XI

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Cada día que pasaba, el dolor en mi rodilla no parecía dar tregua. Aunque trataba de mantenerme positiva y seguir las indicaciones de Mar, no podía evitar sentir una creciente frustración. La constante molestia en mi pierna se había convertido en un recordatorio constante de mis limitaciones, y cada paso que daba parecía llevar consigo una carga de preocupación.

A lo largo de los últimos días, había estado yendo a la Ciutat Esportiva regularmente para ver a Mar. A pesar de lo que podría parecer, esos encuentros con ella, que deberían estar centrados en la rehabilitación, tenían un efecto sorprendentemente liberador. Mar tenía una habilidad especial para disipar las tensiones, para hacer que el tiempo en su sala de fisioterapia no solo fuera sobre tratamiento, sino también sobre encontrar un respiro de las presiones diarias.

Cada sesión con ella me ofrecía un alivio inesperado. Su actitud profesional y su calidez no solo ayudaban a mi rodilla, sino que también parecían aliviar las presiones que se acumulaban en mi mente. Las charlas, a menudo acompañadas de anécdotas y pequeñas dosis de humor, me permitían desconectarme de la constante preocupación y enfocarme en algo más positivo.

Sin embargo, había algo en todo esto que me desconcertaba. No solo era el alivio físico que experimentaba, sino la manera en que Mar parecía tener un efecto casi mágico sobre mi estado emocional. La forma en que me hacía sentir en sus sesiones contrastaba de manera tan marcada con la ansiedad que sentía al enfrentar mi posible cirugía. Era como si, al estar con ella, pudiera dejar de lado temporalmente la pesada carga de mi rehabilitación y de mis miedos.

Lo que me inquietaba no era solo el dolor persistente en mi rodilla, sino el sorprendente consuelo que encontraba en la compañía de Mar. Era raro sentirme tan aliviada en un entorno que debía ser, en teoría, un recordatorio constante de mis limitaciones. Más aún, me asustaba un poco darme cuenta de cuán dependiente me estaba volviendo de esa sensación de paz que Mar parecía proporcionarme. Era como si su presencia tuviera el poder de transformar mi ansiedad en tranquilidad, lo que a su vez me dejaba preguntándome sobre la profundidad de ese alivio.

A pesar de que Mar siempre mantenía una actitud profesional, había una empatía y una atención en su trato que me hacían sentir comprendida más allá de la fisioterapia. Me daba cuenta de que mi bienestar no solo dependía de los tratamientos físicos que recibía, sino también de cómo esas sesiones influían en mi estado mental.

Al final del día, me encontraba en una encrucijada. La combinación de la persistencia del dolor y el consuelo inesperado que encontraba en las sesiones con Mar me dejaba con sentimientos encontrados. No sabía cómo manejar la dependencia emocional que estaba empezando a sentir, y la idea de enfrentar una posible cirugía sin el refugio de esas sesiones me preocupaba.

Así, mientras trataba de equilibrar el dolor físico con la creciente necesidad emocional que había comenzado a desarrollar hacia Mar, no podía evitar preguntarme cuánto de esta situación era el resultado del tratamiento en sí y cuánto era debido a mi propia respuesta emocional. La forma en que Mar parecía hacerme sentir era a la vez un consuelo y un enigma, un recordatorio de lo complicado que podía ser enfrentar no solo el dolor físico, sino también las emociones que venían con él.

...

El día de la cirugía finalmente llegó, y a pesar de que la artroscopia es una intervención menor, no podía evitar sentir una mezcla de nerviosismo y temor. Sabía que era un procedimiento relativamente pequeño comparado con otras cirugías, pero el simple hecho de enfrentar una operación era suficiente para llenar mi mente de incertidumbres.

Desde que Mar me explicó la necesidad de la artroscopia, había tratado de mantenerme positiva y enfocada en el hecho de que esto era un paso hacia mi recuperación. Sin embargo, el miedo seguía presente, oculto en cada rincón de mis pensamientos. La idea de estar en la mesa de operaciones, incluso durante un procedimiento considerado rutinario, me hacía sentir vulnerable y ansiosa.

La mañana de la cirugía, el hospital estaba lleno de la típica actividad y ruido que preceden a cualquier operación. Me encontraba en la sala de espera, con mi madre y mi hermana a mi lado, tratando de ofrecerme palabras de aliento. La presencia de ellas me proporcionaba un alivio que no había anticipado. Era una sensación reconfortante tener a mis seres queridos cerca, su apoyo me hacía sentir menos sola en ese momento de incertidumbre.

Mi madre, con su actitud calmada y tranquilizadora, me tomó de la mano y me miró con una sonrisa que trataba de ser tranquilizadora. Su confianza en que todo saldría bien era contagiosa, y aunque mi mente seguía tambaleándose entre la ansiedad y el deseo de tener todo bajo control, su presencia era un bálsamo para mi inquietud.

Mi hermana, por su parte, estaba un poco más animada, tratando de hacerme reír con pequeñas bromas y comentarios sobre lo que haríamos juntos una vez que todo pasara. Su energía ligera y su capacidad para distraerme de mis pensamientos más oscuros eran exactamente lo que necesitaba en ese momento.

Cuando llegó el momento de prepararme para la operación, me sentí agradecida por el consuelo de mi familia. El personal médico era profesional y amable, pero era la presencia de mi madre y mi hermana la que realmente me ayudaba a mantener la calma. Sus palabras de aliento y su actitud positiva me daban un sentido de normalidad y esperanza en medio de la ansiedad.

Finalmente, me llevaron al quirófano, y mientras me acomodaba en la mesa de operaciones, traté de centrarme en las imágenes tranquilizadoras de mi familia esperándome afuera. Sabía que el procedimiento no duraría mucho y que el equipo médico estaba altamente capacitado, pero el miedo seguía presente en un rincón de mi mente.

El último pensamiento consciente antes de que la anestesia comenzara a hacer efecto fue una mezcla de gratitud y esperanza. La presencia de mi madre y mi hermana había sido el ancla que me mantenía centrada y me ayudaba a enfrentar la cirugía con una dosis de tranquilidad. Aunque el miedo a lo desconocido seguía presente, sentía que estaba dando un paso importante hacia la recuperación, y eso me daba una razón para seguir adelante con optimismo.

Cuando desperté en la sala de recuperación, la primera imagen que vi fue la de mi madre y mi hermana esperando ansiosamente a mi lado. Sus sonrisas y sus abrazos me hicieron sentir un peso menos en los hombros, como si la cirugía y todo lo que había implicado se desvanecieran en el contexto de su apoyo incondicional.

A medida que el anestésico comenzaba a desvanecerse y me sentía más alerta, me di cuenta de que, aunque el camino hacia la recuperación aún tenía desafíos, no estaba sola en él. La fortaleza y el amor de mi familia eran el apoyo más valioso que podía tener, y con ellos a mi lado, me sentía lista para enfrentar lo que viniera a continuación en mi proceso de sanación.
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En nada subo el siguiente paciencia😝

Alexia está empezando a sentir algo por Mar 🤭

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora