Capítulo 32: Amnesia temporal.

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8:30 A.M. Un día después del cumpleaños de Kahli.

Estaba en un avión, justo en la puerta, esperando para saltar. Hanna me veía maliciosa, porque yo no estaba preparada aún, y no tenía paracaídas. Ella reía, me decía que esperaba que tuviera un buen salto y me empujaba al vacío. Yo gritaba como demente, pero dejaba de hacerlo al notar a Jesse caer junto a mí, con un enorme corazón de papel y cantando una canción de amor en la que me pedía que me casara con él. Retomé mis gritos, ésta vez con más fuerza. Divisé una mancha debajo de mí, no podía creer que siguiera cayendo. La mancha se acercaba, era una silueta familiar, reconocí a Owen en cuanto llegué a su lado y comenzamos a caer juntos. Le pedí ayuda en cuanto noté que él sí tenía paracaídas. Él se acercó, provocativo, y sin explicación alguna, comenzó a mordisquear mi mano derecha. Había escuchado de chicos raros, pero ésto era el colmo. Alejé mi mano de sus afilados dientes, pero se acercó de nuevo con pequeños saltos. ¿Saltos en el aire? Retiré mi mano una vez más al sentir como sus incisivos se clavaban en mi piel, pero ésta vez, lo hice con un movimiento brusco. Eso bastó para que dejara de caer.

De pronto, todo se volvió negro, y un dolor agudo se apoderó de mi cabeza. ¡Ay! Traté de incorporarme, pero el dolor aumentó cuando lo hice. Me dejé caer, tomando mi cabeza entre mis manos. Gemí. ¿Qué demonios me pasaba? Escuché un sonido muy extraño cerca de mí, intenté abrir los ojos con cuidado, pero todo estaba borroso a mi alrededor. Tardé un poco en enfocar la vista, pero en cuanto fui capaz de ver con claridad, descubrí la causa de dicho ruido. Raksha se encontraba frente a mí, mirándome y jadeando, muy feliz. Mi cabeza palpitaba violentamente, así que cerré mis ojos con fuerza. 

Me tomó más de un minuto normalizar mi respiración y poder incorporarme sin que el dolor me asaltara. Busqué mi celular a ciegas en mi mesa de noche, mis dedos se encontraron con un anillo, mi anillo, y uno más, pero mi celular no parecía estar ahí. Gemí de nuevo. Debía abrir los ojos para encontrarlo y no quería abrirlos aún, la luz me molestaba. Giré sobre mí misma con la esperanza de poder dormir otro poco, cuando la realidad cayó sobre mí. Abrí los ojos de golpe, sin importar que me quedara ciega por unos instantes, y miré el lugar donde antes había buscado por mi teléfono.

Caí en la cuenta de que las cosas estaban mal cuando comencé a numerar lo hechos y echar un vistazo a mi alrededor. Dos anillos iguales. Ésa no era mi mesa de noche. El lugar en el que me encontraba no me parecía ni remotamente familiar. Me encontraba en una gigantesca cama blanca. Raksha se encontraba mordiendo mis pantalones. 

¡Por la rana René, mis pantalones! 

Con un movimiento brusco, levanté la sábana que cubría mi cuerpo. Me faltaban los pantalones, pero el resto de mi ropa seguía en su lugar. ¡¿Qué mierda había hecho?! Me levanté de prisa, sin querer pensar demasiado hasta que estuviera segura en casa y le quité mis jeans a Raksha antes de ponérmelos. La habitación era un gran rectángulo con una puerta abierta hacia una especie de sala, y con otra puerta de madera, cerrada. Mi chaqueta se encontraba en un sofá, a unos cuantos metros, junto a la puerta de madera, y mi celular estaba en el piso. Busqué mis zapatos con la vista, pero no parecían estar por ningún lado. 

A excepción de la sábana que me cubría, toda la ropa de cama se encontraba casi en su totalidad en el suelo, del otro lado de la misma. Quizá mis zapatos se encontraban ocultos por el cobertor. Subí rápidamente a la cama, atravesándola y lidiando con el dolor de cabeza, que aparecía con cada movimiento que hacía. Joder, debí haberla rodeado. Tiré de las sábanas con fuerza hacía arriba, pero no se movieron de su lugar. Fruncí el ceño y respiré despacio pensando en que quizá se habían atorado con algo, pero un escalofrío recorrió mi espalda cuando se me ocurrió que quizá no había sido así. 

Despacio, muy despacio, bajé de la cama y me posicioné frente al enorme montón de sábanas que se encontraban en el piso. Con movimientos torpes, tomé el cobertor y lo levanté con mucho cuidado hasta descubrir una melena rojiza, justo a un lado de mis zapatos. Solté el cobertor de golpe y me congelé. 

Esto no podía estar pasando. 

Cerré mis ojos con fuerza tratando de despertar, estaba segura de que esto era una pesadilla, lo intenté un par de veces, pero fue en vano, ni siquiera podía recordar nada. Puse las manos sobre mi cabeza, presionándola con fuerza, hasta que una serie de golpes me hizo saltar violentamente.

-¡Kahli! -Bramaba una voz. Los golpes venían del otro lado de la puerta cerrada. Me asusté, me puse la chaqueta y tomé mis cosas de prisa. Tuve que tener cuidado para no despertar a Marcus al tomar mis zapatos. Le dediqué una mirada aterrorizada y tomé a Raksha en brazos-. ¡Vamos, Kahli! ¡Sé que estas ahí! -Reconocí la voz de Jesse y corrí hacia la puerta, abriéndola de golpe. La momentánea sorpresa que se creó en su rostro al verme, fue sustituida por la rabia-. ¡¿Qué demonios significa esto?! -Lo miré completamente confundida. No sabía a que se refería, pero no quería saberlo, quería estar en casa.

-¿Kahli? -Me giré para ver a Owen, quien se acercaba desde la sala. Oh, no. ¡¿Qué demonios estaba pasando?!

-Vamonos de aquí, Jess. -Supliqué al sentir como las lágrimas se formaban en mis ojos. Jesse comprendió al instante, y corrimos lo más rápido que pudimos. Lo seguí primero hasta la salida, y después hasta su auto, que se encontraba estacionado frente al Valhalla, y subimos rápidamente. Así que todo el tiempo había estado en el apartamento de Owen.

-Kaa, ¿te hicieron algo? ¿Estás bien?-Jesse hablaba con voz suave, pero su cara era una completa representación de la preocupación. Escuché que me llamaban, supe que era Owen incluso antes de girarme para verlo. Se acercaba.

-Lo estoy -mentí-. Vamos, ahora, por favor. -Supliqué. Él arrancó, y nos alejamos del club a toda velocidad.

Cerré los ojos y me dediqué a acariciar a Raksha, quien se quedó dormida en mis piernas.

¿Qué carajos había hecho?

Geckos y VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora