Capítulo 10: Casanova.

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Desperté demasiado acalorada para dormir de nuevo. 

Sin duda había pasado mejores noches. Me senté en la cama un poco frustrada y miré el reloj, las diez y media, al parecer no había dormido tan poco como pensé, pero aún así me sentía agotada. Me levanté y miré por la ventana, el día estaba nublado, perfecto para ir a correr un poco. No tenía nada más que hacer, así que me vestí, tomé mi Ipod y salí a la calle, inmediatamente la música me inundó, y me sentí infinitamente mejor. Las calles estaban desiertas, no había ni un alma, y mucho menos algún auto, así que corrí por la avenida hasta llegar al final del camino, hasta la bahía.

A pesar de que evité pensar en el chico del club, unos enormes ojos grises me siguieron durante todo el recorrido. Suspiré y me detuve en uno de los cuatro enormes balcones de piedra que daban vista a la bahía. El sol estaba oculto entre las nubes, pero teñía de un tono púrpura muy agradable la mañana, cerré los ojos, me quité los audífonos, aspiré todo el aire que me permitieron mis pulmones, y recargué mis brazos en el balcón.

—Buenos días, señorita. —Di un respingo al escuchar una voz a mis espaldas ¡Por la rana René, que susto! Me giré rápidamente, y ahí estaba él. Ésto tenía que ser una broma... Me sonrojé violentamente hasta que recordé que gracias a Odín, el chico no podía leer mi mente. O al menos eso esperaba. Respiré y le dediqué una sonrisa.

—Hola, volvemos a vernos. —Le dije lo más tranquila que pude, lo que seguramente no fue suficiente, porque sonrió divertido. 

—Y ésta vez, no me ha agredido, lo cual supone una gran mejoría —dijo esbozando una sonrisa enorme. Traté, juro que traté de no mirarla demasiado, pero se quedó grabada a fuego en mi mente. ¡Joder! ¿Qué estaba pasándome?

—Sí, bueno, lamento haberme portado grosera ayer. —¡Esto sí que no lo esperaba! ¿Por qué estaba disculpándome con ese grosero entrometido?

—Si esas tenemos, yo también me disculpo, no debí meterme en asuntos ajenos, lo siento, señorita. ¿Ésta vez va a decirme su nombre? —Me encontré sonriendo al escuchar eso.

—Me llamo Kahli. —Sus ojos brillaron y se inclinó en una graciosa reverencia, que me hizo soltar una risa ligera.

—Es un placer, Kahli. Y ése es un nombre muy bonito también. Como ya dije ayer, me llamo Owen, Owen Gaarland a sus ordenes, señorita. —Gaarland. Me parece haberlo escuchado en otro lado.

—Mucho gusto, pero puedes decirme Kahli. —Le dije con la misma formalidad, digo, si nos íbamos a volver a ver, no quería que me siguiera llamando señorita. No es que planee verlo de nuevo o algo así—. O Kahl, si prefieres.

—Kahl, me gusta. Discúlpame si me equivoco, pero de casualidad, ¿te gusta el hockey? —Yo lo miré como si me hubiera hablado en arameo. ¿Cómo demonios podía él saber eso?

—Pues, sí. ¡Vaya! ¿Cómo lo sabes? —Lo miré con verdadera curiosidad, y él me miró con... ¿Culpa?

—No es un gran secreto, no soy adivino ni nada por el estilo. La verdad es que, una vez te vi usando un uniforme. —Esperen. ¿Qué? ¿Me había visto antes de ayer?

—¿Tú me viste? Pensé que ayer te había visto por primera vez. —Le dije mientras me sonrojaba. ¡Rayos! ¡Y yo que pensaba que había servido de algo usar aquel vestido! Ahora resulta que él ya me había visto en fachas. Genial.

—Y así fue —dijo muy convencido.

—No entiendo. —Le contesté confundida, el rió y me miró a los ojos ¿Era mi imaginación o aquí empezaba a hacer calor?

—Ayer fue la primera vez que me viste, pero yo te vi antes. Sólo en una ocasión, aunque lucías muy diferente, te reconocí por tus ojos. —Yo me sonrojé... De nuevo.

Geckos y VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora