Capítulo #40: Renacer entre sombras

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Narra Samantha

Habían pasado dos meses desde que abrí los ojos en aquella habitación, dos meses desde que sentí la mano de María Elisa aferrada a la mía, devolviéndome poco a poco a la vida. Durante este tiempo, había enfrentado los monstruos que vivían en mi cabeza, uno por uno. No ha sido fácil, pero he ido aprendiendo a mirarlos sin dejar que me consuman. Con la ayuda de mi terapeuta, comencé a descubrir el valor de las palabras que había silenciado durante tantos años. Pero había días en que el peso de mi pasado todavía me aplastaba, y en esos momentos, María Elisa siempre estaba allí, a su manera.

María Elisa, a pesar de estar envuelta en las últimas semanas de grabación de su serie, sacaba tiempo para mí. No podía estar todo el día a mi lado, pero venía a visitarme en las noches. Siempre estaba al final del día, agotada, pero sonriendo, a veces traía comida para compartir, otras veces, solo mirábamos una película. Y eso para mí, era suficiente.

Esa tarde me encontraba sentada en el pequeño sofá de mi sala, mirando el atardecer desde la ventana, el cielo teñido de un naranja que me recordaba lo efímera que era la vida. La puerta se abrió suavemente y, como cada día después de un largo rodaje, María Elisa apareció con su sonrisa que, a pesar del cansancio, siempre me hacía sentir un poco más ligera.

María Elisa: ¡Hola! ¿Cómo estás? (me preguntó mientras dejaba su bolso sobre la mesa y se quitaba los zapatos, dejándose caer a mi lado) Su cabello, siempre perfectamente peinado para las cámaras, estaba ahora un poco desordenado, lo que le daba un aire más natural.

Samantha: Mejor... creo (respondí, pero mi tono traicionaba la verdad)

María Elisa me miró, entrecerrando los ojos. No era alguien a quien pudiera engañar tan fácilmente.

María Elisa: ¿Qué pasó hoy en terapia? (me preguntó suavemente)

Respiré hondo, sintiendo el nudo en mi garganta. Mi terapeuta y yo habíamos tocado un tema que había estado evitando: el encarcelamiento de mi padre. El hecho de que lo hubieran atrapado y que ahora estuviera tras las rejas no significaba que mi mente estuviera libre. A veces, sentía que su sombra aún estaba detrás de mí, sus palabras, sus golpes, todo lo que me hizo... aún vivía dentro de mí.

Samantha: Hablamos de mi padre. (dije en voz baja)

Sentí cómo María Elisa se tensaba un poco a mi lado, siempre había sido un tema delicado, incluso para ella.

Samantha: Me siento tan confundida... debería estar feliz, ¿no? Debería sentirme liberada porque él ya no puede lastimarme. Pero no es así. Sigo sintiendo... miedo, resentimiento. Como si todavía estuviera bajo su control.

María Elisa me miró en silencio, sus ojos llenos de una mezcla de compasión y dolor. Me tomó de la mano, y su calidez me recorrió el cuerpo.

María Elisa: No es fácil dejar atrás lo que te ha marcado tanto, Sam. Nadie espera que lo superes de la noche a la mañana. Y es normal que tengas miedo... llevas años viviendo con esa sombra encima. Pero ahora tienes la oportunidad de romper ese ciclo. Estás haciendo todo lo correcto, estás luchando por salir adelante, y eso es lo que importa. (dijo suavemente, apretando mi mano)

Sentí cómo las lágrimas empezaban a acumularse en mis ojos, pero no quise llorar. Ya había llorado tanto. Pero, al mismo tiempo, algo dentro de mí se rompió, y dejé que las lágrimas cayeran. No era tristeza lo que sentía, ni tampoco alivio. Era algo más profundo, algo que no lograba poner en palabras.

Samantha: Tengo tanto miedo de fallar... de no ser lo suficientemente fuerte para seguir. A veces siento que todo es demasiado. (admití, con la voz entrecortada por el llanto)

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