El trayecto en coche hacia la casa de Mar fue silencioso, cargado de emociones no expresadas. Mía estaba acurrucada en el asiento trasero, con la cabeza apoyada en el hombro de Mar, aún con los rastros de lágrimas en su rostro. Yo mantenía las manos firmemente en el volante, pero mi mente estaba llena de pensamientos. No podía dejar de preocuparme por la pequeña, por cómo se había aferrado a mí antes, buscando consuelo. Sabía que la situación era delicada, y todo lo que deseaba era poder ofrecerles a ambas el apoyo que necesitaban.
Cuando finalmente llegamos a la casa de Mar, el silencio en el coche se hizo aún más pesado. Apagué el motor y me giré un poco para mirar a Mar, quien me devolvió la mirada con una mezcla de agotamiento y agradecimiento. Sabía que había sido un día difícil para ella, y mi preocupación por Mía solo lo hacía más complicado.
Mar se desabrochó el cinturón y comenzó a moverse para salir del coche, pero justo antes de que pudiera abrir la puerta, la suave voz de Mía rompió el silencio.
—Alexia… —dijo con un tono tímido, casi como si temiera que sus palabras fueran una carga—, ¿te puedes quedar con nosotras?
La pregunta de Mía me tomó por sorpresa, pero también me llenó de una calidez inesperada. Giré mi cabeza hacia ella, notando cómo sus ojos, aún un poco hinchados por el llanto, me miraban con esperanza. Su voz, tan suave y llena de inocencia, hizo que mi corazón se derritiera. No pude evitar mirar a Mar, buscando su aprobación. Mar me devolvió una pequeña sonrisa, cansada pero sincera, y asintió ligeramente, dándome permiso con una simple inclinación de cabeza.
—Claro que sí, Mía —respondí, mi voz suave, mientras sentía una oleada de ternura por la niña.
Con cuidado, me desabroché el cinturón y salí del coche. Cuando abrí la puerta trasera, Mía me tendió los brazos, y sin pensarlo dos veces, la levanté de nuevo en mis brazos. Sentí cómo se acurrucaba contra mi pecho, buscando la misma seguridad que había encontrado antes. Su pequeño cuerpo aún temblaba un poco, pero con cada segundo que la sostenía, podía sentir cómo se relajaba más.
Mar salió del coche detrás de mí, y juntas caminamos hacia la puerta de su casa. Mía se aferraba a mí, su cabecita apoyada en mi hombro mientras susurraba algo que no llegué a entender. Aun así, la sentía más tranquila, y eso me daba una sensación de alivio.
Cuando llegamos a la puerta, Mar la abrió y me hizo un gesto para que entrara primero. Crucé el umbral con Mía en brazos, y la calidez del hogar de Mar nos envolvió. Era un espacio sencillo pero acogedor, y de inmediato sentí que estaba en el lugar correcto.
Una vez dentro, Mar cerró la puerta detrás de nosotras y se giró para mirarnos, sus ojos llenos de una mezcla de gratitud y cansancio.
—Gracias, Alexia —dijo, su voz apenas un susurro—. Significa mucho para mí que estés aquí, para nosotras.
Le sonreí en respuesta, sintiendo que no eran necesarias más palabras. Sostener a Mía, ofrecerle consuelo, y estar allí para ambas era lo mínimo que podía hacer. Mientras Mía comenzaba a quedarse dormida en mis brazos, su respiración suave y regular, me di cuenta de que en ese momento, todo lo demás podía esperar. Lo único que importaba era que Mía se sintiera segura, amada, y que Mar supiera que no estaba sola.
Entramos en la casa, y sentí cómo Mía se relajaba aún más en mis brazos. El ambiente cálido y familiar nos envolvió, y por un momento todo el estrés y la tensión del día se desvanecieron. Pero antes de que pudiera hacer o decir algo, Mía levantó la cabeza de mi hombro y me miró con sus grandes ojos llenos de una nueva energía.
—Alexia, ¿me puedes bajar al suelo? —preguntó con una voz suave pero ansiosa.
Sonreí y asentí, agachándome para colocarla con cuidado en el suelo. Tan pronto como sus pies tocaron el piso, Mía salió corriendo por el pasillo, sus pequeños pasos resonando por la casa mientras desaparecía en dirección a su habitación. Mar y yo nos miramos, compartiendo una pequeña sonrisa, y me pregunté qué travesura estaría tramando Mía ahora.
Pasaron solo unos segundos antes de que Mía regresara, sus manos llenas de juguetes. Entre ellos, noté una pequeña corona de plástico, de esas que probablemente vinieron con algún disfraz de princesa. Sus ojos brillaban con emoción mientras se acercaba a mí, claramente emocionada por lo que tenía en mente.
—Alexia, acércate —dijo Mía con una sonrisa traviesa que hizo que mi corazón se derritiera.
Completamente cautivada por su inocencia y entusiasmo, obedecí sin dudarlo. Me agaché hasta quedar a su altura, mirándola con curiosidad. Mía, con una concentración casi solemne, levantó la pequeña corona y la colocó con cuidado sobre mi cabeza. Su rostro se iluminó con una sonrisa de satisfacción mientras daba un paso atrás para admirar su obra.
—Una corona para la reina —anunció con orgullo, sus ojos brillando con diversión.
No pude evitar reírme ante su ocurrencia, completamente encantada por la ternura del momento. Sentía la ligera presión de la corona en mi cabeza, y aunque era un simple juguete de plástico, en ese momento significaba el mundo para Mía, y por lo tanto, también para mí.
Justo cuando me disponía a agradecerle, escuché un pequeño clic y noté un destello de luz. Me giré y vi a Mar, con el móvil en la mano, una sonrisa traviesa en su rostro mientras me apuntaba con la cámara. La expresión en su cara delataba que había capturado el momento en una foto.
—¡Oye! —me quejé de broma, fingiendo indignación—. ¡Eso no es justo, Mar!
Mar se echó a reír, bajando el móvil pero sin borrar la sonrisa de su rostro.
—No podía resistirme —dijo, sus ojos brillando con un toque de diversión—. Estabas tan adorable con tu corona que tenía que guardar el momento.
Mía, al ver mi expresión de falsa indignación, comenzó a reír también, y la melodía de su risa llenó la habitación. No pude evitar unirme a ellas, mi corazón lleno de calidez y alegría. Era un momento simple, pero lleno de una ternura y felicidad genuinas que no había sentido en mucho tiempo.
Mientras me quitaba la pequeña corona y la devolvía a Mía, no pude evitar sentirme agradecida por estar allí, en ese lugar, con esas personas. Había algo mágico en la manera en que Mía me había aceptado, en cómo había hecho que me sintiera parte de algo tan especial. Y la sonrisa de Mar, tan genuina y llena de cariño, me hizo darme cuenta de que este pequeño momento era solo el comienzo de algo mucho más grande y significativo.
____Ya parecen una mini familia🥹🥹
Vamos a tener más momentos así en los próximos capítulos
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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
عشوائيAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.