Maxi - Capítulo 4: Viejos amigos.

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-Me alegra que al fin hayas accedido. -Reproché a mi amigo. Marcus hizo una mueca.

-No estaba de humor para salir, no lo estoy. -Aseguró.

Me había costado un par de días localizarlo, y unos más para convencerlo de que hiciéramos algo juntos después de lo ocurrido con Kahli.

-Pero quedarte en casa no ayudará. -La mesera se acercó y dejó nuestras bebidas sobre la pequeña mesa, dedicándome un guiño coqueto. Tomé mi vaso y lo levanté un poco, devolviéndole el gesto-. Tuvimos que suspender los shows.

-No tengo ganas de tocar, ni las tendré en un buen rato, pero estoy en eso, conseguiré a alguien para que sea mi reemplazo temporal. -Informó.

-Más te vale que sea alguien que me caiga bien. -Amenacé-. Por cierto, ¿cuál es el propósito de venir a un bar si vas a pedir únicamente coca colas? ¿Ni siquiera un poco de ron? Los piratas lo beben. -Señalé.

Marcus había accedido a que nos viéramos, con la condición de que fuera en uno de sus bares favoritos, y eso nos había llevado a uno que se encontraba fuera de la ciudad, muy cerca de su universidad.

-Ahí está tu respuesta, yo no soy un pirata. -Bebió casi medio vaso de un trago-. Te dejaré el alcohol que me toca. -Ofreció, pero negué.

-No, yo soy el conductor designado, creo que no has entendido la situación, se supone que estás en tu derecho de ahogarte en vodka hasta olvidar tus penas. -Sonrió.

-Gracias, Max, pero me conformaré con un par de sodas. -Asentí.

-Es un buen lugar. -Admiré. No era muy grande, pero tenía clase, era muy contemporáneo, todo en azul y negro, muy Marcus.

-Sí, solía venir antes con un amigo. -Fijó sus ojos en su bebida, y pasó su dedo indice por el borde del vaso. Suspiré, la sutileza no era lo mío.

-¿Marcus? -Levantó sus ojos para mirarme, en una expresión de mera curiosidad-. Fuiste tú quien terminó con ella, ¿no? -Asintió sin dejar de mirarme-. ¡Qué valor! -Levanté las cejas, sorprendido-. Para ser sincero, esperaba que estuvieran juntos por un buen tiempo. -Negó, y bebió el resto de su coca cola antes de ordenar otra.

-No. -Masajeó su frente-. Por mucho que me duela admitirlo, fue un maldito sueño, pero no tenía futuro. -Asentí, sabiendo a que se refería. Fue él quien rompió el silencio después de un rato-. ¿Sabes qué fue lo más difícil?

-¿Qué?

-Verla llorar. -Se detuvo un momento cuando trajeron la segunda ronda de bebidas para bebés-. Hubiera sido más fácil si tan sólo hubiera dicho: "Esta bien, Marcus, no hay problema", pero verla llorar... Cuando dijo que me amaba... -Su vista se perdió en el suelo y su ceño se frunció-. Saber que yo causé ése dolor fue lo peor, porque lo que menos quería era lastimarla.

-Lo entiendo, pero eso deja muy en claro lo mucho que te quería, ella te quiere, Marcus. -Aseguré-. Sé que debió ser duro, pero era lo mejor, para ambos. -Asintió.

-Al menos para ella sí, y eso es lo importante.

-Pero ella te hizo demasiado bien. -Afirmé-. No te he visto mirar a ninguna chica ni de reojo desde que te enamoraste de ella.

-Porque tenía los ojos puestos en la mejor. -Susurró.- No encontraré a nadie como ella. -Aseguró.

-No lo sabrás si no te detienes a mirar a las demás. -Fijé mis ojos en una rubia preciosa que se encontraba en la barra, bebiendo sola. Un par de chicos se habían acercado a hablar con ella sin mucho éxito, pues los había visto alejarse casi al instante. Sonreí divertido, imaginando cuál sería su tan efectiva táctica de rechazo-. Hay una chica muy guapa en la barra. -Informé, pero el ojiverde hizo una mueca, sin dignarse a mirarla. Solté una carcajada.

Geckos y VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora