XXXIII

1.2K 120 9
                                    

Mar

El sonido suave del café goteando en la cafetera y el aroma de las tostadas recién hechas llenaban la cocina, creando una atmósfera tranquila y hogareña. Mientras movía la cuchara en mi taza, mis pensamientos aún estaban anclados en la imagen de Alexia y Mía durmiendo juntas en el sofá. Una sensación de felicidad tranquila me envolvía, como si todo estuviera justo en su lugar.

De repente, sentí un par de manos cálidas posarse suavemente en mi cintura. El contacto me sobresaltó por un segundo, y mi corazón dio un pequeño brinco. Pero casi al instante, me relajé al reconocer ese toque. Sabía quién era antes de siquiera girar la cabeza. Solo una persona en este mundo podía hacerme sentir así con un simple gesto.

Me giré lentamente sobre mis talones, y ahí estaba Alexia, con una expresión divertida y un poco adormilada en su rostro. Sus ojos aún medio cerrados y su cabello desordenado le daban un aire encantadoramente desaliñado. Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios, y no pude evitar sonreír también.

—Vaya, hoy estás bastante atrevida —le dije en tono de broma, levantando una ceja mientras intentaba mantenerme seria, aunque el calor de su cercanía hacía que fuera casi imposible no reír.

Alexia soltó una risa suave, una de esas que siempre lograban derretir cualquier defensa que pudiera haber intentado levantar. La música de su risa resonó en la cocina, llenando el espacio de una calidez aún mayor que la que ya sentía.

—No podía resistirme —murmuró, acercándose un poco más, sus manos aún firmes en mi cintura, como si me anclara a este momento.

Sus palabras, tan simples y sinceras, enviaron una corriente de ternura por todo mi cuerpo. En ese instante, ya no existía nada más. Solo estábamos nosotras dos, compartiendo un pequeño pero precioso pedazo de tiempo, donde el resto del mundo quedaba fuera.

Sin pensarlo más, me incliné hacia ella y la besé. Fue un beso suave, lleno de todo lo que no podía poner en palabras. Era un beso que decía "gracias", "te quiero" y "quédate aquí" todo al mismo tiempo. Sentí cómo sus labios respondían a los míos, cómo se relajaba aún más en mi abrazo, y supe que ella sentía lo mismo.

Nos separamos solo un poco, lo suficiente para mirarnos a los ojos. La diversión seguía brillando en su mirada, pero también algo más profundo, algo que había crecido entre nosotras en tan poco tiempo.

—Me encanta verte así por las mañanas —susurré, acariciando su mejilla con la yema de mis dedos, dejando que mi pulgar rozara suavemente la comisura de sus labios. —Y me encanta que estés aquí conmigo.

Alexia sonrió, esa sonrisa que me había conquistado desde el primer momento, y volvió a apoyarse en mí, como si este fuera su lugar en el mundo, justo aquí, conmigo. Y en ese momento, supe que no importaba lo que ocurriera en el futuro, este era un momento perfecto que siempre recordaríamos.

El día apenas había comenzado, pero ya sabía que sería uno de esos que se guardan en el corazón para siempre, construido de pequeños gestos, sonrisas compartidas y la certeza de que estábamos exactamente donde debíamos estar, juntas.

Después de ese beso, cuando nuestros labios se separaron, todavía con la sensación cálida de su cercanía, bajé la mirada y me di cuenta de que algo había cambiado en el ambiente. Alexia hizo lo mismo, y ahí fue cuando ambas vimos a Mía. Estaba de pie en la entrada de la cocina, con su carita angelical congelada en una expresión de sorpresa total, los ojos grandes y redondos mirándonos fijamente, y su boquita ligeramente abierta, como si acabara de presenciar un truco de magia.

El tiempo pareció detenerse por un instante.Mía, con su pequeña estatura, se veía tan frágil, tan inocente, que me llenó una mezcla de ternura y preocupación. No quería que se sintiera confundida o asustada por lo que había visto, así que decidí tomar la iniciativa.

Me acerqué lentamente hacia ella, cada paso pesado como si caminara sobre un terreno sagrado. Cuando estuve lo suficientemente cerca, me agaché para quedar a su altura. Mía no se había movido ni un centímetro, su asombro era evidente. Su pequeña mente trataba de procesar lo que acababa de presenciar, y fue entonces cuando, sin poder contenerse, susurró:

-¿Os habéis dado un beso?-Preguntó imoactada.

Su vocecita cargaba la inocencia de alguien que acaba de descubrir algo nuevo y misterioso. Mi corazón se apretó con una mezcla de emociones; sabía que este era un momento importante, una de esas charlas que se quedan grabadas en la memoria para siempre.

Me incliné un poco más y extendí los brazos hacia ella.

-Ven aquí, cielo- le dije con suavidad. Mía no dudó ni un segundo antes de dejarse envolver en mis brazos, y la levanté con facilidad, sosteniéndola cerca de mi pecho. La sentí acurrucarse en mí, buscando el calor y la seguridad que siempre le brindaba, y eso me dio fuerzas para seguir.

-Sí, Mía-respondí con calma, mientras acariciaba su cabello suave.-Alexia y yo nos hemos dado un beso porque estamos empezando algo muy bonito juntas.

Sentí su cuerpecito relajarse en mis brazos, como si mis palabras hubieran disipado cualquier temor o duda. Me atreví a mirarla directamente a los ojos, buscando en ellos algún rastro de inquietud, pero lo que encontré me dejó sin aliento. Los ojos de Mía se habían iluminado de alegría, su carita reflejaba una felicidad pura, y antes de que pudiera decir algo más, una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

-¡Eso me encanta!- exclamó con el entusiasmo contagioso que solo los niños pueden tener. Su voz se elevó, clara y fuerte-¡Yo también quiero muchísimo a Alexia!

Mi corazón dio un vuelco, lleno de una alegría tan inmensa que por un segundo me sentí flotando. Miré a Alexia, quien había estado observando la escena en silencio, y vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, pero no de tristeza, sino de pura emoción. Alexia sonrió, una de esas sonrisas que nacen desde lo más profundo del alma, y dio un paso adelante para unirse a nosotras.

Extendió su mano hacia Mía, y mi pequeña, sin dudarlo, la tomó con su manita. Era un gesto sencillo, pero para mí lo significaba todo. Era la aceptación, el amor, la promesa de que juntas formaríamos una nueva familia a nuestra manera, una que estaba llena de cariño y de posibilidades infinitas.

-¿Entonces vas a estar con nosotras siempre?-Preguntó mi hija con timidez.

Alexia se agachó un poco, acercándose más a Mía.

-Sí, Mía. Si tú y mami queréis, estaré con vosotras todo el tiempo que pueda, haciendo que cada día sea especial-Dijo Alexia con una sonrisa cálida.

Mía asintió con entusiasmo, como si acabara de recibir el mejor regalo del mundo. Yo, incapaz de contenerme más, las abracé a ambas, sintiendo una profunda paz interior. En ese momento, supe que habíamos dado un gran paso adelante. Las tres, unidas por la fuerza de un nuevo amor, estábamos listas para lo que viniera, porque mientras estuviéramos juntas, todo sería posible.
____

Por dios😭😭

Habrá drama pero vamos a atrasar eso un poco

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora