LXIX

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Aquella noche, después de un largo día lleno de emociones y risas, Mar y yo llevamos a Mía a su cama. La pobre ya estaba completamente agotada, y se notaba en sus ojitos entrecerrados mientras intentaba mantenerse despierta. Le arropamos con cuidado, asegurándonos de que estuviera cómoda, mientras Prince, su nuevo y pequeño amigo de cuatro patas, estaba ya acurrucado en la mantita que le habíamos puesto en el salón.

Bona nit, petita —le susurré, dándole un beso suave en la frente. Mar hizo lo mismo, susurrando su propio “te quiero” antes de apagar la luz de su mesita. Ambas salimos en silencio, cerrando la puerta suavemente para no despertarla.

Ya en nuestra habitación, fui la primera en meterme en la cama, hundiéndome entre las sábanas con un suspiro de alivio. Hoy había sido un día largo y emocionante, y el cansancio comenzaba a pasar factura. Desde la cama, observé cómo Mar, de pie frente al armario, empezaba a cambiarse de ropa. Su rutina nocturna me fascinaba; siempre tan meticulosa, doblando con cuidado cada prenda antes de ponerse su pijama.

Sin poder evitarlo, sonreí al verla quitarse la ropa y cambiarse, quedándose solo en sujetador y esos shorts de pijama que siempre me volvían loca. Con una chispa de travesura en los ojos, me incorporé un poco y, en un impulso, la rodeé con los brazos por la cintura, tirando de ella hacia la cama.

—¡Eh! —exclamó entre risas, completamente sorprendida por mi movimiento repentino.

—Ven aquí —le dije divertida, tirando de ella hasta hacerla caer sobre el colchón, justo a mi lado. Mar no tuvo tiempo de reaccionar antes de que la envolviera en un abrazo, aprovechando el calor de su cuerpo aún sin haber terminado de cambiarse.

—Ni siquiera me he terminado de poner el pijama —protestó con una sonrisa, aunque no parecía que le importara demasiado.

—No te hace falta —le respondí en tono burlón, mientras acariciaba su cintura, disfrutando de ese pequeño momento de intimidad.

Mar se inclinó sobre mí, sus labios rozando los míos con una ternura que me hacía sentir que el mundo se detenía. Cada beso suyo era un recordatorio del vínculo profundo que habíamos forjado, y justo cuando pensé que lo haría durar, se separó apenas un centímetro, dejándome con ganas de más. Sonreí de lado, incapaz de resistir la tentación de molestarla un poco.

—¿Sabes? —empecé con tono casual, sabiendo perfectamente lo que estaba por venir—. A veces eres un poco mala, dragona.

Mar soltó una risa suave, breve, pero la sorpresa en sus ojos se transformó rápidamente en una expresión de falsa resignación. Rodó los ojos con exasperación, ese gesto tan suyo que siempre me hacía sonreír, como si ya supiera que no podía escaparse de mis bromas. Sin decir nada, me apartó la cara cariñosamente, deslizando su mano sobre mi mejilla con una suavidad burlona.

—Por favor… —dijo, tratando de sonar molesta, pero no pudo evitar sonreír mientras lo hacía—. Eres insoportable.

Yo, divertida con su reacción, la observé desde la cama mientras ella volvía a incorporarse, su largo cabello cayendo por un lado, desordenado pero precioso como siempre. Me crucé de brazos sobre el pecho, levantando una ceja con un aire de satisfacción.

—Admites que soy tu insoportable favorita, ¿verdad? —le respondí con tono juguetón, inclinándome ligeramente hacia ella, intentando atraerla de nuevo para un beso.

Mar, rápida como siempre, esquivó mis labios con un movimiento ágil, alejándose justo en el último segundo. Se echó hacia atrás, manteniendo la distancia, aunque la sonrisa en su rostro revelaba que disfrutaba tanto como yo de esta pequeña provocación. Se cruzó de brazos y me miró con esos ojos grises que me encantaban, fingiendo estar enfadada, aunque el brillo travieso en su mirada la delataba.

—Te estás ganando el quedarte sin más besos esta noche, Alexia —me amenazó juguetona, arqueando una ceja con falso desafío.

Yo la observé desde cerca, tumbada, y no pude evitar que una risa se escapara de mis labios. Me encantaba cómo, incluso en esos momentos de pequeñas bromas, la conexión entre nosotras seguía siendo tan fuerte, tan natural. Esa facilidad para pasar del cariño más profundo a las bromas sin perder un ápice de amor y complicidad. Me acerqué hacia ella, mirándola con esa mezcla de ternura y picardía que ella siempre conseguía despertar en mí.

—¿Sin más besos? —pregunté, fingiendo incredulidad—. ¿A mí? ¿A tu reina?

Mar rodó los ojos de nuevo, pero esta vez la risa en su voz fue inconfundible.

—Dios, qué egocéntrica eres —bromeó, tratando de mantener la compostura, pero antes de que pudiera hacer algo más, aproveché la ocasión. Me lancé hacia ella, rodeando su cintura con mis brazos de nuevo. Mar soltó un pequeño grito de sorpresa, pero enseguida estalló en carcajadas mientras la rodeaba, medio vestida, con su pijama aún a medio poner y el sujetador que había llevado durante todo el día.

—¡Alexia! —protestó, aunque su risa me indicaba que no estaba realmente molesta—. Eres incorregible.

—Te lo advertí —le respondí con una sonrisa burlona mientras la mantenía atrapada entre mis brazos—. Me encanta hacerte rabiar.

Ella trató de zafarse de mí, pero no muy en serio. A pesar de la broma, la notaba relajada, cómoda. Sus manos se deslizaron por mis brazos, tratando de liberarse, pero cuando nuestros ojos se encontraron, su expresión cambió. La risa dio paso a una sonrisa suave, llena de esa calidez que solo Mar podía transmitir. Acarició mi mejilla, y yo dejé que mis brazos aflojaran un poco su agarre, dándole espacio para moverse, aunque ella se quedó ahí, tumbada debajo de mí.

—Te quiero… —dijo en voz baja, su tono ahora más suave.

—Me lo dices porque soy la reina, claro —respondí, volviendo al juego. Pero esta vez Mar no rodó los ojos, solo se inclinó hacia mí y me dio otro beso, uno más profundo, más lento. Ese tipo de beso que me hacía sentir como si todo estuviera en su lugar. Cuando se separó, nuestras respiraciones se entremezclaban, y me miró con esa expresión que me hacía saber que, aunque bromeara, realmente sentía lo mismo que yo.

—Dragona… —susurré, solo para molestarla un poco más.

Mar rodó los ojos, otra vez, apartando mi cara con su mano, pero lo hizo con tal ternura que solo me hizo reír más. Al final, acabamos juntas en el colchón, entre risas y caricias, sabiendo que, aunque bromeáramos, lo que sentíamos la una por la otra era inquebrantable.
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Vamos a tener más momentos de parejita en los siguientes capítulos que ya va tocando😝😝

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora