Capítulo #66: Instinto protector

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2 semanas después

Las cicatrices en el cuerpo de María Elisa habían comenzado a desvanecerse, casi como si su piel intentara borrar las huellas de un pasado doloroso. Las pocas marcas que aún quedaban en su rostro eran tenues, casi imperceptibles, y con un poco de maquillaje lograba hacerlas desaparecer por completo.

Aunque todavía se sentía débil, Maria Elisa había insistido en volver al trabajo. No podía quedarse más tiempo en reposo. Necesitaba distraerse y sentir que tenía el control de su vida, nuevamente.

Esa tarde, se encontraba en su camerino, ajustando su maquillaje frente al espejo. Estaba a punto de salir cuando sintió un par de manos cubriéndole los ojos desde atrás. El contacto heló su piel al instante, y su cuerpo se tensó. Un escalofrío le recorrió la columna mientras un olor familiar invadía sus sentidos. Ese perfume... esos brazos... sabía perfectamente a quién pertenecían.

María Elisa tragó grueso y empezó a temblar. El miedo se apoderó de ella, paralizándola por un segundo que se hizo eterno. Sus labios apenas se movieron, pero logró articular unas palabras, que salieron con la voz rota.

Maria Elisa: ¿Qué haces aquí, Patrick?

Las manos se apartaron lentamente de sus ojos, y ella giró para encontrarse cara a cara con él. La sonrisa en los labios de Patrick contrastaba con la fría expresión de sus ojos.

Patrick: Vine a pedirte perdón (con un tono de voz suave, casi convincente), lo siento mucho, Maria.

María Elisa sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La rabia y el miedo se mezclaban en su interior, creando un cóctel tóxico que se manifestaba en el temblor de sus manos. Señaló las marcas en su piel, algunas ya desvanecidas, otras aún presentes.

Maria Elisa: Mírame (con la voz temblorosa). Mira lo que me hiciste. ¿Esto te parece algo que se pueda arreglar con un "lo siento"?

Las palabras brotaron de ella cargadas de dolor. Recordaba cada instante de aquel día: los golpes, la impotencia, el miedo que se convirtió en su sombra constante desde entonces. La furia hervía dentro de ella, pero también sentía una vulnerabilidad que la aterrorizaba. Patrick se acercó más, su expresión se tornó sombría, casi suplicante.

Patrick: Por favor, María (ignorando la distancia que ella intentaba mantener), te lo juro, no sé qué me pasó. Perdí el control, pero te amo. Nunca quise hacerte daño.

Maria Elisa: (soltó una carcajada sarcástica) Ja, ¿me amas? Si realmente me amaras, no me hubieras golpeado.

Patrick dio un paso hacia adelante y ella retrocedió, pero no había espacio suficiente para escapar. Sintió cómo las lágrimas comenzaban a arderle en los ojos. Le pidió que se fuera o gritaría. Pero en lugar de hacerle caso, Patrick la rodeó con sus brazos, apretándola contra su cuerpo.

Maria Elisa: ¿Qué estás haciendo?

Patrick: Quiero que seas mía Maria, quiero borrar los besos de ese hombre, quiero que lo olvides.

Maria Elisa: Eso nunca va a pasar Patrick, nunca podrás borrar a Roberto de mi cuerpo y mucho menos de mi alma y mi mente.

Antes de que pudiera reaccionar, la agarró del cabello y la obligó a besarlo. La lanzó sobre el sofá, se colocó sobre ella y le arrancó la camisa de un tirón. Comenzó a esparcir besos por todo su cuerpo. Sus labios se sentían fríos y opresivos.

María Elisa luchó para zafarse de su agarre, pero él era más fuerte. El miedo se convirtió en pánico puro.

Maria Elisa: Por favor, Patrick, no lo hagas (le suplicó entre sollozos)

Patrick: Tu me obligaste a hacerlo...

Siguió besando todo su cuerpo mientras sostenía sus brazos con una mano y con la mano que tenía disponible intentaba quitarle el pantalón.

Maria Elisa: ¡Déjame ir! (gritó con todas sus fuerzas, su voz llena de desesperación).

En ese momento, la puerta del camerino se abrió de golpe y Roberto apareció en el umbral. Los ojos de Roberto se encendieron con furia al ver la escena.

Roberto: ¡Suéltala, imbécil!

Sin dudarlo un segundo, cruzó la habitación y se lanzó sobre Patrick, arrancándolo del cuerpo de María Elisa con un empujón violento. Patrick cayó al suelo, y antes de que pudiera reaccionar, Roberto ya estaba sobre él, golpeándolo con fuerza.

Roberto: Maldito infeliz (le dio un golpe en el rostro), poco hombre.

Cada puñetazo que Roberto lanzaba llevaba consigo su propia mezcla de ira y protección, un intento desesperado por defender a María Elisa del dolor que ese hombre le había causado. Los golpes resonaban en el camerino, y los jadeos de Patrick se mezclaban con los gritos desesperados de María Elisa.

Maria Elisa: ¡Roberto, para! (exclamó con la voz quebrada). Lo vas a matar.

Pero Roberto no se detenía. La furia que lo consumía parecía incontrolable, cegado por la necesidad de protegerla y castigar a Patrick por lo que le había hecho.

En ese momento, Dante apareció en la puerta del camerino, alarmado por los gritos. Al ver la situación, no lo dudó y se abalanzó para separar a los dos hombres. Agarró a Roberto por los hombros y lo apartó de Patrick con fuerza, interponiéndose entre ambos.

Dante: ¡Roberto, basta! (gritó, sujetándolo con firmeza). ¡Ya es suficiente!

Roberto, respirando con dificultad, miró a Dante con la ira aún ardiendo en sus ojos. Por un instante, pareció dispuesto a seguir, pero finalmente, al ver a María Elisa arrodillada en el suelo con lágrimas en el rostro, desistió.

Patrick, aún en el suelo, se tambaleó para incorporarse, con la cara marcada por los golpes. La mirada de Dante pasó de Roberto a Patrick, advirtiéndole que no intentara nada más.

Dante: Sal de aquí, Patrick. Ya has causado suficiente daño.

Patrick lanzó una mirada llena de resentimiento a Roberto y luego a María Elisa, antes de darse la vuelta y salir del camerino, tambaleándose.

Roberto se acercó lentamente a María Elisa, arrodillándose a su lado. La abrazó con delicadeza y ella se dejó envolver en ese abrazo que le ofrecía una sensación de seguridad.

Roberto: ¿Estás bien?

Maria Elisa: (asintió) ¡Sí, gracias!

Roberto: Estás a salvo, tranquila. (le susurró mientras posaba un beso sobre su cabello)

María Elisa se aferró a él, con las lágrimas aún brotando de sus ojos. Por un momento, se permitió creerle, aferrándose a la esperanza de que, tal vez, este podría ser el primer paso hacia la reconciliación.

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Nota de la autora: 

Será que Roberto la perdona por haberle mentido??

No olviden votar y dejar su comentario!! Gracias por leerme!!

Xoxo, D

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