El reloj marcaba las 11 de la noche y María Elisa, sentada en la sala, miraba distraída la televisión mientras acariciaba suavemente su vientre. El embarazo había avanzado de forma estable en el último mes, y aunque las cosas con Roberto no habían cambiado mucho, él se mantenía atento y cuidadoso con ella, especialmente cuando se trataba de su salud y la del bebé.
Sin embargo, esa noche, una punzada de antojo la había tomado por sorpresa. Cerró los ojos y casi pudo saborear la combinación de fresas frescas y helado de chocolate. El deseo era tan intenso que parecía haberle encendido un pequeño fuego en el estómago. Se levantó lentamente del sofá y caminó hacia la cocina, abriendo la nevera con la esperanza de que por algún milagro pudiera encontrar lo que buscaba. Pero no había ni rastro de fresas, ni de helado de chocolate.
Se mordió el labio, sintiendo un pequeño suspiro de frustración escaparse de su pecho. Sabía que era tarde, y no quería molestarlo, pero la necesidad era demasiado fuerte para ignorarla. Caminó hacia la puerta del dormitorio de Roberto y la tocó suavemente. Él, que estaba en la cama revisando algunos correos en su laptop, levantó la vista y le sonrió levemente.
Roberto: ¿Qué pasa, María? (preguntó con voz tranquila).
Ella se acercó al borde de la puerta, con un leve rubor en las mejillas. Sus ojos brillaban con un toque de timidez mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.
Maria Elisa: Sé que es tarde, pero... (dijo con voz titubeante) tengo un antojo muy fuerte de fresas con helado de chocolate. Sé que suena ridículo, pero... no puedo dejar de pensar en eso.
Roberto parpadeó por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Después, una sonrisa se dibujó en sus labios. Se levantó de la cama sin dudarlo, dejando la laptop a un lado.
Roberto: No suena ridículo (respondió con suavidad). Si es lo que quieres, vamos a conseguirlo.
María Elisa lo miró con sorpresa. No esperaba que fuera tan dispuesto, pero antes de que pudiera decir algo, Roberto ya se estaba poniendo los zapatos y buscando las llaves del auto. La calidez de su gesto le arrancó una sonrisa y sintió una mezcla de gratitud y ternura.
Maria Elisa: No tienes que hacerlo, de verdad... (comenzó a decir, pero él ya estaba poniéndose la chaqueta).
Roberto: Por supuesto que sí (respondió con un guiño). Tú y el bebé merecen todo lo que pidan.
María Elisa lo observó salir, y una sensación de alegría la invadió. No era solo el hecho de que él hubiera salido a esa hora para satisfacer su antojo. Era algo más profundo, un pequeño indicio de que, aunque las cosas no fueran perfectas, él estaba allí para ella, dispuesto a cuidarla sin importar las circunstancias.
Mientras esperaba su regreso, se acomodó en el sofá y acarició nuevamente su vientre.
Roberto llegó unos treinta minutos después, con una bolsa en la mano. Entró a la sala con un brillo en los ojos y un tono de voz que dejaba entrever la satisfacción de haber cumplido con la misión.
Roberto: Aquí tienes (dijo, sacando de la bolsa una caja de fresas frescas y un bote de helado de chocolate). También compré un poco de crema batida por si acaso. (Le sonrió)
María Elisa dejó escapar una risa, emocionada como una niña que acaba de recibir un regalo sorpresa. Se levantó del sofá y se acercó a él, tomando las cosas con sumo cuidado.
Maria Elisa: No sabes cuánto significa esto para mí, Roberto. ¡Gracias!
Él se encogió de hombros con una sonrisa tranquila, como si el gesto no tuviera importancia. Sin embargo, en sus ojos se podía ver el cariño y la preocupación que lo impulsaban a hacerlo.
Roberto: Tú y el bebé merecen lo mejor (repitió, acercándose para ponerle una mano en el hombro).
Ambos rieron, y por un momento, la atmósfera se sintió más ligera. María Elisa comenzó a preparar su antojo con esmero, y Roberto se quedó allí, sentado en el borde del sofá, viéndola disfrutar de su pequeño capricho.
Mientras saboreaba el dulce contraste del chocolate y las fresas, María Elisa no pudo evitar mirarlo con un sentimiento de gratitud que le iluminaba el rostro. Había pasado un mes desde que ella había llegado al apartamento, y aunque no habían hablado demasiado de lo que sucedería en el futuro, momentos como ese la hacían sentir que, de alguna forma, estaban empezando a reconectar.
Maria Elisa: ¿Quieres probar? (le preguntó, alzando una cuchara hacia él con una sonrisa juguetona).
Roberto se inclinó hacia adelante y tomó la cucharada, sus ojos fijos en los de ella. El gesto fue pequeño, pero en la intimidad del momento, sintieron una chispa, una conexión que parecía estar latente, esperando a ser reavivada. En ese instante, el antojo nocturno se convirtió en algo más que satisfacer un capricho. Fue un paso hacia la cercanía que ambos anhelaban, aunque aún no estuvieran listos para admitirlo del todo.
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Nota de la autora:
Capítulo cortito pero tenía ganas de escribir una escena así de tierna. 😂
Mis planes eran escribir y luego subirles maratón hasta el final, pero tengo bloqueo mental y no quiero hacerlos esperar tanto.
No olviden votar y dejar su comentario!! Gracias por leerme!!
Xoxo, D
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Sin Querer
FanfictionSamantha es una joven universitaria que sueña con ser actriz. Es fiel admiradora de la actriz ecuatoriana María Elisa Camargo. María Elisa está profundamente enamorada de su novio Roberto, a quien conoció en una de las producciones que trabajó. Amb...