XXIII

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El coche avanzaba lentamente por las calles silenciosas de la ciudad, iluminadas solo por las farolas y los ocasionales faros de otros vehículos que pasaban de largo. Mía, profundamente dormida en mis brazos, respiraba con un ritmo pausado, su pequeño cuerpo relajado y completamente confiado. Mientras acunaba su cabecita contra mi hombro, no podía evitar sentirme inundada por una mezcla de cansancio y felicidad. Había sido un día increíble, lleno de momentos que atesoraría para siempre.

Alexia conducía con una calma que parecía reflejar el ambiente del coche, mientras Jana observaba el paisaje nocturno con una expresión tranquila en el asiento del copiloto. La energía vibrante y ruidosa del partido había dado paso a una serenidad que nos envolvía a todas, una paz que se sentía especialmente reconfortante después de la intensidad del día.

Finalmente, Alexia tomó un desvío que nos llevó hacia la calle de Jana. Cuando se estacionó frente a su casa, Jana se giró hacia nosotras con una sonrisa suave, sus ojos llenos de un brillo cálido.

-Ha sido un día increíble-dijo en voz baja, cuidando de no despertar a Mía. Me devolvió la sonrisa, y en ese momento sentí una conexión profunda con ella, un entendimiento tácito de lo mucho que habíamos disfrutado todas juntas.

-Sí, lo ha sido, Mía se lo ha pasado genial contigo, y yo también-respondí con sinceridad, mi voz un poco apagada por el cansancio, pero llena de gratitud.

Jana asintió y, sin hacer más ruido del necesario, abrió la puerta del coche para salir. Al bajar, nos lanzó una última mirada de despedida, levantando la mano en un gesto amistoso antes de dirigirse a la puerta de su casa. La vi desaparecer en la oscuridad con una sensación de satisfacción, sabiendo que había sido un día especial para todas nosotras.

Mientras Alexia y yo permanecíamos en silencio, el coche se mantuvo encendido, el motor emitiendo un suave zumbido que llenaba el espacio vacío entre nosotras. Me incliné un poco para ajustar a Mía en mis brazos, cuidando de no despertarla, aunque sabía que estaba tan profundamente dormida que ni siquiera el ruido del tráfico la hubiera perturbado.

Fue entonces cuando Alexia rompió el silencio, su voz suave pero llena de intención.

-¿Cuál es la dirección de la casa de su padre?-Preguntó Alexia con un tono calmado.

Su pregunta me tomó por sorpresa. La miré, parpadeando mientras procesaba lo que acababa de decir. ¿Realmente se estaba ofreciendo a llevar a Mía directamente a casa de Pablo? Aunque la oferta era tentadora, una parte de mí no quería cargarla con más responsabilidad. Después de todo, ya había hecho mucho por nosotras ese día.

-No te preocupes, Alexia. No es necesario, de verdad. Puedo llevarla yo misma a casa de Pablo-respondí con un tono suave, tratando de no parecer ingrata, pero sabiendo que podía manejarlo por mi cuenta.

Sin embargo, Alexia no era del tipo que aceptara un “no” fácilmente, y eso era algo que me gustaba de ella. Giró un poco la cabeza hacia mí, sus ojos brillando con esa chispa de determinación que había llegado a admirar.

-Mar-comenzó, con una sonrisa divertida dibujándose en sus labios-no te pongas a replicar ahora. Dime la dirección,  será más fácil para ti.

Me quedé mirándola, sintiendo cómo una mezcla de calidez y gratitud se apoderaba de mí. Había algo en su tono, en la firmeza cariñosa de sus palabras, que hacía que mis defensas se desmoronaran. No era solo que quisiera ayudar, era que realmente se preocupaba, y eso me llegaba al corazón de una manera que no podía ignorar.

Solté un suspiro resignado, pero también agradecido.

-Está bien… Te lo agradezco, Alexia. De verdad, gracias- murmuré, dándole la dirección de Pablo mientras ella asentía, ya moviendo el coche hacia la carretera de nuevo.

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora