, verla así, con los ojos vidriosos y la voz temblorosa, me hacía sentir más impotente que nunca.

—He venido a recoger a mi hija —decía Mar al teléfono, esforzándose por que su voz no se quebrara—. Tenemos un acuerdo, una semana con cada uno. Hoy me toca a mí llevármela, pero él no abre la puerta… —Hizo una pausa, como si tuviera que tragar un nudo que se le formaba en la garganta—. No responde a mis llamadas, y no sé qué está pasando.

Podía escuchar la desesperación en cada una de sus palabras, y eso me desgarraba por dentro. Quería hacer algo, cualquier cosa, para aliviar su dolor, pero me encontraba atrapada en la misma incertidumbre. Mi mirada se dirigió hacia la casa de su expareja, la puerta cerrada y las luces apagadas, como si el lugar estuviera completamente vacío. Pero Mía debería estar allí, ¿no? Tenía que estar allí.

—Por favor, solo quiero asegurarme de que mi hija está bien —continuó Mar, ahora con la voz casi quebrada, mientras apretaba el teléfono con tanta fuerza que me preocupaba que lo rompiera.

Sentí una oleada de impotencia, mezclada con un miedo que apenas podía controlar. Me pasé una mano por el cabello, intentando calmarme, pero era inútil. El miedo por Mía y la desesperación por ver a Mar tan angustiada se entrelazaban en mi pecho, dificultándome la respiración. Me mordí el labio, luchando por no perder la calma. No podía permitirme eso ahora. Mar me necesitaba fuerte, estable, como siempre había sido para ella.

Mientras Mar seguía hablando con la policía, mi mente comenzó a divagar hacia lugares oscuros. ¿Qué pasaría si Mía no estaba bien? ¿Y si algo horrible había sucedido? La sola idea me llenaba de un pavor indescriptible. Mar siempre había sido la madre más protectora, más entregada, y pensar que alguien pudiera arrebatarle a Mía, que alguien pudiera hacerle daño a esa niña tan dulce, era algo que no podía soportar.

No me atreví a imaginar lo que Mar estaría sintiendo en ese momento. Si yo, que era solo una espectadora de esta pesadilla, estaba así, ¿cómo debía estar ella? La posibilidad de perder a Mía… esa pequeña que era su vida entera… no, no podía ser. Me negué a seguir ese pensamiento. Era como un abismo oscuro y profundo, y sabía que si me permitía caer en él, sería muy difícil salir.

—Por favor, envíen a alguien —dijo Mar finalmente, y su voz sonaba rota, como si hubiera perdido la última pizca de esperanza que le quedaba.

No pude más. Me acerqué a ella y le puse una mano en el hombro. Estaba temblando. La miré a los ojos, tratando de transmitirle la fuerza que ni siquiera estaba segura de tener en ese momento.

—Mar —dije en voz baja, intentando que mis palabras sonaran seguras, aunque por dentro me sentía tan asustada como ella—, vamos a encontrar a Mía. Lo prometo. No importa lo que tengamos que hacer, la encontraremos.

Ella asintió, pero sus ojos reflejaban un dolor tan profundo que me sentí como si una mano invisible me apretara el corazón. La idea de que pudiera perder a Mía era insoportable. Sabía lo que esa niña significaba para ella. Mía era su mundo, la razón por la que se levantaba cada día, y la posibilidad de que algo le hubiera pasado era simplemente devastadora.

La policía prometió enviar a una patrulla, pero eso no alivió nuestra angustia. Seguíamos allí, de pie frente a la casa, esperando, sin saber qué hacer, sin saber qué pasaría. Me sentía atrapada en un limbo de incertidumbre y terror, donde cada minuto se estiraba interminablemente.

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora