Tres días después de la llegada de Isabella al mundo, María Elisa e Isa fueron dadas de alta del hospital. El camino de regreso a casa se sintió eterno, no solo por la distancia, sino porque Roberto, con su instinto de padre primerizo, manejaba despacio, con un cuidado casi exagerado. No quería despertar a la pequeña Isabella, ni siquiera por un segundo. Su ansiedad de novato contrastaba con la paz que se respiraba en el auto. María Elisa, aunque cansada, no dejaba de mirar a su bebé, sumida en una mezcla de asombro y una felicidad que le brotaba desde el alma.
Al llegar a casa, las esperaba una sorpresa que conmovió a María Elisa hasta las lágrimas. Sus seres más queridos habían organizado una cálida bienvenida para la nueva integrante de la familia. Globos, sonrisas, y abrazos llenaban el ambiente con una energía de amor y celebración.
María Elisa caminaba despacio, el cansancio y el dolor aún estaban presentes en su cuerpo. Roberto, orgulloso, llevaba a Isa en su "car seat", cuidando cada paso como si cargara el mayor tesoro del mundo.
Samantha: (emocionada) ¡Bienvenidas a casa! (abrazó a María Elisa con cuidado)
María Elisa sintió el calor del abrazo de su amiga y, por un momento, el dolor físico desapareció, reemplazado por una profunda gratitud.
Roberto: (bromeando) ¿Y yo qué? ¿No merezco un abrazo también?
Samantha: (riendo) ¡A ti no! Esta vez las felicitaciones van para ella, que llevó a la bebé dentro de su pancita por nueve meses y luego tuvo la valentía de traerla al mundo.
Roberto sonrió, pero no dejó pasar la oportunidad para bromear.
Roberto: (con una sonrisa juguetona) Ajá, pero sin mí, Isabella no estaría aquí. Yo puse la mezcla en el molde.
Samantha: (riendo a carcajadas) Vale, vale... tienes un punto. No seas tonto y ven acá. (lo abrazó) Felicidades, ahora tienes a dos princesas que cuidar.
Roberto: (con una sonrisa inmensa, los ojos brillantes) No sabes lo feliz que me siento... es como si mi corazón no pudiera contener tanto amor.
Samantha: (mirándolo con cariño) No necesitas decirlo, Roberto. Lo veo en tus ojos, y créeme, lo refleja tu sonrisa.
Doña Clara, con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a su hija, sus manos temblorosas mientras la abrazaba con una mezcla de orgullo y emoción.
Doña Clara: Mi niña... estoy tan orgullosa de ti. Mi pequeña ahora es mamá. (susurró, mientras las lágrimas caían suavemente por sus mejillas)
María Elisa: (conmovida, apretando la mano de su madre) Ay, mamita... no llores, que me harás llorar a mí también. Te necesito tanto...
Doña Clara: (acariciando su rostro) Siempre estaré aquí para ti, mi amor. Para ti y para mi nieta.
La pequeña Isabella dormía plácidamente, ajena al bullicio de amor y alegría a su alrededor. Su llegada había cambiado la vida de todos, especialmente la de Roberto, quien no dejaba de admirarla, diciendo con orgullo a todo el que lo escuchara que su hija era igual de hermosa que su madre. Isabella había heredado los ojos marrones y el cabello de María Elisa, pero la nariz y la boca eran indudablemente de Roberto.
Después de compartir sonrisas y abrazos con los demás, Roberto llevó a María Elisa a la terraza, deseando un momento a solas con ella, lejos del bullicio.
María Elisa: (extrañada) ¿Qué pasa, mi amor? ¿Por qué me traes hasta aquí?
Roberto: (acariciando su mejilla con ternura) Te ves cansada...
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Sin Querer
Hayran KurguSamantha es una joven universitaria que sueña con ser actriz. Es fiel admiradora de la actriz ecuatoriana María Elisa Camargo. María Elisa está profundamente enamorada de su novio Roberto, a quien conoció en una de las producciones que trabajó. Amb...