Capítulo #63: Llamada inesperada

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Durante la madrugada, el dolor en la herida de Roberto se intensificó, un malestar tan agudo que le arrancó un gruñido involuntario. Intentó acallar sus quejidos, preocupado de despertar a María Elisa, pero el sufrimiento era evidente. Ella, con los ojos todavía cerrados por el sueño, murmuró:

Maria Elisa: ¿Qué pasó?

Roberto, esforzándose por mantener la calma en su voz, respondió:

Roberto: (con la voz ronca) Estoy bien amor, sigue durmiendo.

Sin embargo, María Elisa no se dejó convencer y se incorporó lentamente en la cama, mostrando un toque de preocupación en su expresión adormilada.

Maria Elisa: ¿Necesitas ayuda? (con ternura)

Roberto suspiró, sintiendo la frustración de su propia vulnerabilidad.

Roberto: Me duele mucho. (haciendo un gesto de dolor)

Maria Elisa: No te levantes, voy a buscar las pastillas para el dolor.

María Elisa, aún tambaleándose por el sueño, se levantó rápidamente. Buscó el frasco de pastillas para el dolor y un vaso con agua.

Roberto: Lamento haberte despertado.

Maria Elisa: No te preocupes mi amor, (dijo con un dulce sonrisa) para eso estoy aquí.

Después de tomar las pastillas, Roberto se recostó nuevamente y extendió un brazo, invitándola a acurrucarse junto a él. Ella lo hizo, dándole un beso suave en los labios, y pronto ambos volvieron a caer en un sueño profundo.

Cuando el sol ya había avanzado en el cielo, alrededor de las 8:00 a.m., Roberto despertó sintiendo una calidez familiar a su lado. Al voltear, sonrió al ver el rostro adormecido de María Elisa. Era la primera vez en mucho tiempo que despertaba junto a ella. Se levantó cuidadosamente para no despertarla, fue al baño a lavarse los dientes y, guiado por un aroma muy conocido, se dirigió a la cocina.

Roberto: (dándole un beso) ¡Buenos días, mamita!

Doña Pilar: ¡Buenos días! Estoy haciéndoles unas arepas.

Roberto: ¡Qué rico! Extrañaba tu comida.

Doña Pilar: ¿Y Maria Elisa?

Roberto: Sigue dormida...

Se sentó en el comedor con un gesto pensativo en el rostro. Doña Pilar lo miró con curiosidad.

Doña Pilar: ¿Qué pasa hijo?

Roberto dudó un momento, pero finalmente expresó su preocupación.

Roberto: Estoy preocupado por Maria Elisa. La veo pálida y ha perdido peso... temo que vaya a enfermarse.

La mirada de Doña Pilar se tornó más seria, pero trató de calmarlo.

Doña Pilar: No te preocupes mi amor. Maria Elisa pasó por un momento difícil, pero estoy segura que poco a poco, se irá recuperando.

Roberto: Eso espero... (suspiró inseguro)

En ese momento, los pasos suaves de María Elisa resonaron en el pasillo. Ella entró a la cocina frotándose los ojos, aún medio dormida.

Roberto: ¡Buenos días, hermosa! (la saludó con una sonrisa cálida).

Maria Elisa: ¡Buenos días! (con voz ronca, devolviendo la sonrisa).

Doña Pilar se volvió hacia ella con un gesto maternal.

Doña Pilar: Justo a tiempo, siéntate, que voy a servir el desayuno.

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