Narra Maria Elisa
Después de la tensa conversación con Patrick, me despedí de él con una mezcla de alivio y confusión. Necesitaba un momento para recomponerme, así que regresé al área de maquillaje, deseando que el proceso de arreglarme me ayudara a despejar la mente. La maquillista ya había comenzado con el delineado de mis ojos, y el olor a cosméticos me resultaba familiar y reconfortante.
Cuando entré, vi a Cristina sentada frente al espejo, riendo con otra actriz del set. Sin embargo, su risa se detuvo de golpe cuando me miró, y su expresión se transformó en una mezcla de sorpresa y preocupación.
Cristina: ¡María! (exclamó, sus ojos abriéndose como platos). ¿Qué te pasó en el brazo? No me digas que Patrick...
No sabía de qué hablaba hasta que seguí su mirada y vi mi reflejo en el espejo. Allí, en mi brazo, estaban las marcas de los dedos de Patrick. Un rojo intenso comenzaba a difuminarse en un morado débil. Mi corazón se hundió al darme cuenta de lo que había sucedido. No era solo un roce; era una señal clara de la tensión que había surgido entre nosotros.
Maria Elisa: No... no es lo que piensas (dije rápidamente, tratando de calmarla). No fue él, tropecé y mi brazo se golpeó con la puerta.
Me sentía tan estúpida dando esa respuesta, el típico cliché que se escuchaba en las novelas. La maquillista, que estaba en la misma habitación, se acercó con preocupación.
Maquillista: ¿Estás bien? (mirando mi brazo con atención). Si necesitas, puedo cubrirlo con un poco de maquillaje, pero tomará tiempo.
Miré el reloj en la pared. No tenía tiempo. Tenía que estar lista para la grabación, y no quería que esto se convirtiera en un drama innecesario. Pero la idea de que alguien pudiera ver esa marca y sacar conclusiones erróneas me inquietaba.
Maria Elisa: No, gracias. Creo que puedo manejarlo (respondí, forzando una sonrisa). Solo necesito una chaqueta.
Mientras buscaba en el estante de vestuarios, el nudo en mi estómago seguía ahí, recordándome que la situación con Patrick no era tan sencilla como había querido hacerle creer. No quería preocupar a nadie, así que decidí ponerme una chaqueta, cubriendo mi brazo y ocultando la evidencia de lo que había sucedido. Aun así, la sensación de que algo no estaba bien persistía.
Cuando me la puse, Cristina se acercó con una mirada intensa.
Cristina: ¿De verdad estás bien? No tienes que esconderlo, sabes que puedes hablar conmigo.
Tomé un profundo aliento. Quería abrirme a ella, pero el miedo de que me juzgara o de que el tema se volviera más complicado me hacía retener mis palabras.
Maria Elisa: Luego hablamos, ¿sí? Estoy bien, no te preocupes.
Cristina asintió, aunque su expresión me daba a entender que no me dejaría tranquila hasta que le contara lo sucedido.
Cristina: De acuerdo, pero recuerda que aquí estoy si necesitas desahogarte. (dándome un suave apretón en el hombro)
Agradecí su apoyo, pero aún me sentía atrapada en mis propios pensamientos. Mientras me preparaban, traté de centrarme en la grabación que se acercaba, pero mi mente seguía regresando a esa conversación con Patrick y a cómo había terminado. No podía dejar de pensar en la imagen de su rostro al enterarse de la presencia de Roberto, y la forma en que había reaccionado.
La maquillista terminó de arreglarme. Con el corazón aún agitado, salí del área de maquillaje, lista para enfrentar las grabaciones del día.
Cuando entré al set de grabación, la energía era palpable. Las luces brillaban intensamente y el bullicio de los asistentes llenaba el aire. Al instante, el director me vio y se acercó.
Director: María Elisa, necesito que te quites la chaqueta. No va con tu personaje (dijo, con una urgencia que no dejaba lugar a dudas).
Sentí cómo el corazón me dio un vuelco. Tartamudeando, traté de explicarle.
Maria Elisa: No puedo... me golpeé con una puerta y... (mi voz se entrecortó, pero no quería que pensara que estaba usando una excusa).
Director: ¿Qué? (el director frunció el ceño, claramente frustrado) Si te lastimaste, debiste pedir que te maquillaran el brazo. ¡Esto es una pérdida de tiempo! Tienes 15 minutos para solucionarlo.
La presión se apoderó de mí, y sin pensarlo, salí corriendo hacia el área de maquillaje. Sentía que el pánico comenzaba a asomarse en mi pecho. No podía dejar que todos me miraran así, pero tampoco quería desobedecer las órdenes del director. Estaba atrapada en un ciclo de emociones que parecía no tener fin.
Al llegar, me senté rápidamente en una de las sillas frente al espejo. La maquillista, al verme entrar con esa urgencia, comenzó a preparar sus cosas.
Maria Elisa: ¡Por favor, necesito que me cubras esto! (señalando mi brazo morado).
En ese momento, sentí que alguien se sentaba a mi lado. Era Roberto, que había seguido mis pasos. Su mirada era intensa, llena de preocupación, y eso solo hacía que mi ansiedad aumentara.
Roberto: ¿Qué te pasó?
Maria Elisa: (sin mirarlo) Ya lo dije.
Roberto: No creo que eso te lo hayas hecho con una puerta. Tienes dedos marcados, y que yo sepa, las puertas no tienen dedos. (dijo, en un tono que dejaba claro que no se creía mi historia).
Me miró directamente a los ojos, buscando una respuesta que no quería darle. Me quedé en silencio, luchando internamente. No podía decirle. La situación con Patrick ya era lo suficientemente complicada; no quería añadir más leña al fuego.
Maria Elisa: No es tu problema, Roberto (respondí, intentando sonar firme, aunque mi voz tembló un poco).
Él se inclinó un poco más cerca, su expresión volviéndose más seria.
Roberto: No estoy tratando de ser un problema, María Elisa. Solo quiero que estés bien. Lo que sea que te haya pasado... lo que sea que esté pasando, puedes decírmelo. ¿Fue él? ¿Tu novio te hizo eso?
Respiré hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
Maria Elisa: Solo necesito que me dejen en paz, por favor.
La maquillista comenzó a aplicar el corrector, y sentí el frío del producto contra mi piel, como un recordatorio de que estaba intentando ocultar una herida que, aunque no visible, seguía doliendo.
Roberto pareció desilusionarse, pero no se movió. Quería decirle que estaba bien, que todo iba a estar bien, pero las palabras se atascaban en mi garganta. Mientras la maquillista trabajaba, sentía la presión de su mirada, como si estuviera buscando la verdad en cada línea de mi rostro.
Finalmente, el maquillaje terminó y miré mi brazo cubierto, la evidencia de lo que había sucedido oculta de la vista. Sin embargo, no podía ocultar la confusión y la ansiedad que seguían latentes en mi interior.
Maquillista: ¡Esto ya quedó! (sonriendo) Ahora estás lista para brillar.
Maria Elisa: ¡Gracias corazón!
Me levanté, sintiendo un poco de alivio, pero la conversación con Roberto aún colgaba en el aire. Tenía que enfrentar mis problemas, pero en ese momento, lo único que quería era salir al set y hacer lo que amaba, aunque eso significara cargar con todo el peso emocional que llevaba.
Mientras me dirigía de regreso, noté que Roberto seguía a mi lado. Su presencia era reconfortante y a la vez desestabilizadora. A pesar de todo, había una conexión entre nosotros que parecía no haber desaparecido del todo. Y aunque no estaba lista para enfrentarla, sabía que no podría evitarlo para siempre.
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Nota de la autora:
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Xoxo, D
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Sin Querer
FanfictionSamantha es una joven universitaria que sueña con ser actriz. Es fiel admiradora de la actriz ecuatoriana María Elisa Camargo. María Elisa está profundamente enamorada de su novio Roberto, a quien conoció en una de las producciones que trabajó. Amb...