Capítulo 8: Extraño.

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Se llamaba Owen, y era el chico más guapo que había visto en toda mi vida.

Era alto, esbelto, ¡y era jodidamente sexy! Sus facciones eran muy delicadas, y a la vez muy varoniles, y sus enormes ojos eran preciosos, de un gris parecido al acero. Esbozaba una sonrisa que tenía como fin parecer amistosa, pero a la vez me intimidó un poco. Llevaba unas botas cafés, un pantalón azul de mezclilla ajustado, y una camisa a cuadros azules y negros de manga corta, abierta sobre una playera blanca. Me observaba con ojos curiosos a la espera de algo, no me di cuenta de que lo estaba observando fijamente hasta que sonrió de medio lado y levantó una ceja. Aparté la vista incómoda y él se echó a reír.

—Vale, ¿acaso nadie te dijo nunca que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas? —Le espeté. Él pareció profundamente ofendido por un segundo y frunció el ceño. Debo aceptar que me dio un poco de miedo, el chico en verdad era intimidante. Se relajó en seguida, y su sonrisa regresó.

—Disculpe, señorita, no era mi intención entrometerme, estaba atrapado en el pasillo, es muy angosto, y no podría haber salido sin ser inoportuno —dijo.

—Y por eso decidiste unirte a la fiesta, ¿no? —Él me dedicó una sonrisa tolerante, pero se veía que a duras penas podía ocultar su irritación, se me erizaron los vellos de la nuca.

—Ya me he disculpado por eso, señorita, incluso he elogiado sus actos, así que me retiro. ¡Es una pena que una chica tan guapa tenga tan mal genio! De cualquier modo, usted me parece sumamente interesante, así que no dude en buscarme si necesita algo —dijo al tiempo que hacia una elegante reverencia. Su propiedad me hizo sentir un tanto grosera, pero no podía evitar el sentirme ofendida a la vez. Me rodeó y se dirigió al interior del bar—. Por cierto, lindos ojos —dijo sin volverse, y salió de mi campo visual.

Me puse tan roja como una gota de sangre. ¿Acaso me llamó guapa? Sabía que era patética, pero mi corazón latía muy deprisa. Me giré, y salí del pasillo justo a tiempo para ver cómo desaparecía tras la puerta de cristal que había visto unos momentos antes.

No. No puede ser.

Vaya, Odín debe odiarme muchísimo. El tal Owen, era uno de los dueños del club.

Genial.

*Owen en multimedia

Geckos y VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora