LXV

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Mar

Esa noche, tras un día lleno de risas, juegos y sorpresas, nos encontrábamos en la cama, un espacio de tranquilidad después del ajetreo. La conversación de Mía sobre el perro seguía dando vueltas en mi cabeza, como un eco persistente. Alexia y yo estábamos en nuestra rutina nocturna, pero el tema del perro se mantenía latente entre nosotras.

Alexia, con su cabello desparramado sobre la almohada, se giró hacia mí con una expresión pensativa.

—¿Qué piensas sobre la petición de Mía? —preguntó, su voz baja y calmada.

Me recosté en mi lado de la cama, mirando al techo mientras intentaba ordenar mis pensamientos. La idea de tener un perro era sin duda un gran cambio y una responsabilidad enorme, pero también podría traer muchas cosas positivas.

—Es un gran paso —comencé, intentando reunir mis pensamientos—. No solo sería un compromiso para nosotras, sino también para Mía. Un perro podría enseñarle responsabilidad y darle compañía, especialmente ahora que estamos construyendo una vida juntas.

Alexia asintió, y pude ver que estaba procesando la información con la misma seriedad que yo. Ella estaba claramente considerando cómo este cambio podría afectar a todos.

—Sí, podría ser una forma de unirnos más como familia —dijo, y al hacerlo, usó la palabra “familia” de una manera que resonó profundamente en mí.

Su uso del término me sorprendió, y mi corazón dio un pequeño salto. Giré mi cabeza hacia ella, mis ojos buscando los suyos en la penumbra de la habitación.

—¿Nos consideras una familia? —pregunté, intentando ocultar el temblor en mi voz. Era una pregunta que había estado en mi mente, pero no estaba segura de si era el momento adecuado para plantearla.

Alexia se ruborizó ligeramente, su sonrisa suave pero genuina. Hubo un instante de silencio mientras parecía buscar las palabras correctas.

—Sí—dijo finalmente—. Estamos construyendo algo significativo juntas. Y si añadimos un perro, podría ser una forma de hacer que nuestra conexión sea aún más fuerte.

Su respuesta me conmovió profundamente. Sentí una oleada de emoción y ternura al pensar en cómo estábamos construyendo algo tan sólido y hermoso. La idea de una familia, de un futuro juntas, era algo que había comenzado a tomar forma, y su respuesta solo lo afirmaba más.

No pude evitar dar el siguiente paso, uno que había estado rondando en mi mente pero que no me había atrevido a expresar hasta ahora.

—¿Qué piensas de mudarte conmigo? —pregunté, mis palabras saliendo con una mezcla de nervios y esperanza. La pregunta se sentía a la vez increíblemente significativa y terriblemente aterradora, pero también era un paso que sentía necesario.

Alexia se quedó en silencio por un momento, su sorpresa evidente. La expresión en su rostro cambió, pasando de la sorpresa a una sonrisa cálida y radiante que hizo que mi corazón latiera más rápido.

—Me encantaría —dijo finalmente, su voz llena de emoción—. Aunque es un gran paso, creo que podríamos hacerlo funcionar. Quiero estar contigo y con Mía, y creo que esto es lo correcto.

El alivio y la alegría que sentí en ese momento fueron abrumadores. La idea de tener a Alexia y a Mía en mi vida de manera tan permanente era algo que anhelaba. Sentí que estábamos en el camino correcto, construyendo algo real y duradero. Sin embargo, no queríamos dejar la conversación solo en eso.

—Entonces, ¿qué hacemos con el tema del perro? —preguntó Alexia con una sonrisa traviesa, interrumpiendo mis pensamientos. Su tono era ligero, pero había una chispa de curiosidad en sus ojos.

Me reí, sabiendo que estábamos en un punto en el que teníamos que equilibrar nuestras prioridades. Me encogí de hombros, tratando de contener la risa.

—Dejemos el tema del perro por ahora —dije—. Primero, tenemos que concentrarnos en mudarnos juntas y asegurarnos de que todo esté en orden.

Alexia soltó una risa suave y asintió, comprendiendo la necesidad de abordar nuestras prioridades de manera ordenada. El ambiente en la habitación se sintió más ligero y lleno de promesa. Nos acurrucamos bajo las sábanas, nuestras manos entrelazadas, y nos permitimos disfrutar de la calidez y el confort de nuestra cercanía.

Mientras nos envolvimos en el abrazo de la noche, me sentí increíblemente agradecida. La idea de mudarnos juntas y de construir una vida con Mía era emocionante y aterradora, pero en ese momento, el amor que compartíamos hacía que todo pareciera posible. La perspectiva de formar una familia y de tener a Alexia a mi lado era un sueño que estaba convirtiéndose en realidad.

Nos quedamos en silencio, disfrutando del simple hecho de estar juntas. La conversación había sido profunda y significativa, pero ahora era el momento de dejar que el silencio hablara por sí mismo. Con una sonrisa en los labios y un sentimiento de completa paz, me dejé llevar por la tranquilidad de la noche, sabiendo que estábamos dando un paso importante hacia un futuro lleno de amor y esperanza.

Alexia

La mañana siguió su curso habitual. Tras despertarnos, Mar y yo disfrutamos de un desayuno tranquilo con Mía, riendo y planificando el día. Después de llevar a Mía al colegio, nos dirigimos a nuestras respectivas ocupaciones, cada una sumida en sus responsabilidades diarias. La rutina, aunque repetitiva, me daba una sensación de estabilidad y normalidad que valoraba mucho.

Al llegar al vestuario, el bullicio y la energía de siempre me envolvieron. Mis compañeras estaban animadas y se preparaban para el entrenamiento con el entusiasmo característico que siempre les acompañaba. Mientras me cambiaba y me preparaba para salir al campo, Mapi, una de mis amigas más cercanas en el equipo, comenzó a hablar con entusiasmo.

—Chicas, tengo una noticia—exclamó, atrayendo la atención de todas—. La hermana de una amiga ha tenido una camada de perros salchichas. Si alguna está interesada, hay algunos cachorros disponibles.

El comentario de Mapi me llamó la atención de inmediato. Aunque la conversación continuó con otras chicas expresando interés y haciendo preguntas, yo no pude evitar pensar en la conversación que había tenido con Mar la noche anterior. Mía había mencionado su deseo de tener un perrito, y ahora, al escuchar sobre los cachorros, sentí que esto podría ser una señal.

Me quedé escuchando con más atención, intentando evaluar si alguno de los cachorros podría ser el adecuado para nosotros. Imaginé a Mía con un pequeño perrito salchicha, jugando en el jardín o acurrucándose con él en el sofá. La idea me hizo sonreír, pero también me sentí un poco nerviosa. Aceptar un perro no era una decisión que se tomara a la ligera, pero también sabía que esto podría ser una oportunidad perfecta para cumplir el deseo de Mía.

Cuando la conversación sobre los cachorros empezó a desvanecerse y a cambiar de tema, no pude evitar intervenir.

—Mapi —dije, acercándome a ella—, ¿puedes darme más detalles sobre esos cachorros? ¿Cuándo y dónde podríamos verlos?

Mapi me miró con curiosidad, y su entusiasmo creció al ver que estaba interesada.

—Claro —respondió—. La camada está en la casa de mi amiga. Si quieres, puedo ponerme en contacto con ella y organizar una visita.

Asentí, agradecida por la oferta. Mientras el grupo de chicas seguía con sus conversaciones y preparativos, mi mente seguía ocupada con la idea de los cachorros. Recordé cómo Mía había hablado de tener un perrito, y me imaginé la alegría en su rostro al recibir uno como regalo de cumpleaños. Aunque había mucho que considerar, sentí que este podría ser un paso importante para nuestra familia en crecimiento.

El entrenamiento comenzó, y mientras corría por el campo, no podía dejar de pensar en cómo Mar y yo íbamos a hablar sobre esta nueva posibilidad. La idea de traer un perrito a nuestras vidas me llenaba de una mezcla de emoción y nerviosismo, pero también me hacía sentir que estábamos tomando decisiones importantes para nuestro futuro juntos.
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Alexia resuelve

Gracias Mapi por:

SE MUDAAAAN🥹

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora