Capítulo #80: FINAL

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Tres días después de la llegada de Isabella al mundo, María Elisa e Isa fueron dadas de alta del hospital. El camino de regreso a casa se sintió eterno, no solo por la distancia, sino porque Roberto, con su instinto de padre primerizo, manejaba despacio, con un cuidado casi exagerado. No quería despertar a la pequeña Isabella, ni siquiera por un segundo. Su ansiedad de novato contrastaba con la paz que se respiraba en el auto. María Elisa, aunque cansada, no dejaba de mirar a su bebé, sumida en una mezcla de asombro y una felicidad que le brotaba desde el alma.

Al llegar a casa, las esperaba una sorpresa que conmovió a María Elisa hasta las lágrimas. Sus seres más queridos habían organizado una cálida bienvenida para la nueva integrante de la familia. Globos, sonrisas, y abrazos llenaban el ambiente con una energía de amor y celebración.

María Elisa caminaba despacio, el cansancio y el dolor aún estaban presentes en su cuerpo. Roberto, orgulloso, llevaba a Isa en su "car seat", cuidando cada paso como si cargara el mayor tesoro del mundo.

Samantha: (emocionada) ¡Bienvenidas a casa! (abrazó a María Elisa con cuidado)

María Elisa sintió el calor del abrazo de su amiga y, por un momento, el dolor físico desapareció, reemplazado por una profunda gratitud.

Roberto: (bromeando) ¿Y yo qué? ¿No merezco un abrazo también?

Samantha: (riendo) ¡A ti no! Esta vez las felicitaciones van para ella, que llevó a la bebé dentro de su pancita por nueve meses y luego tuvo la valentía de traerla al mundo.

Roberto sonrió, pero no dejó pasar la oportunidad para bromear.

Roberto: (con una sonrisa juguetona) Ajá, pero sin mí, Isabella no estaría aquí. Yo puse la mezcla en el molde.

Samantha: (riendo a carcajadas) Vale, vale... tienes un punto. No seas tonto y ven acá. (lo abrazó) Felicidades, ahora tienes a dos princesas que cuidar.

Roberto: (con una sonrisa inmensa, los ojos brillantes) No sabes lo feliz que me siento... es como si mi corazón no pudiera contener tanto amor.

Samantha: (mirándolo con cariño) No necesitas decirlo, Roberto. Lo veo en tus ojos, y créeme, lo refleja tu sonrisa.

Doña Clara, con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a su hija, sus manos temblorosas mientras la abrazaba con una mezcla de orgullo y emoción.

Doña Clara: Mi niña... estoy tan orgullosa de ti. Mi pequeña ahora es mamá. (susurró, mientras las lágrimas caían suavemente por sus mejillas)

María Elisa: (conmovida, apretando la mano de su madre) Ay, mamita... no llores, que me harás llorar a mí también. Te necesito tanto...

Doña Clara: (acariciando su rostro) Siempre estaré aquí para ti, mi amor. Para ti y para mi nieta.

La pequeña Isabella dormía plácidamente, ajena al bullicio de amor y alegría a su alrededor. Su llegada había cambiado la vida de todos, especialmente la de Roberto, quien no dejaba de admirarla, diciendo con orgullo a todo el que lo escuchara que su hija era igual de hermosa que su madre. Isabella había heredado los ojos marrones y el cabello de María Elisa, pero la nariz y la boca eran indudablemente de Roberto.

Después de compartir sonrisas y abrazos con los demás, Roberto llevó a María Elisa a la terraza, deseando un momento a solas con ella, lejos del bullicio.

María Elisa: (extrañada) ¿Qué pasa, mi amor? ¿Por qué me traes hasta aquí?

Roberto: (acariciando su mejilla con ternura) Te ves cansada...

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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