LXIII

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Mar

Estaba en la cocina con Eli, compartiendo una conversación amena y ligera. Entre risas y anécdotas, me sentía aliviada de estar construyendo una relación tan agradable con ella. La verdad, lo agradecía más de lo que habría imaginado. En mi relación anterior, la madre de Pablo había sido una pesadilla; una arpía que siempre encontraba la manera de hacerme sentir incómoda, nunca fue fácil lidiar con ella. Así que poder estar con Eli, reír juntas, compartir pequeños momentos cotidianos, me hacía sentir una calma que no había experimentado antes. Sentía que, por fin, había encontrado un lugar donde pertenecer.

En medio de la conversación, Eli me contaba sobre algunos recuerdos de Alexia cuando era pequeña. De vez en cuando, me sorprendía la similitud entre la niña que me describía y la mujer que conocía ahora. Parecía que, aunque Alexia había madurado mucho, había mantenido esa esencia alegre y protectora.

En ese momento, la puerta de la cocina se abrió ligeramente, y apareció Alba, entrando con su típica energía despreocupada. Le sonreí y, antes de que pudiera sentarse con nosotras, le pregunté:

—¿Mía os está dando mucha guerra ahí fuera?-Le pregunté divertida.

Alba se rió, negando con la cabeza, y me miró con esa chispa traviesa que siempre tenía en los ojos.

—Para nada. En realidad, se ha quedado completamente dormida —dijo con un tono de sorpresa divertida.

Me detuve un momento, un poco incrédula. ¿Mía, durmiendo? Y tan pronto, además. Esa niña parecía tener energía ilimitada, y más cuando no había hecho su rutina de entrenamientos. Dudaba que hubiera pasado suficiente tiempo para que se cansara.

—¿Dormida? —pregunté, casi para confirmarlo, mientras me levantaba lentamente de la mesa—. Eso es imposible.

Las risas continuaron en la cocina, pero mi curiosidad era más fuerte, así que decidí salir para comprobarlo por mí misma. Salí de la cocina y, al asomarme al salón, una imagen tan tierna me golpeó el corazón que tuve que detenerme en seco.

Allí estaban, Alexia y Mía, ambas profundamente dormidas en el sillón. Mía, con su pequeña figura acurrucada sobre Alexia, había caído en el sueño, su respiración suave y constante llenaba la habitación de una serenidad reconfortante. Pero lo que me sorprendió más fue ver que Alexia, mi incansable Alexia, también se había quedado dormida, su cabeza ligeramente apoyada en el respaldo del sofá, con un brazo envuelto protectora y naturalmente alrededor de Mía.

La escena me desarmó por completo. El corazón se me llenó de una mezcla de ternura y gratitud que era difícil de describir. Mi hija, la niña que siempre parecía tener energía para dar y regalar, estaba profundamente dormida en los brazos de la mujer que amaba. Y Alexia, que había estado agotada estos últimos días entre entrenamientos, visitas al hospital y noches poco descansadas, finalmente se había rendido al cansancio, pero lo había hecho de una manera tan hermosa.

Me quedé ahí unos segundos, observándolas sin moverme, sintiendo cómo cada centímetro de mi ser se llenaba de amor por ambas. Alexia y Mía parecían hechas la una para la otra, como si de algún modo, el universo hubiera trazado este camino para que, finalmente, nuestras vidas se entrelazaran de esta manera. Y en ese momento, supe que no quería nada más en el mundo. Todo lo que había soñado, todo lo que había deseado, estaba justo ahí, frente a mí.

Sonreí para mí misma y me acerqué un poco más, intentando no hacer ruido, como si al hacerlo pudiera romper la magia de ese instante. Me incliné un poco hacia adelante, y mi corazón dio un vuelco al ver la calma que irradiaban ambas, ese tipo de calma que solo el amor verdadero podía traer.

𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora