Era domingo por la mañana, uno de esos días que siempre traen consigo una mezcla de tranquilidad y rutina familiar. Para mí, esos días tenían un significado especial porque tocaba recoger a Mía. Había esperado toda la semana por este momento, y aunque el trabajo con Alexia y los demás jugadores era importante, nada me importaba más que el tiempo que pasaba con mi hija.
Conduje hasta la casa de Pablo, disfrutando del sol que empezaba a calentar suavemente la mañana. Cuando llegué, apenas toqué el timbre y ya podía escuchar el sonido inconfundible de Mía corriendo hacia la puerta. No había nada como esa sensación, ese momento en el que la veía aparecer con una sonrisa tan grande que parecía que su pequeño rostro no podía contenerla.
La puerta se abrió de golpe y ahí estaba ella, Mía, con sus rizos rubios desordenados y sus ojos brillando de emoción.
—¡Mami! —gritó, lanzándose a mis brazos con una energía contagiosa, como hacía siempre.
—Hola, mi niña —le respondí, abrazándola fuerte y levantándola en el aire, disfrutando de su risa alegre—. ¿Estás lista para irnos?
Mía asintió con entusiasmo, casi saltando en mis brazos de lo emocionada que estaba.
—¡Sí!—Gritó emocionada.
-Pero primero, despídete de papá, que seguro también quiere darte un abrazo-Dije viendo a Pablo en el umbral de la puerta.
Mía se giró rápidamente y corrió hacia Pablo, quien la miraba con una sonrisa en el rostro. Siempre había sido un buen padre, y aunque las cosas no habían funcionado entre nosotros, me alegraba ver la relación que tenía con nuestra hija.
—Adiós, papi —dijo Mía, abrazando sus piernas.
—Adiós, princesa. Pásatelo muy bien con mamá, ¿vale? —le respondió Pablo, acariciándole el cabello antes de inclinarse para besarla en la frente.
Después de darle un último apretón, Mía volvió corriendo hacia mí, impaciente por empezar nuestro día juntas. Yo me quedé un momento más en la puerta, mirándolo con una sonrisa.
—Adios, Pablo —dije con sinceridad—. Nos vemos.
—Nos vemos Mar —respondió él, con esa expresión tranquila que siempre había tenido—. Disfruta con Mía. Y cualquier cosa, ya sabes dónde estoy.
Asentí, apreciando la cordialidad que habíamos logrado mantener a lo largo del tiempo.
—Lo mismo digo. Cuídate —le dije antes de girarme para marcharnos.
Mientras caminábamos hacia el coche, con Mía todavía hablándome emocionada sobre todas las cosas que quería hacer conmigo, no pude evitar sentirme agradecida. La vida tenía sus desafíos, y el trabajo con Alexia y los otros jugadores podría ser agotador, pero momentos como este con Mía lo hacían todo valer la pena.
Subimos al coche y, mientras encendía el motor, miré a mi hija por el espejo retrovisor, viéndola jugar con uno de sus muñecos en el asiento trasero. Su felicidad era contagiosa, y me recordaba por qué cada sacrificio que hacía valía la pena.
Cuando llegamos a casa, el aire fresco de la mañana se coló en el vehículo mientras Mía y yo nos bajábamos y nos dirigíamos hacia la entrada. Ella, siempre llena de energía, no perdió el tiempo para lanzarme una pregunta que había estado esperando.
—Mami—empezó, mientras subía las escaleras a mi lado con un salto—, ¿hoy me llevas contigo al trabajo?
Me detuve un momento, sorprendida y encantada por la pregunta. Mía siempre había mostrado un interés especial en mi trabajo, particularmente en los días en que podía ver a los deportistas y el bullicio de la Ciutat Esportiva. A pesar de lo complicado que a veces podía ser mi trabajo, ella lo encontraba fascinante.
—¿De verdad quieres venir? —le pregunté, sonriendo mientras abría la puerta de casa.
Mía asintió con entusiasmo, sus ojos brillando con la promesa de un día diferente.
—Sí, por favor. Me encanta cuando puedo ver a los deportistas y a los equipos. Además, siempre me cuentas historias interesantes sobre tu trabajo-Dijo con una sonrisa tierna.
Sabía cuánto le gustaba estar cerca de todo lo que rodeaba mi mundo laboral, desde los futbolistas hasta las instalaciones. No podía negar que me alegraba verla tan interesada y emocionada.
—Está bien, cariño —dije, cerrando la puerta detrás de nosotros y dirigiéndome a la cocina para prepararnos algo para comer—. Si quieres venir, te llevaré contigo. Solo necesito que te portes bien y sigas las reglas, ¿de acuerdo?
Mía asintió de nuevo, con una sonrisa que parecía más ancha que nunca.
—Prometo comportarme—dijo, casi saltando de emoción mientras se dirigía hacia la mesa.
Me reí ante su entusiasmo y, mientras preparaba algo ligero para comer, empecé a pensar en cómo organizar el día. Tendría que asegurarme de que Mía estuviera cómoda y segura en la Ciutat Esportiva. Ya había planeado un par de cosas, pero nada que no pudiera adaptar para que ella también pudiera disfrutar.
Después de almorzar, nos preparamos para salir. Mía eligió uno de sus conjuntos deportivos favoritos, como si estuviera lista para unirse a una aventura. La vi mirarse en el espejo y sonreírse a sí misma, como si se estuviera preparando para un día de grandes descubrimientos.
—¿Todo listo? —le pregunté mientras me ponía la chaqueta.
—Sí, estoy lista—respondió, corriendo hacia la puerta con su mochila pequeña a cuestas.
Finalmente, salimos y nos dirigimos hacia la Ciutat Esportiva. Durante el trayecto, Mía no dejaba de hablar sobre todas las cosas que esperaba ver y experimentar. Me encantaba escuchar su entusiasmo, su inocencia y su curiosidad sin límites. Era como un recordatorio constante de por qué amaba tanto lo que hacía.
Al llegar, me aseguré de que ella estuviera bien acomodada en el escritorio que había en mi sala de trabajo y me dirigí a prepar todo para las sesiones del día. Mientras los jugadores iban pasando Mía hablaba con ellos, a la mayoría ya los conocía y en varios casos eran ellos los primeros en hablar con mi hija.
Cada vez que la veía, ella me dedicaba una sonrisa llena de admiración y felicidad, y eso hacía que todo el esfuerzo valiera la pena.
Alexia
El domingo por la tarde llegó con una mezcla de nerviosismo y resignación. Me encontraba de pie en mi apartamento, mirando mi reflejo en el espejo mientras me preparaba para volver a la Ciutat Esportiva. El dolor en mi rodilla había sido constante desde el partido, y la incertidumbre sobre lo que podría estar ocurriendo me estaba volviendo loca. Sabía que necesitaba enfrentar esta situación de frente, pero la rutina de ir al centro de entrenamiento, con toda la carga emocional que eso implicaba, me resultaba cada vez más pesada.
Puse la última capa de crema en mi rodilla, un ritual que había adoptado para intentar aliviar un poco el dolor, y me tomé un momento para respirar profundamente. Miré alrededor de mi apartamento, el lugar que me había ofrecido refugio durante los últimos tiempos, y pensé en lo lejos que me había llevado mi carrera, pero también en cómo me encontraba ahora, tratando de recuperarme de otra lesión.
El trayecto hacia la Ciutat Esportiva se sentía interminable. Mientras conducía, no podía evitar preguntarme qué pasaría si las noticias no eran las que esperaba. Me había enfrentado a situaciones difíciles antes, pero la posibilidad de una lesión prolongada me resultaba aterradora. Me detuve un momento para ajustar el volumen de la radio, buscando una distracción de mis pensamientos, pero nada parecía calmar la ansiedad.
Al llegar a la Ciutat Esportiva, la familiaridad del entorno no hizo más que resaltar la intensidad de la situación. Cada rincón del lugar me recordaba el entrenamiento, los partidos, el sudor y el esfuerzo, pero también las lesiones y la incertidumbre. Mientras me acercaba a la entrada, me preparé mentalmente para enfrentar la evaluación, el dolor y la espera. Sabía que, si bien los jugadores y el personal eran solidarios, no podían borrar mi preocupación.
____Se viene la sorpresa🤭
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𝐔𝐍𝐓𝐈𝐋 𝐈 𝐅𝐎𝐔𝐍𝐃 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬
RandomAlexia y Mar se conocen de una manera repentina, una máquina expendedora estropeada hace que ambas se conozcan, las vidas de ambas aunque puedan parecer similares al estar en el ámbito futbolístico son completamente diferentes.