Mar
Me desperté al sentir un pequeño movimiento a mi lado, acompañado por unos sollozos que me rasgaron el corazón. En medio de la penumbra de la habitación, lo primero que percibí fue la calidez del pequeño cuerpo de Mía, aún acurrucado contra el mío. Nos habíamos quedado dormidas en su diminuta cama, abrazadas como si al mantenernos cerca pudiera protegerla de cualquier mal que la aquejara.
Abrí los ojos lentamente, dejando que la oscuridad se desvaneciera mientras mis sentidos volvían a la vida. Lo primero que vi fue a Alexia, sentada en la pequeña silla al lado de la cama. Estaba profundamente dormida, su cuerpo encorvado en una posición que me hacía doler solo de verla. Su cuello torcido y la forma en que sus hombros caían me dijeron todo lo que necesitaba saber: debía estar en una incomodidad terrible, pero aun así, no se había movido de allí, velando por nosotras. Sentí una oleada de cariño y gratitud por ella, y una punzada de dolor al pensar en el sacrificio que estaba haciendo por quedarse a nuestro lado, incluso en ese estado.
Pero entonces, mi atención volvió a Mía, cuyas suaves lágrimas me hicieron volver a la realidad de inmediato. Aunque tenía los ojos cerrados, su carita estaba tensa, y su pequeña frente perlada de sudor. La fiebre seguía presente, su calor irradiaba desde su piel a través de la ropa de dormir, y su respiración era irregular, entrecortada por pequeños gemidos de dolor.
Con el corazón encogido, traté de no moverme bruscamente mientras me inclinaba hacia ella, acariciando su cabello húmedo con la esperanza de consolarla. Mi voz salió baja y suave, casi en un susurro, para no sobresaltarla.
—Cariño, ¿qué te pasa? —le pregunté, temiendo la respuesta, sintiendo la impotencia de no poder hacer más por aliviar su sufrimiento.
Mía abrió los ojos ligeramente, sus pestañas aún empapadas por las lágrimas. No podía soportar ver su expresión de dolor, me sentía desgarrada por dentro. Sus labios temblaron antes de que respondiera con un hilo de voz, apenas audible, pero lleno de un sufrimiento que parecía demasiado para alguien tan pequeño.
—Me duele mucho, mami... —murmuró, y su voz se rompió en otro sollozo, hundiendo su carita en mi pecho, buscando el consuelo que desesperadamente necesitaba.
Al escucharla, mi pecho se apretó tanto que sentí que apenas podía respirar. Cada palabra, cada lágrima, era un recordatorio de que no podía hacer lo suficiente para protegerla del dolor que la estaba atormentando. Era un sentimiento devastador, una impotencia que me quemaba por dentro. La fiebre, el malestar, todo parecía algo tan grande y yo tan pequeña frente a ello. Mi instinto me gritaba que debía hacer algo, pero las opciones eran limitadas, y eso me desesperaba.
Con cuidado, me acerqué más a ella, abrazándola con más fuerza, pero sin apretarla demasiado, temiendo que pudiera lastimarla aún más. Mi mano seguía acariciando su cabello, mientras le susurraba palabras tranquilizadoras, aunque no estaba segura de a quién intentaba calmar más, si a ella o a mí misma.
—Estoy aquí, Mía... Estoy aquí... —repetía, tratando de ser fuerte, tratando de transmitirle algo de paz, aunque por dentro me sentía al borde de la desesperación. Quería absorber su dolor, llevármelo todo, para que ella no tuviera que soportar ni un segundo más de sufrimiento. Pero no podía, y eso me estaba destrozando.
A medida que las lágrimas de Mía continuaban, cada sollozo atravesándome como una daga, comencé a mecerla suavemente, como si fuera una niña aún más pequeña de lo que era, como cuando era un bebé y todo lo que necesitaba era estar en mis brazos. Pero esta vez, me sentía terriblemente consciente de mis limitaciones. El dolor que Mía sentía era algo que no podía simplemente borrar con un abrazo o un beso. Era algo que me hacía sentir más vulnerable que nunca.
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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
RandomAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.