Capítulo #59: Disparo mortal

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Narrador externo

María Elisa sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor cuando vio a Roberto caer al suelo, con una mancha de sangre extendiéndose rápidamente por su pecho. El horror la envolvió, y un grito desgarrador escapó de su garganta.

Maria Elisa: ¡NOOOOOOOO! (soltó un grito desgarrador) ¡Roberto! ¡No, por favor! ¡Alguien, ayúdeme! (gritaba desesperada mientras caía de rodillas a su lado)

Maria Elisa presionó la herida con sus manos temblorosas. Las lágrimas se mezclaban con la sangre que no dejaba de brotar. Roberto, jadeando por aire, intentó hablar, pero las palabras no salían completas. Sus ojos buscaban los de María Elisa, intentando transmitirle algo, pero el dolor era insoportable.

Roberto: (con un hilo de voz) Ma...ria...

Maria Elisa: Shh, tranquilo, mi amor. Resiste, por favor... hazlo por mí... por favor. (susurraba desesperada, acariciando su rostro, rogando por un milagro mientras las sirenas comenzaban a escucharse a lo lejos).

Carolina, aún con el arma en la mano, retrocedió, horrorizada por lo que acababa de hacer. Sus manos temblaban, y la realidad de sus acciones comenzó a hundirse en su mente. Dante se lanzó sobre ella, arrebatándole el arma, pero sus ojos permanecían fijos en Roberto, incrédula de lo que había sucedido.

El caos reinaba, pero para María Elisa, solo existía el hombre que agonizaba frente a ella, la vida escapándose de su cuerpo con cada segundo que pasaba. En ese momento, todo lo demás dejó de importar.

Cuando la ambulancia llegó, las luces rojas y azules parpadeaban; el sonido de las sirenas se mezclaba con los sollozos desgarradores de María Elisa, que seguía aferrada al cuerpo de Roberto como si al soltarlo, también lo perdiera para siempre.

Los paramédicos entraron apresurados, pero María Elisa no quería separarse de él. Tenía sus manos empapadas de sangre, presionando la herida en el pecho de Roberto, como si eso pudiera detener lo inevitable. Su mirada, llena de desesperación, no se apartaba de él ni por un segundo.

María Elisa: ¡No! ¡No quiero! ¡No me lo quiten! ¡Roberto, por favor, quédate conmigo! (gritaba entre lágrimas, negándose a aceptar que no podía hacer más).

Dante, observando la escena, sintió un nudo en la garganta. Sabía que los paramédicos necesitaban espacio para trabajar, pero también entendía que para María Elisa, dejar ir a Roberto en ese momento era lo más difícil del mundo. Se acercó a ella con suavidad, sus palabras llenas de calma y preocupación.

Dante: María Elisa... tienes que dejarlos hacer su trabajo. Ellos lo ayudarán. Confía en ellos. (susurró, intentando llegar hasta ella)

Pero María Elisa no escuchaba, su cuerpo temblaba de angustia, y sus manos seguían aferradas al pecho de Roberto. Finalmente, Dante no tuvo más opción. La rodeó con sus brazos, agarrándola por la cintura, intentando separarla de Roberto. Lo hizo con cuidado. María Elisa luchó por un segundo, aferrándose aún más fuerte, pero su fuerza estaba agotada, consumida por el dolor y la desesperación.

María Elisa: ¡No, por favor...! (sollozaba, mientras Dante la alejaba lentamente, apartándola lo suficiente para que los paramédicos pudieran comenzar a atenderlo).

Sus manos, ahora vacías, se quedaron en el aire, temblorosas, manchadas de la sangre de Roberto. Los paramédicos trabajaron rápidamente, colocándole un vendaje de emergencia y asegurándolo en la camilla. María Elisa observaba en silencio, con los ojos desbordando lágrimas, mientras lo subían a la ambulancia.

Dante: (agarrándole el rostro) ¡Hey! Mírame, Roberto es fuerte.

Dante la sostuvo firmemente, aunque su propio corazón estaba hecho pedazos al verla en ese estado. Quería decirle que todo estaría bien, pero en ese momento, ninguna palabra parecía suficiente.

Maria Elisa: Quiero ir con él... no puedo dejarlo solo, por favor... (suplicó, con la voz rota, apenas capaz de pronunciar las palabras entre sus sollozos)

Dante, con una expresión llena de dolor por verla sufrir así, asintió con calma, tratando de mantener la serenidad.

Dante: Iremos con él, te lo prometo... pero primero tienes que calmarte un poco. Necesitas lavarte las manos. Vamos, yo te llevo.

María Elisa, aún en shock, asintió levemente, aunque sus ojos no se apartaban del lugar donde la ambulancia estaba a punto de partir. Sus manos seguían cubiertas de la sangre de Roberto, manchando su piel como un recordatorio cruel de lo que acababa de suceder. Dante la tomó de la mano con delicadeza, guiándola hacia un pequeño baño en el set.

Al llegar, abrió el grifo y puso sus manos bajo el agua, pero María Elisa estaba tan abrumada por el dolor que apenas podía moverse. Dante la ayudó a enjuagar la sangre. 

Dante: Él va a estar bien, Maria. Ya verás. (dijo con una voz tranquilizadora, aunque por dentro compartía la misma incertidumbre)

María Elisa comenzó a frotarse las manos con más fuerza, como si con ese gesto pudiera borrar lo que había ocurrido, como si limpiando la sangre de su piel pudiera aliviar el dolor en su pecho. Pero el agua no bastaba para calmar su desesperación.

Maria Elisa: Es mi culpa, Dante... es mi culpa... Yo... si no hubiera intentado zafarme de su agarre... ella no le hubiese disparado (sus palabras entrecortadas mientras seguía lavándose las manos de manera mecánica, sin dejar de llorar)

Dante, viendo cómo el dolor la consumía, se acercó más, colocando una mano reconfortante en su hombro.

Dante: Esto no es tu culpa, María. Carolina estaba fuera de control. No podías saber lo que iba a pasar. Tu solo intentaste defenderte. (dijo, tratando de que sus palabras le llegaran al corazón)

Pero María Elisa seguía llorando, sus ojos hinchados y su rostro pálido. El peso de la culpa la aplastaba, y la angustia no la dejaba respirar.

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Nota de la autora: 

En mis planes estaba que Maria Elisa fuera la que recibiera el disparo, pero quería que se le ablandara el corazón con Roberto, lo estaba tratando con mucha frialdad. 

PD. Al paso que voy, organizando mis ideas, creo que llegamos hasta el capítulo 70.

No olviden votar y dejar su comentario!! Gracias por leerme!! 

Xoxo, D

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