LVIII

1K 88 31
                                    

El entrenamiento terminó y me sentí agotada, pero enérgica al mismo tiempo. Siempre me pasaba después de un buen entrenamiento; esa mezcla de cansancio físico y euforia mental. Caminé hacia los vestuarios, buscando mi teléfono en la bolsa. Al desbloquear la pantalla, vi un mensaje de Mar.

Espérame en el coche, salgo en cinco minutos.

No pude evitar sonreír al leerlo. Sin decir una palabra, terminé de recoger mis cosas y me dirigí al estacionamiento. El sol brillaba alto, y el aire fresco me ayudó a relajarme después de la intensa sesión. Me apoyé en el coche, esperando a que Mar apareciera.

No pasó mucho tiempo antes de que la viera salir del edificio, con esa mezcla de seguridad y suavidad que siempre me llamaba la atención. Se acercó con una sonrisa, sus ojos reflejando el mismo brillo de complicidad que había sentido al leer su mensaje. Sin decir nada, me envolvió con sus brazos y me dio un beso, suave al principio, luego más profundo, como si todo lo demás se desvaneciera por un momento.

Justo en medio del beso, un ruido inesperado nos hizo detenernos. Al principio, lo ignoramos, demasiado absortas la una en la otra. Pero el ruido persistió, un murmullo seguido de una serie de aplausos y vítores.

Nos separamos, todavía riendo, y al girarnos vimos a mis compañeras de equipo en la distancia, aplaudiendo y celebrando como si acabáramos de ganar una final. Algunas incluso silbaban y gritaban, alzando los brazos como si estuvieran animando desde la grada.

—¡Eso es lo que llamo un golazo! —gritó Mapi, con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Venga, Alexia! ¡Ese beso merece otra ronda! —se unió Patri, mientras Claudia se unía al bullicio, simulando tocar una trompeta.

Mar y yo no pudimos evitar soltar una carcajada. Todo era tan surrealista y al mismo tiempo tan perfecto. Les lancé una mirada entre divertida y amenazante, lo cual solo hizo que celebraran más fuerte.

—Creo que deberíamos acostumbrarnos a esto, ¿no crees? —me dijo Mar, todavía riendo, con esa mirada que hacía que todo a su alrededor se viera más brillante.

—Supongo que sí, aunque será difícil acostumbrarse a que cada beso sea una fiesta pública —respondí, sin poder borrar la sonrisa de mi cara.

Nos dimos un último beso rápido, antes de que las chicas nos bombardearan con más gritos y bromas. Luego, Mar y yo subimos al coche, mientras el jaleo continuaba fuera. Cuando encendí el motor, pude ver por el retrovisor que aún estaban ahí, saludando y animando como si nos estuviéramos yendo a algún campeonato.

Conduje alejándome de la Ciutat Esportiva, con el ruido de las risas y los vítores todavía resonando en mis oídos. Mar se recostó en el asiento y suspiró, entrelazando su mano con la mía. En ese momento, mientras la carretera se abría frente a nosotras, supe que no cambiaría nada de mi vida. Con Mar a mi lado y todo el caos que traía, estaba exactamente donde quería estar.

Cuando llegamos a casa, el silencio era casi absoluto, una calma inusual comparada con la bulliciosa energía que siempre traía Mía. Aún quedaban horas para que saliera del colegio, y el tiempo parecía detenerse por un instante cuando cerré la puerta detrás de nosotras.

No hubo necesidad de palabras. Apenas di un paso dentro, Mar me atacó con un beso ardiente, sus labios encontrando los míos con una urgencia que me hizo sonreír contra su boca. Apenas tuve tiempo de soltar la bolsa antes de que sus manos me atrajeran hacia ella, y yo la envolví entre mis brazos, devolviéndole el beso con la misma pasión.

—Si esto va a pasar cada vez que vuelva de entrenar, ojalá entrenar todos los días —dije, entre risas, mientras apenas me separaba un segundo de su boca.

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora