Alexia
Mientras terminamos de recoger la mesa, Mía ya había desaparecido hacia el sofá, probablemente buscando relajarse un poco después de la cena. Yo seguía a Mar hacia la cocina, dispuesta a ayudarla a meter los platos en el lavavajillas, cuando, de repente, sentí su mano detenerme por el brazo con suavidad. Me giré hacia ella, y ahí estaba, mirándome de una forma que no podía ignorar. Sus ojos grises, que solían ser tan cálidos y dulces, tenían una intensidad que me removió por dentro.
—Alexia —dijo Mar con una voz suave pero seria, sus ojos sin apartarse de los míos.
Por un momento, pensé que quería hablarme de algo más serio, algo sobre Mía. Pero lo que vi en su mirada era algo diferente, algo profundo, algo que parecía haber estado guardando durante un tiempo.
—Sé que estamos en la cocina, en pijama, y que esto no es precisamente el lugar más romántico —dijo, soltando una pequeña risa nerviosa mientras me agarraba las manos—, pero no puedo esperar más para decirlo.
Yo sentía el corazón acelerarse en mi pecho. Algo dentro de mí sabía lo que venía, pero aún así, no estaba del todo preparada para escucharlo.
—Estoy completamente enamorada de ti, Alexia-Dijo con nervios pero expresando todo lo que sentía.
El mundo se detuvo por un instante. Aquellas palabras, tan simples pero tan llenas de significado, resonaron en mi mente. No lo esperaba justo en ese momento, y sin embargo, no podría haber imaginado un lugar mejor para escucharlas. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente: una sonrisa apareció involuntariamente en mi rostro. Sentí cómo la calidez se extendía por mi pecho, como si todo mi ser hubiera estado esperando esas palabras.
Tomé suavemente el rostro de Mar entre mis manos, sosteniéndola con delicadeza pero con firmeza. La miré a los ojos, esos ojos que ahora brillaban con vulnerabilidad y honestidad.
—No importa dónde estemos ni cuándo lo digas, Mar. Lo bonito, lo romántico, es que esas palabras salgan de ti-Le respondí en un susurro.
Mar sonrió, sus ojos llenos de alivio y amor, y en ese instante, todo lo demás desapareció. Me incliné hacia ella y nuestras bocas se encontraron en un beso suave, lleno de ternura y de promesas no dichas. Era un beso que contenía todo lo que no podíamos expresar con palabras en ese momento. Sentí su calor, la forma en que sus labios encajaban con los míos, y me dejé llevar por esa sensación de estar, de verdad, conectada con alguien a un nivel tan profundo.
Cuando el beso terminó, no pude evitar sonreír de nuevo, una mezcla de diversión y felicidad pura, mientras acariciaba suavemente su mejilla.
—Yo también estoy enamorada de ti, dragona —dije, con una chispa de diversión en mi voz.
Mar rodó los ojos, fingiendo estar ofendida, pero no pudo evitar reírse, y su risa era lo que hacía que mi corazón se sintiera completo. La broma sobre ser una "dragona" había nacido de la imaginación de Mía, pero se había convertido en una especie de término cariñoso entre nosotras. Sabía que Mar lo entendía de esa manera, incluso aunque fingiera molestarse.
—¿Dragona? —repitió ella, arqueando una ceja—. Ya verás cuando Mía lo escuche, me va a terminar convenciendo de que tengo que sacar fuego por la boca.
Nos reímos juntas, y la sensación de bienestar, de paz, era indescriptible. En la intimidad de esa cocina, en pijamas y con los platos aún por lavar, nada más importaba. Solo nosotras, nuestras risas y ese amor que había crecido de una forma tan natural, como si hubiera estado destinado desde el principio.
Mar me rodeó con sus brazos, apoyando su frente contra la mía, y por un momento nos quedamos ahí, en silencio, disfrutando de la tranquilidad de estar juntas. Afuera, Mía seguía entretenida en el sofá, probablemente ajena al pequeño momento que acabábamos de compartir, pero no importaba.
Lo único que importaba era que, en ese momento, estábamos exactamente donde teníamos que estar.
Mar
Cuando regresamos al salón, la imagen que nos encontramos era tan tierna que casi me hizo suspirar. Mía estaba acurrucada en el sofá, con el pequeño Prince bien pegado a su costado. El cachorro, que durante todo el día había sido una pequeña bola de energía inagotable, ahora parecía haberse transformado en un angelito cansado, como si compartiera el mismo ritmo que su joven dueña. Mía lo abrazaba suavemente, y ambos dormían con una paz que llenaba la sala de una calma contagiosa.
—¿Te has dado cuenta? —dije en voz baja, inclinándome hacia Alexia mientras ambas observábamos la escena desde la entrada del salón—. Quien dijo que las mascotas se parecen a sus dueños no podría haber tenido más razón.
Alexia sonrió, sin apartar la mirada de Mía y Prince. Era increíble cómo ambos parecían sincronizarse tan perfectamente. Durante el día, Prince no paraba quieto, saltando de un lado a otro como si el mundo fuera una gran aventura por descubrir. Y Mía, con esa misma energía y curiosidad inagotable, le seguía el ritmo. Pero, en cuanto caía la noche, ambos se rendían al cansancio con la misma ternura, como si no pudieran funcionar uno sin el otro.
—Son tal para cual —respondió Alexia, su voz suave y llena de cariño.
Nos acercamos al sofá, con cuidado de no incordiar, y nos sentamos juntas al otro extremo. El salón estaba en penumbra, iluminado solo por la suave luz de la televisión que ya Mía había encendido antes de que nos diéramos cuenta. No hacía falta decir mucho más. Había algo en esa tranquilidad que era difícil de explicar, pero que ambas apreciábamos profundamente. Después de un día lleno de actividad, de risas y emociones, el silencio compartido tenía un valor especial.
Alexia se inclinó ligeramente hacia mí, y yo la rodeé con un brazo, dejándola descansar su cabeza en mi hombro. A veces, esos pequeños momentos, esos ratos en los que simplemente compartíamos espacio sin necesidad de palabras, eran los que más valoraba. Nos quedamos viendo la televisión, sin prestarle mucha atención realmente, más bien disfrutando de la compañía y de la calma.
De vez en cuando, Alexia dirigía la vista hacia Mía, como si quisiera asegurarse de que todo seguía bien, y en cada ocasión, no podía evitar sonreír. Yo también me sentía inundada por esa sensación de paz, viendo a mi hija tan tranquila junto a su pequeño amigo peludo. Había algo hermoso en todo aquello. La vida no siempre había sido fácil, pero momentos como estos me recordaban que, poco a poco, estábamos construyendo algo hermoso y duradero.
—Están agotados —susurré, observando cómo el pecho de Mía subía y bajaba con cada respiración, en perfecto ritmo con el pequeño Prince.
Alexia asintió, apoyando su cabeza más cómodamente en mi hombro.
—Es la vida perfecta de un cachorro —dijo en tono de broma, pero con una sonrisa que mostraba que, como yo, estaba disfrutando del momento.
Y así nos quedamos, sin más pretensiones, simplemente disfrutando del silencio, de la calidez del sofá y de la felicidad de tener a Mía y Prince a nuestro lado. Era uno de esos momentos simples pero perfectos, en los que todo parecía estar en su lugar, como si el mundo se hubiera alineado solo para nosotros esa noche.
____No se cuánto va a durar esto la verdad, pero yo sigo escribiendo ya veremos😜
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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
De TodoAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.