Narra Maria Elisa
Samantha y yo habíamos quedado en viajar el mismo día y encontrarnos en el aeropuerto para despedirnos. El aeropuerto estaba lleno de gente, como siempre, pero ese día el ruido y el bullicio parecían quedar difusos en el fondo, como si el mundo se estuviera desvaneciendo a mi alrededor. Todo lo que sentía era el peso de la despedida que estaba por venir. Me repetía a mí misma que todo estaría bien, que ambas teníamos nuestros propios caminos por delante, pero eso no hacía que doliera menos.
Mientras caminaba hacia el lugar donde habíamos quedado de vernos, mi corazón latía más rápido de lo habitual. Las despedidas nunca han sido fáciles para mí, y esta era especialmente difícil. Samantha no era solo una persona que había llegado a mi vida por casualidad, era alguien que había marcado mi historia. Nos habíamos convertido en algo más que amigas, había una hermandad que nos unía.
Cuando la vi, parada junto a su maleta, mi pecho se encogió. Samantha lucía distinta, más fuerte, más segura. La chica que había conocido meses atrás, rota y envuelta en su propio dolor, ahora tenía una luz nueva en sus ojos. Me sentí orgullosa, pero también nostálgica, porque sabía que este momento marcaría el fin de una etapa y el comienzo de otra.
Samantha: ¡Maria! (exclamó al verme, sonriendo, pero con los ojos ya brillantes por la emoción contenida).
Corrí hacia ella, y nos abrazamos sin decir una palabra al principio. Sentí su cuerpo temblar ligeramente entre mis brazos, y entonces fue cuando lo supe: ambas estábamos sosteniendo el peso de lo que significaba este adiós.
Maria Elisa: ¿Estás lista para conquistar Canadá? (dije finalmente, tratando de sonar animada, aunque mi voz temblaba un poco)
Samantha rió entre lágrimas, apartándose lo suficiente para verme a los ojos.
Samantha: Más o menos... (respondió, con una sonrisa temblorosa). Es aterrador, pero... también emocionante. Nunca pensé que llegaría este momento.
Maria Elisa: Has trabajado tanto para esto (le recordé, tomando sus manos entre las mías). Te mereces cada paso que des allá. Y sé que lo vas a lograr.
No pude evitar que las lágrimas empezaran a deslizarse por mis mejillas. Traté de contenerlas, porque sabía que esto no era un adiós triste. Era un adiós lleno de esperanza. Pero el corazón no siempre entiende eso.
Nos quedamos en silencio por un momento, como si ambas estuviéramos recogiendo los pedazos de todo lo que habíamos vivido juntas en esos meses. Y entonces, sentí que era el momento adecuado.
Maria Elisa: Te traje algo (dije, sacando una pequeña caja de mi bolso).
Al dársela, vi cómo sus ojos se iluminaron con curiosidad. Samantha abrió la caja y encontró un collar con un pequeño colgante en forma de estrella. Sabía que no era nada ostentoso ni extravagante, pero era significativo para mí.
Maria Elisa: Es para que te recuerdes a ti misma que siempre hay luz, incluso en los momentos más oscuros. Cuando estés allá y te sientas sola o asustada, quiero que lo toques y recuerdes que no importa dónde estés, siempre vas a tener a alguien que te apoya desde la distancia.
Sus ojos se llenaron de lágrimas de inmediato, y sentí que la emoción también me ahogaba. Samantha me abrazó con tanta fuerza que me costaba respirar, pero no me importó. Ese abrazo lo decía todo, era un gracias, un adiós y un te quiero al mismo tiempo.
Samantha: Yo también tengo algo para ti (dijo cuando se apartó, sacando una pequeña pulsera de su bolso).
Era sencilla, hecha de hilos entrelazados en tonos azules y verdes. Lo más bonito era el pequeño dije que colgaba en forma de infinito.
Samantha: Es para que nunca olvides que, sin importar cuánto tiempo pase o dónde estemos, siempre estaremos conectadas (dijo con una sonrisa, aunque las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas). Porque esto... lo que compartimos... no se acaba aquí.
Me mordí el labio para no romper a llorar de nuevo mientras me ponía la pulsera en la muñeca. Sentí el peso simbólico de ese gesto, una promesa silenciosa de que, aunque nuestros caminos se separaran, siempre habría un lazo que nos mantendría unidas.
Maria Elisa: Gracias, Sam (susurré, tocando suavemente la pulsera). Significa más de lo que imaginas.
Nos quedamos abrazadas por un momento más, sabiendo que el tiempo estaba en nuestra contra, que pronto las horas nos obligarían a seguir adelante, cada una hacia su destino. Pero no podíamos soltar ese momento. No todavía.
Finalmente, el anuncio de los vuelos resonó en los altavoces del aeropuerto, y ambas supimos que el momento había llegado. Miramos nuestras maletas, nuestras respectivas puertas de embarque, y luego nos miramos una última vez.
Maria Elisa: Prométeme que nos mantendremos en contacto.
Samantha: Lo prometo (respondió con una sonrisa).
Nos abrazamos una última vez, ambas llorando, pero sin que fuera una despedida triste. Eran lágrimas de gratitud, de amor, de todo lo que habíamos compartido y de lo que aún vendría, aunque fuera en la distancia.
Samantha: ¡Te quiero, Maria! (dijo en mi oído mientras me soltaba).
Maria Elisa: ¡Yo también te quiero, Sam!
La vi alejarse hacia su puerta de embarque, y aunque sentía un vacío en el estómago, también había una extraña paz. Sabía que esto era lo correcto, para ambas. Estábamos listas para lo que viniera, cada una en su propio camino.
Mientras caminaba hacia mi puerta, toqué la pulsera que me había dado. Sonreí entre lágrimas, sabiendo que, aunque nuestros destinos ahora estaban separados por miles de kilómetros, siempre habría una parte de mí que estaría con Samantha. Y eso, de alguna manera, hacía que este adiós se sintiera menos final y más como un nuevo comienzo.
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Nota de la autora:
Adiós Sam!!... o hasta luego??
No olviden votar y dejar su comentario!! Gracias por leerme!!
Xoxo, D
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Sin Querer
FanfictionSamantha es una joven universitaria que sueña con ser actriz. Es fiel admiradora de la actriz ecuatoriana María Elisa Camargo. María Elisa está profundamente enamorada de su novio Roberto, a quien conoció en una de las producciones que trabajó. Amb...