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La noche de la cena finalmente llegó, y la sala estaba llena de voces, risas y el ruido de cubiertos chocando contra los platos. Era un espacio enorme, dividido en secciones para cada equipo del club, y la energía en el ambiente era palpable. Las luces suaves iluminaban la habitación, creando un ambiente cálido y acogedor mientras todos se acomodaban en sus respectivas mesas.

Me senté con mis compañeras en una de las mesas destinadas a nuestro equipo. La charla entre nosotras era animada, llenada de bromas y recuerdos de momentos compartidos en la cancha. Pero a pesar de la diversión que me rodeaba, mi atención no podía evitar desviarse.

En una de las mesas, no muy lejos de la nuestra, estaba todo el cuerpo técnico. Y entre ellos, Mar. Mi mirada se dirigió hacia ella casi sin darme cuenta, como si hubiera un imán invisible que la atraía.

Mar estaba inmersa en una conversación con sus compañeros, y desde donde estaba, pude ver cómo sus ojos se iluminaban con diversión mientras hablaba. Sus gestos eran animados, y su risa, aunque apenas audible desde mi distancia, parecía llenar el espacio alrededor de su mesa. Había algo en la manera en que se desenvolvía, en cómo se integraba tan naturalmente en el grupo, que la hacía destacar, incluso en una sala tan llena de gente.

Me forcé a apartar la mirada, volviendo mi atención a la conversación que se desarrollaba en mi mesa. Pero era como si algo en mí estuviera inquieto, deseando volver a mirar en su dirección. Aunque intentaba concentrarme en lo que decían mis compañeras, la imagen de Mar seguía presente en mi mente, su risa, su expresión de genuina alegría, todo eso hacía que me sintiera aún más intrigada por ella.

Era extraño. No podía recordar la última vez que alguien había captado mi atención de esta manera, sobre todo alguien con quien había intercambiado tan pocas palabras. Pero había algo en Mar que me hacía querer conocerla más, entender qué era lo que la hacía reír de esa manera, qué historias podría contar, y cómo sería tener una conversación con ella sin las limitaciones del entorno profesional.

A lo largo de la cena, me encontré mirando en su dirección más veces de las que me gustaría admitir. Cada vez que lo hacía, veía a Mar inmersa en otra charla, siempre con esa mezcla de energía tranquila y divertida que la hacía tan fascinante. Y aunque sabía que era solo una observadora en ese momento, no podía evitar imaginar cómo sería estar sentada en su mesa, compartiendo esa conversación, siendo parte de ese pequeño mundo en el que ella parecía estar tan cómoda.

La cena continuó, las horas pasaron y las conversaciones se volvieron más relajadas a medida que la noche avanzaba. Pero incluso cuando estaba rodeada de la compañía de mis compañeras de equipo, mi mente seguía volviendo a Mar. Era como si, en esa gran sala llena de personas, ella fuera la única que realmente me interesaba descubrir.

El ambiente en la sala se llenó de un murmullo expectante cuando Joan Laporta, el presidente del club, se levantó para dar su discurso. Todas las conversaciones se fueron apagando poco a poco, dejando un silencio respetuoso mientras él comenzaba a hablar. Era el momento culminante de la noche, una tradición en la que se reconocía el esfuerzo y la dedicación de cada persona que formaba parte del club, desde los jugadores hasta el personal técnico.

—Quiero agradeceros a todos por el trabajo incansable que habéis realizado este año —comenzó Laporta, con su voz profunda y segura resonando en la sala—. Sin vuestro compromiso y esfuerzo, nada de lo que hemos logrado sería posible. Cada uno de vosotros, desde los jugadores hasta el cuerpo técnico, ha puesto todo de su parte para que este club siga siendo un referente.

Las palabras de Laporta se sentían sinceras, y mientras hablaba, me di cuenta de cuánto valoraba realmente formar parte de este equipo. Era fácil perderse en la rutina diaria de entrenamientos y partidos, pero en momentos como este, recordaba lo afortunada que era por estar aquí, rodeada de personas que compartían la misma pasión y dedicación.

—Este año ha sido especial —continuó Laporta—. Hemos superado retos, hemos aprendido lecciones y, sobre todo, hemos crecido juntos como club. Por eso, quería aprovechar esta ocasión para agradeceros personalmente todo lo que habéis hecho. De verdad, sois el alma de este club.

Un aplauso cálido recorrió la sala, y pude ver cómo todos los rostros a mi alrededor se iluminaban con sonrisas de orgullo. Era un reconocimiento merecido, y saber que formaba parte de algo tan grande y significativo me llenaba de una profunda satisfacción.

—Y para terminar —dijo Laporta, con un tono un poco más ligero—, quería avisaros de que la máquina expendedora de la sala principal no funciona, así que si queréis algo, utilizad la de arriba.

Una risa generalizada recorrió la sala ante ese comentario inesperado, y fue en ese momento cuando mi mirada, como si tuviera vida propia, se desvió hacia una persona en particular. Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, mis ojos ya estaban fijos en Mar, y para mi sorpresa, ella ya me estaba mirando, con una sonrisa divertida en los labios.

El encuentro visual fue breve, pero intenso. Algo en la forma en que Mar me miraba, con esa mezcla de complicidad y calidez, me dejó con una sensación extraña en el estómago. Era como si, en medio de toda esa multitud, hubiera una conexión silenciosa entre nosotras, un hilo invisible que nos unía aunque apenas hubiéramos hablado.

La cena continuó y, a medida que la noche avanzaba, las risas y las charlas con mis compañeras no faltaron. Eran momentos como este los que hacía que todo el esfuerzo valiera la pena. Disfrutábamos recordando anécdotas divertidas de los entrenamientos, riéndonos de los momentos más tensos que ahora parecían tan insignificantes, y compartiendo nuestras expectativas para la temporada que se avecinaba. Había una energía contagiosa en el aire, una sensación de compañerismo y unidad que hacía que todo pareciera posible.

Pero, a pesar de lo bien que la estaba pasando con mis compañeras, no podía evitar que mi mirada se desviara cada cierto tiempo hacia la mesa del equipo técnico. Y cada vez que lo hacía, mis ojos se encontraban con los de Mar, que estaba sentada con sus compañeros, charlando animadamente. Pero lo curioso era que cada vez que nuestras miradas se cruzaban, ella ya parecía estar observándome, como si también estuviera buscando esos momentos de conexión. Había algo en esas miradas que me hacía sonreír, una especie de juego silencioso que añadía un toque especial a la noche.

El tiempo pasó volando, y cuando me di cuenta, la cena estaba llegando a su fin. Las conversaciones se hicieron más relajadas, y el ambiente se llenó de una sensación de satisfacción y plenitud. Miré a mi alrededor, a mis compañeras que seguían bromeando y riendo, y me sentí afortunada de estar rodeada de gente tan increíble.

Pero al final de la noche, cuando la mayoría ya estaba levantándose de las mesas para salir, no pude evitar una última mirada en dirección a Mar. Y, como si lo hubiera estado esperando, ella también me miró. Esta vez, su sonrisa era más suave, casi como un adiós silencioso. Sentí un leve calor en el pecho, una sensación de que, aunque la noche había terminado, algo entre nosotras apenas estaba comenzando.

Mientras salía de la sala con mis compañeras, la sensación de la noche aún vibraba en el aire. Sabía que estos momentos quedarían grabados en mi memoria, no solo por las risas y el compañerismo, sino también por esa extraña e inesperada conexión con Mar, que había hecho que una simple cena de equipo se sintiera como algo mucho más significativo.
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En el siguiente va a pasar algo que hará que Alexia y Mar estén más juntas🤭

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora