XXXIV

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Mientras esperábamos a Mar, me esforzaba por mantener la conversación con mi madre y Alba, aunque no podía evitar mirar hacia la puerta del bar cada pocos segundos. Los nervios habían vuelto, pero esta vez eran más una mezcla de anticipación y emoción.

Finalmente, la vi entrar. Llevaba puesta una chaqueta ligera y su cabello rizado caía libremente sobre sus hombros. Su rostro se iluminó al vernos, y noté que su sonrisa era amplia y genuina. Pero algo me sorprendió al instante: venía sola. No vi a Mía a su lado, y una ligera preocupación comenzó a crecer en mi interior.

Mar avanzó hacia nuestra mesa con su andar seguro y animado. Cuando llegó, saludó a Alba y a mi madre con esa energía extrovertida que siempre la caracterizaba. Su risa resonó en el bar mientras se presentaba, con su usual tono cálido y amigable que hacía que cualquiera se sintiera cómodo a su alrededor.

—Hola, soy Mar —dijo con entusiasmo, estrechando la mano de Alba primero, y luego la de mi madre—. Es un placer conoceros.

—El placer es nuestro, Mar—respondió Alba, devolviéndole la sonrisa y lanzándome una mirada cómplice—. Alexia nos ha contado algunas cosas, pero no tantas como nos gustaría.

Mar se rió suavemente, y pude notar cómo se relajaba al ver la acogida que le daban. Mi madre asintió, también sonriendo, claramente complacida con la calidez de Mar.

—Encantada de conocerte, Mar—dijo mi madre, con esa voz suave y cariñosa que sabía cómo poner a cualquier persona a gusto.

Mar llegó con su energía habitual, saludando alegremente a Alba y a mi madre. Su risa resonó por todo el jardín, y la vi bromear con Alba, como si nada estuviera fuera de lugar. Pero yo la conozco demasiado bien, y vi esa pequeña sombra en sus ojos, esa que no coincidía con su sonrisa radiante.

—¿Dónde está Mía?-Le pregunté en un susurro cuando se sentó a mí lado.

—Está con Pablo-Diji manteniendo la sonrisa pero no podía disimular que el brillo en sus ojos se desvaneció un poco.

Sentí cómo se me tensaba el pecho al escuchar esas palabras. Sabía que la situación con Pablo era complicada, lo sabía por la primera y última vez que lo había visto y como Mía estaba ese día. Sin decir nada, deslicé mi mano hacia la espalda de Mar y la acaricié suavemente, intentando hacerle sentir que estaba aquí para ella, que la apoyaba. Mar me sonrió, agradecida, y por un instante, vi cómo se rompía su fachada extrovertida, dejando entrever la vulnerabilidad que trataba de esconder.

Aunque la inquietud no me abandonaba, supe que lo mejor era estar a su lado, sin hacer preguntas, solo con mi presencia.

Mientras charlaba con Mar, me di cuenta de que Alba la observaba con una atención inusual. En un principio, pensé que simplemente estaba interesada en la conversación, pero pronto noté que su mirada estaba fija en un punto específico: los ojos de Mar. Me resultó curioso, así que seguí hablando con normalidad, esperando a ver si Alba decía algo.

Los ojos de Mar siempre habían sido un tema recurrente entre quienes la conocían. Ese gris tan poco común, que oscilaba entre el plateado y el azul ceniza dependiendo de la luz, tenía una cualidad casi hipnótica. No eran solo hermosos, sino también intensos, capaces de transmitir una profundidad emocional que a menudo dejaba a los demás sin palabras. Incluso yo, que la conocía desde hace un tiempo, me encontraba a veces perdida en su mirada, como si en esos ojos se escondiera un universo entero que solo ella entendía.

Alba, aún inmersa en su observación, finalmente rompió su silencio con una voz suave, casi como si no quisiera interrumpir lo que veía.

—Mar, tienes unos ojos... —titubeó un segundo, buscando las palabras—. Son increíbles. Nunca había visto un color así.

Mar, siempre modesta, rió ligeramente, pero su risa tenía un tono tímido, algo poco común en ella.

—Gracias, Alba. Siempre me dicen lo mismo, pero son solo ojos —respondió, encogiéndose de hombros con esa naturalidad que la caracterizaba, aunque noté una pequeña chispa de orgullo en su expresión.

Mientras observaba la interacción entre ambas, no pude evitar recordar todas las veces que esos ojos me habían afectado de una manera que pocas cosas podían. Había algo en ese gris tan enigmático que siempre me desarmaba. A veces, cuando Mar me miraba directamente, sentía como si pudiera ver más allá de mí, como si atravesara mis pensamientos y llegara a un lugar profundo que ni siquiera yo conocía del todo. Esa sensación me dejaba con el corazón acelerado, con un nudo en la garganta que nunca terminaba de deshacerse.

Alba, aún conmovida por lo que había visto, seguía lanzando miradas furtivas a Mar, como si intentara desentrañar el misterio detrás de esos ojos. Por mi parte, me descubrí también mirándola, incapaz de resistir la atracción de ese color tan raro y fascinante. A veces me preguntaba si Mar era consciente del efecto que tenía en los demás, si sabía que su mirada podía ser tan intensa que te hacía olvidar todo lo demás.

El sol de la tarde jugaba con su rostro, y cada rayo de luz que tocaba sus ojos parecía cambiar su tono, dándoles una nueva vida, un nuevo secreto que descubrir. Me sentí atrapada, como tantas otras veces, en la profundidad de esa mirada. Era un color que no solo te atraía, sino que también te envolvía, te atrapaba en una especie de trance del que no querías salir.

Mar seguía conversando con Alba, pero yo ya no escuchaba sus palabras. Estaba perdida en esos ojos grises, en ese abismo de plata que siempre lograba llevarme a un lugar más allá de lo que podía explicar. Sentí un cosquilleo en la nuca, una mezcla de nerviosismo y emoción, algo que siempre me pasaba cuando Mar me miraba de esa manera, cuando esos ojos me capturaban por completo.

Por un momento, me permití quedarme allí, disfrutando de la sensación, dejando que esos ojos grises me envolvieran una vez más. Porque, al fin y al cabo, era imposible no rendirse a ellos, no dejarse llevar por la magia que escondían.
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Ya caído fuerte fuerte😬

Ahora sí en unos capítulos se viene drama

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora