Mar
Cada domingo a las seis de la tarde, solía repetir el mismo recorrido hacia la casa de Pablo. No era solo una rutina; era un momento cargado de emociones, una mezcla de nostalgia y determinación que me invadía cada vez que llegaba el final de la semana. Aquel domingo no era diferente, o al menos, eso quería pensar mientras conducía con Alexia a mi lado. Su presencia se había vuelto una constante en mi vida, una especie de ancla que me mantenía firme, especialmente en esos días en que todo parecía un poco más pesado.
El camino fue en silencio la mayor parte del trayecto, solo el sonido del motor rompía la quietud del ambiente. A pesar de la tranquilidad aparente, sentía un nudo en el estómago, una ligera ansiedad que siempre aparecía cuando estaba por recoger a Mía. No es que hubiera motivo para estar nerviosa, pero los pensamientos sobre cómo había estado, qué había hecho, si había pensado en mí, siempre revoloteaban en mi cabeza.
Alexia, como si pudiera leer mi mente, apretó suavemente mi mano. Era un gesto sencillo, pero suficiente para recordarme que no estaba sola en esto. Últimamente pasábamos casi todo el tiempo juntas, y no sabía cómo habría manejado todo sin ella. Su apoyo era algo que nunca supe que necesitaba hasta que lo tuve.
Al llegar a la puerta de la casa de Pablo, algo en el aire me pareció distinto. No podría explicarlo, pero sentía una inquietud, una especie de electricidad que hacía que mi piel se erizara. Intenté apartar esos pensamientos irracionales y me acerqué a la puerta. Como siempre, llamé al timbre y esperé. Unos segundos pasaron, pero parecieron minutos. No hubo respuesta.
Volví a llamar, esta vez con más insistencia. El silencio del otro lado empezaba a inquietarme. Miré a Alexia, buscando en su expresión alguna señal de que todo estaba bien, que solo me estaba preocupando de más. Pero ella me devolvió una mirada seria, reflejando lo que empezaba a sentir: algo no estaba bien.
Con el corazón acelerado, saqué mi teléfono del bolso y marqué el número de Pablo. Mientras escuchaba los tonos de llamada, intentaba convencerme de que no era nada, que tal vez se habían retrasado en alguna parte o estaban en el patio trasero y no escuchaban el timbre. Pero el tono siguió sonando, y la llamada fue al buzón de voz. No pude evitar que mi mente empezara a imaginar lo peor.
—No contesta —le dije a Alexia, tratando de mantener la calma en mi voz, pero sentí que empezaba a quebrarse.
Ella frunció el ceño y asintió, tomando el control como solía hacer cuando veía que me estaba desmoronando. Tomó mi teléfono e intentó llamarlo de nuevo, pero el resultado fue el mismo: solo el frío silencio de una llamada sin contestar.
En ese momento, el miedo me golpeó de lleno. Me obligué a recordar que Pablo era responsable, que nunca dejaría de contestar sin una razón válida. Pero esa misma responsabilidad era la que me hacía dudar más. Si no contestaba, si no estaban allí, entonces algo debía haber pasado.
—¿Y si…? —empecé a decir, pero Alexia me interrumpió, su voz firme y decidida.
—Vamos a averiguar qué está pasando —dijo, su mano aún sosteniendo la mía, como si al mantener el contacto pudiera transferirme algo de su calma.
Asentí, aunque en mi interior sentía que me estaba desmoronando. Intenté pensar con claridad, pero era difícil cuando cada segundo que pasaba sin saber nada de Mía, sin saber si estaba bien, se sentía como una eternidad.
Me acerqué de nuevo a la puerta y volví a llamar al timbre, esta vez con más fuerza. Golpeé la puerta, esperando escuchar cualquier sonido, un movimiento, una voz. Pero la casa permanecía en silencio, como si estuviera vacía. La noche empezaba a caer lentamente, y con cada minuto que pasaba, la oscuridad parecía envolver no solo el exterior, sino también mi mente.
No pude evitar que las peores ideas empezaran a cruzar mi cabeza. ¿Y si algo les había pasado? ¿Y si estaban heridos y no podían contestar? Traté de apartar esos pensamientos, de centrarme en lo que debía hacer. Debía mantener la calma, pensar con claridad, encontrar una solución.
—Voy a buscar por la parte de atrás —dije, aunque no estaba segura de que mi voz sonara tan decidida como quisiera.
Alexia asintió y me siguió mientras rodeábamos la casa. No pude dejar de mirar por las ventanas, buscando cualquier señal de vida en el interior. Pero todo estaba oscuro, como si no hubiera nadie. Intenté abrir la puerta trasera, pero estaba cerrada con llave. Golpeé también allí, llamando por sus nombres, pero no obtuve ninguna respuesta.
La sensación de impotencia se intensificó. No sabía qué hacer, no sabía dónde estaban, y cada minuto que pasaba sin noticias de ellos era una tortura. Me apoyé contra la pared, sintiendo cómo la desesperación empezaba a apoderarse de mí.
—Mar, vamos a encontrar a Mía ¿vale? —me dijo Alexia, su voz suave pero firme.
Intenté agarrarme a sus palabras, a la certeza que parecían ofrecer, pero el miedo seguía allí, latente. Tomé una respiración profunda, tratando de calmarme, de pensar en los siguientes pasos. Pero no pude evitar sentir que, con cada segundo que pasaba, algo se nos escapaba, algo que tal vez sería irrecuperable.
Finalmente, decidí que lo mejor sería llamar a la policía, aunque parte de mí se resistía, como si al hacerlo confirmara que algo realmente malo había sucedido. Sin embargo, sabía que no podía quedarme allí esperando sin hacer nada. Si había una posibilidad de que Mía estuviera en peligro, debía actuar ahora.
Con el teléfono en mano, marqué el número, mi corazón latiendo con fuerza mientras escuchaba los tonos de llamada. Alexia se quedó a mi lado, su presencia un ancla que me mantenía unida a la realidad, mientras me preparaba para lo que fuera que viniera después.
Nunca había sentido tanto miedo como en ese momento, y solo podía esperar que todo aquello fuera un malentendido, que pronto escuchara la risa de Mía y viera su sonrisa cuando abriera la puerta. Pero mientras esperaba que alguien contestara al otro lado de la línea, no pude evitar que el frío de la noche se colara en mis huesos, como un presagio de que algo realmente malo estaba ocurriendo.
____¿Que ha pasado?😬
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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
LosoweAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.