Capítulo #49: Director pervertido

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Narra Maria Elisa

El día había comenzado como cualquier otro en el set. El director, con su habitual mirada severa y ese aire de autoridad que usaba como un escudo, se acercó al grupo y empezó a dar instrucciones. Habíamos ensayado la escena varias veces, y aunque no era particularmente compleja, me sentía tranquila. Dante, mi compañero, siempre se mostraba profesional, y tener esa confianza mutua al trabajar hacía todo mucho más fácil.

Director: María Elisa, en esta escena, Dante va a quitarte la blusa. (dijo con un tono frío y autoritario).

Asentí sin problemas. Ya estaba en el guion, y aunque en los ensayos habíamos omitido esa parte, sabía que tenía que hacerlo a la hora de grabar. Sin embargo, lo que vino después me descolocó por completo.

Director: Perfecto, pero además... quiero que te quite el sostén.

Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar esas palabras. No estaba en el guion. No era necesario para la escena, y lo que más me molestaba era la indiferencia con la que lo decía, como si mi consentimiento no fuera relevante.

Maria Elisa: ¿Qué? (pregunté, intentando mantener la calma). Eso no estaba en el libreto. No me siento cómoda con eso.

El director se detuvo, cruzando los brazos. Lo miré, tratando de entender si realmente esperaba que aceptara sin más. Sabía que algunas escenas requerían vulnerabilidad, pero esto era completamente innecesario. Lo peor era que no mostraba ni una pizca de comprensión.

Director: María Elisa, tienes que hacerlo (replicó, esta vez con más firmeza, como si mi resistencia fuera solo un obstáculo molesto). Es parte de la visión que quiero plasmar.

La palabra "visión" resonó en mi mente. ¿Hasta dónde llegaba esa "visión"? ¿Hasta qué punto estaba dispuesta a sacrificar mi dignidad por un plano que, en el fondo, no añadía nada al personaje? Mi pecho se apretó mientras mi mente luchaba entre la presión de ceder y la necesidad de proteger mis propios límites.

Maria Elisa: Es que no es necesario... (murmuré, esta vez con más firmeza) la escena se corta cuando Dante me quita la blusa.

El silencio se hizo palpable. Me sentía sola en medio de ese set, rodeada de personas, pero aislada en mi decisión. ¿Sería catalogada como "difícil"? Esa era la etiqueta que temía más que cualquier otra en esta industria. Justo cuando el aire comenzaba a volverse irrespirable, una voz conocida rompió la tensión.

***: Cuando Maria Elisa firmó contrato, se comprometió a seguir con el libreto y eso que pides, no es parte del libreto.

Era Roberto.

Su tono era firme, casi desafiante, mientras avanzaba hacia nosotros. Su presencia, inesperada pero bienvenida, trajo consigo una oleada de alivio. Me giré para mirarlo, y en su rostro vi esa determinación que tanto había admirado en otros tiempos, esa convicción de hacer lo correcto, sin importar las consecuencias.

Roberto: Si ella no está cómoda, no tiene por qué hacerlo. (clavando su mirada en el director) Sabes perfectamente que no puedes obligarla.

El director lo miró, visiblemente irritado por la intervención. Pero Roberto no se dejó intimidar.

Roberto: Entiendo que tienes una visión, pero ella tiene derecho a decir que no. No es necesario para la escena, no es necesario para la historia, y ciertamente no es algo que debas imponer.

Por un momento, temí lo peor. No por Roberto, que siempre había sido un protector nato, sino por mí. Temía que esto pudiera significar algo más que un simple desacuerdo en el set. Pero, contra todo pronóstico, el director titubeó. Y luego, con un suspiro frustrado, cedió.

Director: Está bien (dijo, girándose hacia mí con los ojos fríos). Puedes mantener el sostén, pero asegúrate de que la escena transmita la misma intensidad.

Asentí, aunque por dentro me invadía una mezcla de alivio y rabia. ¿Intensidad? ¿Acaso pensaba que la única forma de transmitir vulnerabilidad era desnudándome?

Cuando el director se alejó, Roberto me lanzó una mirada, buscando asegurarse de que estaba bien. Le sonreí en silencio, agradecida, pero también conmovida por su intervención.

Más tarde, después de la toma, sentí la necesidad de agradecerle de una manera más personal. Caminé hasta su camerino y toqué la puerta. El corazón me latía rápido, no solo por lo que había pasado en el set, sino porque sabía que, de alguna manera, esta conversación sería diferente.

Al abrirse la puerta, Roberto me miró con sorpresa y curiosidad, como si no supiera del todo qué esperar de mi visita.

Roberto: Maria... ¡qué sorpresa! (con una leve sonrisa)

Maria Elisa: ¿Puedo pasar? (le sonreí de vuelta, un poco nerviosa)

Roberto: Claro, pasa. ¿Quieres algo de tomar?

Negué con la cabeza y lo miré directo a los ojos.

Maria Elisa: Solo vine a... quería agradecerte por lo que hiciste hoy.

Roberto me observó en silencio un segundo, luego suspiró.

Roberto: No podía quedarme callado, ese tipo es un pervertido, quería aprovecharse de la situación y lo único que quería era verte las tetas.

Maria Elisa: Sí, lo note y por eso mismo no accedí. Créeme que en esta industria me han tocado cosas peores.

Roberto: Ustedes no deberían pasar por esto, siempre que pueda, las voy a defender.

Su honestidad me conmovió. No había esperado menos de él, pero escuchar sus palabras, llenas de protección y rabia contenida, me hizo sentir algo más profundo. Algo que no había permitido salir a la superficie en mucho tiempo.

Maria Elisa: Gracias, Roberto. De verdad.

Él asintió, pero antes de que pudiera responder, me acerqué y lo abracé. Su cuerpo se tensó por un segundo, pero luego fue relajándose al sentir mis brazos. Cerré mis ojos para disfrutar el momento, ese abrazo estaba recargando mi alma, su olor me transportó a aquellos tiempos en los que dormíamos abrazados. Era como volver a un lugar seguro, a ese rincón del alma donde aún guardaba pedazos de él. Deseaba tanto que ese momento fuera eterno.

Nos separamos ligeramente, pero nuestras miradas seguían conectadas. Un suspiro se escapó de mis labios cuando nuestras narices se rozaron suavemente. Era un momento frágil, cargado de emociones sin resolver, de deseos contenidos. Pero justo cuando sentí que podría rendirme a ese impulso, alguien tocó la puerta.

Roberto: Disculpa (murmuró, retrocediendo un paso).

Maria Elisa: No te preocupes (le sonreí, aunque mi corazón latía desbocado). Ya me iba.

Roberto: No tienes que irte, María.

Su voz era suave, casi suplicante. Me quedé en silencio, con la mano en el pomo de la puerta, luchando entre lo que quería y lo que sabía que era mejor.

Maria Elisa: Es mejor así, Roberto (murmuré al final). Te veo mañana.

Le di un beso en la mejilla y, antes de que pudiera decir algo más, salí, llevándome conmigo el eco de lo que pudo haber pasado.

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Nota de la autora:

Casi, casi se besan... 🙊

No olviden votar y dejar su comentario!! Gracias por leerme!!

Xoxo, D

Sin QuererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora