La cena fue un improvisado festín de sopa de letras, algo sencillo, pero lleno de calidez. Nos sentamos las tres en la mesa del comedor, que de repente parecía mucho más acogedora con Alexia ocupando un lugar junto a nosotras. Mía, emocionada por tener una invitada especial, no paraba de hablar. Su energía infantil llenaba el espacio con un brillo contagioso que hacía que todo se sintiera más vivo, más alegre.
—¡Mira! He encontrado la letra "M" en mi sopa —exclamó Mía, levantando su cuchara para mostrarle a Alexia, quien la observaba con esa sonrisa fácil que siempre lograba arrancarme una sensación de calidez.
—Eres toda una exploradora —respondió Alexia con entusiasmo, lo que provocó una risita encantada de Mía.
Yo observaba la escena en silencio, disfrutando de cada momento. Había algo en la naturalidad con la que Mía y Alexia interactuaban que me hacía sentir una paz profunda, una que no había experimentado en mucho tiempo. Era como si, por primera vez en mucho tiempo, todo encajara perfectamente en su lugar. No había tensiones, no había preocupaciones, solo el suave fluir de la conversación, las risas que llenaban la habitación y la comida que compartíamos.
Mía siguió parloteando sobre todo lo que le pasaba por la cabeza: su día en la escuela, los juegos que inventaba con sus amigos, e incluso un dibujo que quería hacer para Alexia la próxima vez que viniera. Cada palabra que salía de su boca estaba cargada de esa energía pura y sincera que solo los niños poseen. Y cada vez que Mía decía algo, Alexia la escuchaba con una atención que me conmovía profundamente.
No pude evitar sonreír mientras escuchaba esa conversación, dejando que la risa suave escapara de mis labios. Me sorprendió lo fácil que era sentirme en paz en ese momento, como si el simple acto de compartir una comida y escuchar la voz emocionada de mi hija pudiera desterrar cualquier preocupación que hubiera arrastrado a lo largo del día. Alexia tenía una manera de integrarse tan naturalmente en nuestras vidas, que el comedor, esa noche, se sentía completo de una forma que no había sentido en mucho tiempo.
La risa de Mía llenaba la habitación, y cada tanto Alexia se unía, sus risas entremezclándose como si fueran una melodía perfectamente armonizada. A medida que pasaba el tiempo, la conversación continuaba fluyendo, y la paz dentro de mí se asentaba más profundamente. Era un sentimiento cálido, como si estuviera envuelta en una manta suave, segura y protegida de todo lo demás. No recordaba la última vez que me había sentido tan tranquila, tan plena.
Mientras observaba a Mía y Alexia compartir historias y risas, me di cuenta de que ese era el tipo de momento que había echado de menos durante tanto tiempo. No había grandes gestos ni palabras complicadas, solo la simplicidad de estar juntas, de disfrutar de la compañía mutua y de sentir que, por primera vez en mucho tiempo, todo estaba bien. Mía estaba feliz, Alexia estaba aquí, y yo... yo sentía que había encontrado algo que ni siquiera sabía que estaba buscando.
—¿Quieres más sopa, Alexia? —preguntó Mía, con una seriedad adorable mientras extendía la mano hacia la olla.
—Creo que con un poco más estaré perfecta—contestó Alexia, siguiendo el juego.
Mía, le tendió con cuidado su plato con la sopa que le había sobrado, y ambas intercambiaron una mirada cómplice que me hizo sonreír de nuevo. Era increíble cómo dos personas podían cambiar por completo el ambiente de un hogar con su risa y su conversación.
Al final de la cena, cuando los platos estaban vacíos y las risas todavía resonaban en el aire, me sentí agradecida por ese momento. Agradecida por Mía, por Alexia, y por la paz que había encontrado en lo cotidiano, en lo simple. Y mientras limpiábamos la mesa juntas, no pude evitar pensar que, tal vez, esa noche era solo el comienzo de algo más. Algo que, con el tiempo, crecería y florecería en nuestras vidas, trayendo consigo más noches como esta, llenas de risas, de calidez y de esa paz que tanto había anhelado.
Alexia
Mientras me preparaba para marcharme, no podía evitar que una sonrisa se aferrara a mi rostro. Había algo en esa noche que me había dejado una impresión duradera, algo que no podía deshacerme ni siquiera si lo intentara. La calidez de la cena, las risas compartidas con Mía y Mar, y esa sensación de estar en un lugar donde me sentía realmente bienvenida y valorada... todo había combinado para crear una experiencia que no se borraría fácilmente de mi memoria.
Me despedí de Mía primero, quien me ofreció un abrazo afectuoso, con sus pequeños brazos rodeándome de una manera que me hizo sentir especial. La sinceridad en su abrazo, el brillo en sus ojos mientras me deseaba buenas noches, eran una mezcla de ternura y alegría que solo los niños saben ofrecer.
—Espero verte pronto, Alexia —dijo con entusiasmo.
—Claro que sí, Mía. Yo también espero verte pronto —le respondí, acariciando su cabello con una mano, mientras mi sonrisa se ensanchaba aún más.
Luego me volví hacia Mar, que estaba en la puerta, acompañándome mientras me dirigía hacia el vestíbulo. A medida que me acercaba a ella, sentí una mezcla de gratitud y felicidad que no sabía cómo expresar completamente. Había algo en la manera en que Mar me había hecho sentir tan cómoda, tan aceptada, que no podía dejar de sonreír.
—Gracias por la cena y por dejar que me quede, Mar—dije, con una sinceridad que sabía que iba más allá de las palabras.
Mar me sonrió con esa calidez que había comenzado a reconocer como una parte de su naturaleza. Su sonrisa era contagiosa, y me hizo sentir que había encontrado algo en común con ella, algo que iba más allá de la simple amistad.
—No tienes que agradecer, Alexia. Ha sido un placer tenerte aquí. Me alegra mucho que hayas disfrutado-Dijo con esa sonrisa que estaba empezando a causarme sentimientos que me asustaban.
A medida que nos despedíamos en la puerta, Mar me dio un ligero abrazo, un gesto de afecto que me hizo sentir aún más conectada con ella. Mi corazón estaba lleno de una mezcla de emociones que no podía explicar del todo, pero que sabía que eran profundamente positivas.
—Nos vemos pronto —le dije, todavía con esa sonrisa que parecía ser parte de mí en ese momento.
—Sí, nos vemos —respondió Mar, con un brillo en sus ojos que parecía decir que la puerta siempre estaría abierta.
Salí de la casa, caminando hacia mi coche con una ligereza en mis pasos que no había sentido en mucho tiempo. La noche era fresca y tranquila, y el cielo estrellado parecía reflejar mi estado de ánimo. Mientras conducía de regreso a casa, no podía evitar que mi mente se llenara de recuerdos de la cena: las risas de Mía, la calidez de Mar, y esa sensación de pertenencia que me había envuelto durante toda la noche.
La sonrisa en mi rostro no se desvanecía, y a pesar de la noche que se adentraba, me sentía increíblemente viva. Había algo en la manera en que Mar y Mía me habían recibido que había tocado una fibra profunda en mí. No era solo la cena en sí, sino el simple hecho de compartir momentos tan auténticos y sencillos, que habían hecho que el tiempo pareciera detenerse por un rato.
Al llegar a casa, me detuve un momento frente a la puerta, dejando que el silencio de la noche me envolviera. Sabía que mi sonrisa seguiría en mi rostro mientras me preparaba para dormir. La noche había sido especial, y esa sensación de alegría y satisfacción era algo que llevaba conmigo. Aunque era tarde, me sentía renovada, como si hubiera descubierto algo que había estado esperando durante mucho tiempo.
Con una última mirada hacia las estrellas, entré en mi casa, y aunque sabía que el día siguiente traería sus propios desafíos, me sentía lista para enfrentarlos con una sonrisa, gracias a una noche llena de risas, afecto y una calidez que no podía negar.
____Más monas todas🥹

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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
DiversosAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.