Capítulo #58: Cumpleaños fatal

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Narrador externo

El set estaba decorado de manera especial para el cumpleaños de María Elisa. Globos de colores suaves llenaban el lugar, y el aroma de un pastel recién hecho se mezclaba con la brisa. Dante había sido el encargado de organizarlo todo, asegurándose de que, a pesar del ajetreo de la grabación, María Elisa tuviera un día especial.

María Elisa entró al set, cansada pero sonriendo, sin sospechar lo que estaba por venir. Al cruzar la puerta, fue recibida por una explosión de aplausos y felicitaciones. Cristina y Simón la abrazaron, deseándole lo mejor, mientras Dante le entregaba un ramo de flores.

Maria Elisa: Wow... gracias! Los amo demasiado! (con una sonrisa)

Dante: Feliz cumpleaños, mamacita. Este es tu día, lo mereces.

María Elisa sonrió, aunque su corazón seguía algo pesado. Su vida personal estaba llena de complicaciones que le impedían disfrutar plenamente del momento. Aun así, se permitió una risa breve cuando Simón hizo un comentario bromista sobre soplar las velas.

Al mediodía, mientras el equipo disfrutaba de su descanso, Roberto llegó al set con la intención de encontrar a María Elisa. Llevaba consigo un pequeño ramo de flores. Sin embargo, al acercarse al camerino de María Elisa, su corazón se encogió al ver a un repartidor entrar, cargando un imponente arreglo de flores. Roberto se quedó inmóvil por un momento, sintiendo cómo su entusiasmo se desvanecía, mientras una mezcla de frustración y resignación lo invadía. Sabía que ese arreglo se lo enviaba Patrick. Con un suspiro pesado y un nudo en el pecho, se dio la vuelta, sabiendo que el gesto que había planeado ya no tendría el mismo impacto.

Dante, que había presenciado todo desde la distancia, se acercó a Roberto con una mirada comprensiva. Observó las flores que llevaba y, sin pensarlo mucho, le dijo:

Dante: No te rindas, si ella significa tanto para ti, lucha por ella.

Roberto: ¿Perdón?

Dante: Hermano, lucha por ella. Todavía no puedo entender cómo dos personas que se aman intentan rehacer sus vidas con otras personas. No lo entiendo.

Roberto: Lo hemos intentado varias veces y no ha funcionado.

Dante: El amor es así, tiene sus altos y bajos, pero no pueden permitir que los momentos malos sean razón para separarse.

Roberto: Supongo que tienes razón, pero ya no sé qué hacer, Maria Elisa no quiere saber nada de mí.

Dante: ¿Sabes qué? Deberías entrar ahora mismo a ese camerino y decirle todo lo que sientes.

Roberto: (soltó una carcajada) No lo haré.

Dante: No seas pendejo. (dándole un golpe en el hombro)

Roberto se armó de valor y ni siquiera tocó a la puerta, simplemente la abrió y entró. María Elisa levantó la vista, sorprendida de verlo. Había estado evitándolo, tratando de mantener una distancia que le costaba más de lo que quería admitir. Lo observó con frialdad.

Maria Elisa: ¿Qué haces aquí, Roberto? (dijo con frialdad)

Roberto: (respiró profundo) Quería desearte un feliz cumpleaños y te traje esto (dijo entregándole las flores)

Al ver las flores, la expresión de frialdad en el rostro de Maria Elisa se fue desvaneciendo.

Maria Elisa: Son mis favoritas, están hermosas... ¡Gracias Roberto! (dijo con una media sonrisa)

Roberto: Puedo... ¿puedo abrazarte?

Maria Elisa: ¡Claro!

Ella dudó un segundo, pero luego sin pensarlo mucho, se acercó a él. El abrazo fue lento al principio, casi inseguro, pero a medida que sus cuerpos se encontraron, fue como si un peso invisible cayera. Roberto la sostuvo con ternura, sus manos en la espalda de ella, sintiendo la calidez y la familiaridad de su piel a través de la tela de su ropa. María Elisa, por un instante, cerró los ojos, permitiéndose descansar en aquel abrazo, aunque su mente luchara por mantenerse fría.

Cuando se separaron, lo hicieron con una delicadeza que mostraba el cuidado que ambos aún tenían por el otro, aunque ninguno de los dos lo dijera en palabras. Roberto se giró para irse, pero la puerta del camerino se abrió de golpe. Carolina irrumpió, con los ojos llenos de rabia y el rostro desencajado por la furia. Llevaba un arma en la mano, y sin previo aviso, la apuntó directamente a María Elisa.

Carolina: ¡Ustedes dos me las van a pagar! (gritó con la voz temblando de rabia).

Roberto: (sorprendido) Carolina...

El mundo se detuvo en ese instante. El aire se volvió denso, como si todo el espacio hubiera sido absorbido por la furia de Carolina. María Elisa se movió lentamente, con el corazón latiéndole en los oídos. La amenaza era palpable, pero lo que más la paralizaba era el miedo en los ojos de Roberto.

Carolina: (gritando y con lágrimas en los ojos) ¿Por ella terminaste conmigo?

Roberto: Sabes perfectamente porqué lo hice, Caro... no te amo.

Carolina: ¡Tú! ¡Todo esto es tu culpa! (gritó mientras se abalanzaba sobre María Elisa, sujetándola del cuello y apuntándole en la cabeza con el arma). Si no vas a estar conmigo, tampoco estarás con ella. (mirándolo a los ojos)

Maria Elisa: (con la voz temblorosa) Caro, cálmate por favor.

Carolina: ¡Cállate! ¡Eres una zorra y por eso vas a morir! (le gritó enfurecida)

Roberto: Carolina, por favor, baja el arma. Esto no tiene que terminar así. (trató de calmarla, su voz quebrada por el pánico).

Sabía que Carolina estaba al borde del abismo, y cualquier palabra en falso podría empujarla aún más allá. Pero Carolina no lo escuchaba. Estaba cegada por los celos y la traición que sentía en su pecho.

Dante escuchó los gritos y apareció de repente en la puerta.

Dante: Carolina, por favor, baja esa arma. Se te puede escapar un tiro. (intentó razonar, acercándose con las manos en alto, como si de alguna manera sus palabras pudieran llegar hasta ella).

Carolina: No te acerques o le disparo.

Roberto: Ya no más Carolina, baja la maldita arma. (su tono de voz era firme pero a la vez mostraba preocupación)

Maria Elisa: Por favor... (susurró)

Roberto: Caro, hablemos tu y yo... ¿sí? Vamos juntos al hotel y arreglamos las cosas... hacemos lo que tú quieras, pero por favor, déjala ir. (intentando jugar con su mente)

Carolina: Tú te metiste entre nosotros, éramos muy felices hasta que volviste a aparecer. Debiste morir desangrada cuando perdiste a tu hijo.

Roberto: (se enfureció al escuchar sus palabras) ¡BASTA CAROLINA! (gritó)

Maria Elisa: No entiendo tu odio, yo no te hice nada.

Carolina: ¡CÁLLATE! (gritó)

La presión sobre la garganta de Maria Elisa la dejó sin aliento, pero en medio del pánico, los recuerdos de las clases de defensa personal regresaron a su mente. En un movimiento rápido y desesperado, logró zafarse del agarre.

Pero Carolina estaba fuera de control. Su respiración era errática, y las lágrimas comenzaban a asomarse en sus ojos, fruto de la confusión y el dolor. Temblaba, y antes de que alguien pudiera reaccionar, un disparo resonó en la habitación.

El silencio que siguió fue ensordecedor. El tiempo pareció detenerse.

***: ¡NOOOOOOOO! (un grito desgarrador salió de su boca)

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Nota de la autora:

Quién crees que recibió el disparo?? 

No olvides votar y dejar tu comentario!! Gracias por leerme!!

Xoxo, D

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