Capítulo #55: Verdades dolorosas

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Narrador externo

Roberto llevó a Carolina fuera de la casa, alejándola del bullicio de la fiesta y de la posibilidad de que alguien escuchara lo que estaba a punto de decir. Su corazón latía rápido, no solo por la inminente confrontación, sino por el torbellino de pensamientos que tenía sobre María Elisa. Sabía que el momento de enfrentar la verdad había llegado.

Carolina caminaba a su lado, con el ceño fruncido y los ojos empañados por las lágrimas. No había dicho mucho desde que salieron, pero su respiración entrecortada dejaba claro que estaba al borde de estallar.

Carolina: Roberto... (su voz tembló cuando finalmente rompió el silencio). ¿Te acostaste con ella?

El impacto de la pregunta fue inmediato, pero Roberto ya sabía que venía. No podía esquivarla. Miró a Carolina, sus ojos suplicaban una respuesta que, por alguna razón, sabía que no aliviaría su dolor.

Roberto: No, Caro. No me acosté con María Elisa.

Ella lo miró fijamente, buscando en su rostro alguna señal de mentira, alguna prueba que confirmara sus peores temores. Pero lo que vio solo la confundió más.

Carolina: Entonces, ¿qué sientes por ella? (la pregunta salió entre sollozos).

Roberto tomó aire profundamente. Sabía que cualquier respuesta solo empeoraría las cosas. ¿Qué sentía por María Elisa? Era algo que ni él mismo lograba entender del todo. La había amado, eso lo sabía, pero también la había perdido. Entonces, ¿por qué su corazón seguía girando en torno a ella como si fuera un imán?

Roberto: Maria Elisa siempre será una parte importante de mi vida.

Las palabras se le atoraron en la garganta, porque sabía que esa verdad no era lo que Carolina quería escuchar.

Carolina retrocedió un paso, como si las palabras la hubieran golpeado físicamente. Sus ojos se llenaron de dolor, ese tipo de dolor que va más allá del enojo, que nace de una herida profunda.

Carolina: Te amo, Roberto... (dijo entre lágrimas, con la voz rota). Solo quiero estar contigo, quiero que estemos bien. ¡Pero no puedo soportar verte cerca de ella! Promete que no volverás a verla.

La desesperación en su voz le atravesó el pecho, y Roberto deseó poder darle la respuesta que ella necesitaba, deseó que todo fuera más simple. La tomó de los hombros suavemente, intentando calmarla, pero Carolina se estremeció bajo su tacto, como si ya no pudiera soportar todo lo que estaba pasando.

Roberto: Caro, escúchame... lo siento, de verdad lo siento (hizo una pausa, bajando la voz, como si las palabras dolieran menos si las decía en susurros). Pero no puedo apartar a María Elisa de mi vida. Eso no es negociable.

Carolina lo miraba con los ojos llenos de lágrimas y rabia contenida. Su respiración era irregular, su pecho subía y bajaba rápido, intentando procesar lo que estaba escuchando. El dolor en su rostro era desgarrador.

Carolina: ¿Qué quieres decir? (con la voz quebrada). ¿Vas a seguir viéndola? ¿No te importa lo que siento? ¿No te importa lo que hemos construido? ¿Y el anillo?

Roberto: No es eso... (dudó por un instante, sabiendo que lo que estaba a punto de decir la destrozaría aún más). El anillo... (empezó, y vio cómo los ojos de Carolina se agrandaban, alertas). El anillo que encontraste... no era para ti. Lo tenía guardado desde hace mucho tiempo, para otra persona.

La reacción de Carolina fue inmediata. Su cuerpo se tensó como una cuerda a punto de romperse, y el dolor en sus ojos fue tan palpable que Roberto deseó poder retirar sus palabras.

Carolina: ¿Qué...? (las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas sin parar, su voz apenas un susurro). ¿Para otra persona? ¿Para... para ella?

El silencio entre ellos se volvió insoportable. Roberto asintió, no podía hacer nada más que observar cómo la mujer que lo amaba se derrumbaba frente a él. No había consuelo posible para lo que le acababa de decir. Sabía que la había herido de una manera en la que quizás nunca podría reparar.

Carolina se llevó una mano al rostro, cubriéndose los ojos mientras sollozaba incontrolablemente. Roberto intentó acercarse, tomarla en sus brazos, pero ella retrocedió, levantando la mano como si su cercanía solo la lastimara más.

Carolina: ¡No me toques! (gritó entre lágrimas). ¿Cómo pudiste hacerme esto?

Roberto bajó la cabeza, el peso de la culpa lo aplastaba. No podía seguir mintiendo ni prolongando más el sufrimiento de Carolina. Sabía que, aunque intentara salvar algo de esa relación, ya no había marcha atrás. La herida que había causado era demasiado profunda, y seguir con ella solo la lastimaría más.

Roberto: Caro... (su voz cansada y apagada). No quiero seguir haciéndote daño. No es justo para ti, ni para mí. Creo que lo mejor es... terminar.

Las palabras colgaron en el aire como una sentencia. Carolina lo miró incrédula, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

Carolina: ¿Terminar...? (susurró, su rostro pálido de dolor). ¿Estás terminando conmigo... por ella?

Roberto no pudo responder. Sabía que la verdad era mucho más complicada, pero también sabía que ya no tenía sentido alargar algo que estaba roto.

Carolina, enfurecida, sintió cómo la rabia reemplazaba al dolor en su interior. La traición que sentía era demasiado, y el odio comenzó a mezclarse con la desesperación. Se secó las lágrimas de las mejillas y lo miró con una furia que Roberto no había visto antes.

Carolina: Esto no se va quedar así Roberto Urbina. Tú... y María Elisa... (dijo entre dientes). Me las van a pagar. Ambos.

Roberto la observó mientras se alejaba, su espalda rígida y su andar decidido. Sabía que el daño estaba hecho, y aunque intentó calmarla, su mente no podía dejar de volver a María Elisa. Todo lo que había dicho esa noche solo había reafirmado lo que no quería aceptar: María Elisa seguía siendo el centro de su vida, aunque tratara de negarlo.

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Nota de la autora:

Carolina se puso peligrosa con su amenazas.... ustedes qué opinan? Creen que represente un peligro para Maria Elisa??? 

No olvides votar y dejar tu comentario!! Gracias por leerme!! 

Xoxo, D

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