Capítulo #28: Una mirada de reproche

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Narrador Externo

Cuando María Elisa llegó al hospital, su condición era crítica. La pérdida de sangre había sido tan severa que los médicos tuvieron que realizarle una transfusión de emergencia para estabilizarla.

Roberto llegó al hospital con el corazón en la garganta, el miedo en sus ojos reflejaba la desesperación que sentía al pensar en lo que podría haberle pasado a María Elisa y al bebé. Apenas puso un pie en la sala de espera, divisó a Cristina, quien lo miró con ojos enrojecidos, una mezcla de tristeza y preocupación en su rostro.

Roberto: ¿Cómo está? (casi sin aliento, mientras caminaba apresuradamente hacia ella).

Cristina: (con la voz quebrada) No lo sé, estoy esperando noticias

Minutos después, llegaron los padres de Maria Elisa y justo en ese momento un doctor salió con una expresión grave en el rostro. Todos se acercaron rápidamente.

Doctor: Familiares de Maria Elisa Camargo

Doña Clara: Soy su madre

Roberto: Soy su novio, ¿cómo está?

Doctor: Hubo complicaciones para detener el sangrado pero logramos estabilizarla.

Roberto: ¿Y mi hijo?

Doctor: Lo siento mucho, hicimos todo lo posible pero no pudimos salvar al bebé.

Roberto sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Su cuerpo se tensó, y por un momento, solo pudo pensar en lo que había perdido, en lo que ambos habían perdido. El dolor se mezclaba con la ira, y su primer impulso fue buscar culpables. Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Cristina y los de doña Clara, quienes compartían la misma desolación, supo que esto no era lo que María Elisa necesitaba en ese momento.

Roberto: (intentando mantener la voz firme) ¿Puedo verla?

Doctor: Claro, está en la habitación 312

Roberto caminó rápidamente hacia la habitación. Su mente estaba llena de emociones encontradas. Quería gritar, reclamar, exigir respuestas. Pero cuando entró y vio a María Elisa en la cama, tan frágil, tan vulnerable, todo se desvaneció. Ella estaba despierta, con la mirada perdida en el techo, lágrimas silenciosas corriendo por sus mejillas. Apenas lo vio, comenzó a llorar más fuerte, su cuerpo temblando de puro dolor.

Maria Elisa: (entre sollozos) Lo siento... lo siento tanto

Roberto sintió que algo se rompía dentro de él. Quería reclamarle por no haber escuchado, por haberse arriesgado. Pero cuando vio el estado en el que estaba, tan rota y culpable, supo que no podía añadir más peso a su dolor.

Se acercó lentamente, y sin decir una palabra, se sentó junto a ella en la cama y la abrazó. Sentía su cuerpo temblar bajo el suyo, y aunque su corazón estaba lleno de rabia, sabía que ese no era el momento para reproches. María Elisa lo necesitaba más que nunca, y aunque él también estaba destrozado, decidió que lo más importante en ese instante era ser su apoyo.

Se abrazaron con fuerza mientras lloraban desconsoladamente, aferrándose el uno al otro, como si en ese abrazo pudieran traspasar su dolor. El dolor que estaban sintiendo era uno que jamás habían experimentado. Juntos habían pasado por momentos difíciles pero nada podía compararse a la pérdida de un hijo.

La puerta se abrió lentamente dejando ver el rostro entristecido de la madre de Maria Elisa.

Doña Clara: ¿Puedo pasar?

Roberto: Claro, pasa

Roberto soltó a Maria Elisa, le dio un beso en la frente y se echó hacia atrás para darle espacio a doña Clara.

Doña Clara: Mi niña... (susurró, mientras se sentaba en el borde de la cama y tomaba la mano de María Elisa entre las suyas).

María Elisa apenas podía levantar la mirada. Sentía que no merecía el consuelo de su madre, no después de lo que había pasado.

Maria Elisa: Mami... lo perdí... fue mi culpa (balbuceó, ahogada en su propio dolor)

Doña Clara: (acariciando su cabello y secando sus lágrimas) Shhh, mi amor, no hables así. No te culpes, por favor. Las cosas a veces pasan sin que podamos hacer nada para evitarlo.

Maria Elisa: Pero yo... yo debí haber sido más cuidadosa. No debí... (se detuvo, incapaz de seguir hablando)

Doña Clara: No digas eso, mi vida. Hiciste lo mejor que pudiste con lo que sabías y sentías en ese momento. No podías saber que algo así iba a suceder. Lo importante ahora es que te recuperes, que te cuides.

María Elisa se aferró a la mano de su madre, buscando en su toque un ancla para no perderse en la tormenta de su mente. Doña Clara continuó hablándole en voz baja, susurrando palabras de consuelo que, aunque no borraban el dolor, lo hacían un poco más soportable.

Doña Clara: Estamos aquí contigo, hija. No estás sola, y no lo estarás. Roberto y yo vamos a estar contigo en cada paso, ¿verdad, Roberto?

Roberto, que había permanecido serio y en silencio, asintió lentamente, aunque no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla.

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Nota de la autora:

Perdónenme, prometo recompensarlos más adelante. Pero necesito hacer que Samantha regrese para darle un buen cierre a esa relación y no dejarla en el aire. 

No olviden votar y dejar su comentario!! Gracias por leerme!!

Xoxo, D

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