LXII

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Después de un rato de estar charlando y riendo en la sala, Mía había encontrado un nuevo lugar en el que acomodarse. Había pasado del regazo de Mar al mío con la naturalidad de quien se siente completamente a salvo. En algún momento, Mar y mi madre se habían levantado para ir a la cocina, dejando a Alba y a mí en la sala, con la compañía de Mía, que seguía tan habladora como siempre, aunque ya se le notaba un ligero cansancio en los ojos.

Sentía su cuerpecito acurrucado contra mí, su calor pequeño y reconfortante, mientras su vocecita comenzaba a hacerse cada vez más suave y pausada. Alba, sentada frente a nosotras, sonreía con ternura cada vez que Mía decía algo gracioso, disfrutando del espectáculo que solo una niña con su energía podía ofrecer.

Poco a poco, las risas y la charla que había llenado la sala se fueron apagando. La pequeña dejó de hablar tanto, como si el cansancio empezara a ganar la batalla contra su inagotable energía. Mía se giró en mi regazo, acurrucándose contra mí, buscando una posición más cómoda, como si yo fuera su almohada.

No pude evitar sentir una oleada de ternura al notar cómo su respiración se iba volviendo más lenta y profunda. La rodeé suavemente con mis brazos, ofreciéndole toda la calidez que pude. A pesar de su cansancio, Mía intentaba resistirse a quedarse dormida, aunque poco a poco sus párpados comenzaban a caer pesadamente.

En ese momento, la risa alegre que provenía de la cocina, donde Mar y Eli compartían historias y seguramente alguna que otra broma, llegaba hasta nosotros, envolviéndonos en una atmósfera de paz. Sentí una tranquilidad indescriptible. Era como si, por un breve instante, el mundo se detuviera y nada malo pudiera suceder en ese pequeño refugio que habíamos creado.

Finalmente, Mía se rindió al cansancio. Su pequeño cuerpo se relajó por completo en mis brazos, su respiración se volvió aún más profunda, y su cabecita se apoyó en mi pecho. Observé cómo dormía, notando la calma que irradiaba, y me permití cerrar los ojos por un momento, saboreando la paz que me invadía al tenerla así, tan cerquita, confiando en mí para proteger su sueño.

La miré, tan pequeñita y vulnerable, y me sentí abrumada por la dulzura del momento. Despacio, acaricié su cabello suave, sintiendo cómo se enredaba entre mis dedos, como si quisiera grabar esa sensación en mi memoria para siempre.

Alba observaba la escena en silencio, respetando la serenidad que había descendido sobre nosotras. Por un instante, compartimos una mirada de complicidad, y supe que ella entendía perfectamente lo que ese momento significaba para mí. No era solo la paz que me invadía, sino también el profundo sentido de responsabilidad y amor que había florecido en mi corazón hacia esa niña que, sin darme cuenta, se había convertido en una parte esencial de mi vida.

Mientras sostenía a Mía dormida en mi regazo, noté cómo Alba se movía ligeramente en su asiento frente a mí. Su mirada estaba fija en la pequeña, y en ese momento, parecía como si estuviera contemplando una imagen que no quería olvidar. Después de unos segundos de silencio, Alba se inclinó un poco hacia mí, hablando en un susurro para no despertar a Mía.

—Pareces una madre, ¿sabes? —dijo con una mezcla de admiración y ternura en la voz—. El cariño que le tienes a esa niña es propio de una.

Sus palabras me sorprendieron, aunque no me descolocaron. Llevaba un tiempo sintiendo lo mismo, aunque no había sabido cómo expresarlo, ni siquiera a mí misma. Sonreí, dejando que mis ojos se posaran de nuevo en la carita dormida de Mía. Mis dedos seguían acariciando su cabello de manera automática, como si ese simple gesto pudiera transmitirle todo el amor que sentía por ella.

—La quiero mucho, Alba —confesé, mi voz apenas un susurro—. Es imposible no hacerlo.

Alba asintió, alentándome a continuar. Sentí una extraña mezcla de vulnerabilidad y alivio al hablar con ella de esta manera, como si estuviera quitándome un peso de encima.

—Sé que no soy su madre —continué, mientras mis ojos se llenaban de emociones que hacía tiempo quería sacar—, pero la quiero como si lo fuera. No puedo evitarlo. Cuando la miro, cuando la tengo así, acurrucada contra mí... siento una responsabilidad tan grande, un amor tan profundo. Es algo que no había experimentado antes, y es abrumador, pero en el mejor de los sentidos.

Alba sonrió, su mirada era cálida y llena de comprensión. Ella sabía lo importante que todo esto era para mí, lo mucho que había cambiado mi vida en tan poco tiempo.

—Y también ayuda estar completamente enamorada de su madre —añadí con una pequeña risa, casi tímida, pero sincera. Era la primera vez que lo admitía tan abiertamente frente a alguien, y la sensación de decirlo en voz alta me hizo sentir más ligera.

Alba rió suavemente, inclinándose hacia adelante para tocar mi mano con la suya, un gesto de apoyo y cariño que me recordó cuánto significaba para mí tenerla a mi lado en todo esto.

—Alexia, siempre has tenido un gran corazón, pero es la primera vez que te veo tan comprometida, tan llena de amor por algo que va más allá del fútbol. Mar y Mía... se han convertido en parte de ti, y es hermoso verte así. No tienes que ser la madre biológica para amarla como tal. Estás ahí para ella, y eso es lo que importa-Dijo con una sonrisa cálida.

Sus palabras resonaron en mí, llenándome de un calor que emanaba del centro de mi pecho. La verdad es que no me importaba si alguna vez sería vista como una madre por Mía; lo único que me importaba era estar ahí para ella y para Mar, para apoyarlas, para amarlas con todo lo que soy.

—Lo que siento por ellas... —continué, mi voz era un poco más firme ahora, aunque aún impregnada de emoción—, es algo que no esperaba, pero que he llegado a abrazar con todo mi ser. No hay un día en que no me sienta agradecida por tenerlas en mi vida. Mar y Mía... son mi familia.

Alba me miró con una mezcla de orgullo y ternura, y luego, sin más palabras, se levantó de su asiento y se acercó para darme un abrazo, uno que acepté con gratitud. Acarició suavemente la espalda de Mía, como si también quisiera hacerle llegar su cariño, antes de susurrar:

—Eres increíble, Alexia. Y sé que ellas también lo saben-Añadió mi hermana haciéndome sonreír más.

Nos quedamos así, en silencio, durante unos minutos, compartiendo un momento de conexión que solo las hermanas pueden tener. Cuando Alba finalmente se retiró, me quedé mirando a Mía una vez más, sintiéndome increíblemente afortunada. Sabía que, pase lo que pase, siempre haría todo lo posible por proteger ese amor que había encontrado en Mar y en Mía. Eran mi todo, y no podía imaginar mi vida sin ellas.
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Más mona y explota🥹

Ha dicho que está enamorada🤭🤭

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora