Capítulo 4: Criminal.

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La enorme puerta del bar estaba cerrada. 

Era obvio, yo sabía que estaría cerrada, pero por alguna extraña razón, algo me decía que Kahl estaba ahí, con él. Gruñí. ¿Qué tan patético sería si tocaba la puerta? Negué con la cabeza. Quizá existiera una entrada trasera o algo parecido. Comencé a rodear el lugar. El maldito edificio era enorme, pero al girar la esquina, pude ver otra puerta. ¡Genial! Sabía que debía estar ahí. Me acerqué rápidamente e intenté abrirla. No sirvió de nada, estaba cerrada. Demonios. 

Justo cuando pensaba en cómo lograr forzarla, una silueta se deslizó frente a ésta. La puerta era de cristal negro y opaco, pero en el extraño diseño tenía unas partes claras que permitían la vista al interior. Me adherí como sanguijuela a ella, intentando divisar algo. Podía ver un sofá, sí, un sofá. También podía ver... ¿Una mesa? ¿Era eso una mesa? Me era muy difícil tener un panorama completo simplemente mirando por aquellas rendijas. Esperaba que al menos, Kahli estuviera aquí... 

No. En realidad, sería mucho mejor que ella no estuviera aquí, no me molestaría haber venido en vano. No, no me molestaría para nada. 

Seguía divagando sobre cosas sin sentido cuando la silueta apareció de nuevo. Traté de enfocarla pero se mantenía lejos de mi limitado campo de visión. Incliné un poco la cabeza, y de pronto, la sombra se acercó. Pude ver a un chico frente al sofá, dándome la espalda. Joder, no tenía camisa. Oh, no. Por favor, que Kahli no se encuentre aquí.

Me alejé rápidamente, esperando que no me viera. Evalué la situación. Podía tocar el timbre, pero entonces parecería un completo idiota frente a cualquiera que abriera esa puerta. ¿Qué iba a decirle? ¿"Hola, busco a Kahli, esperaba que estuviera aquí"? Ni en diez mil años. Puerta lateral, descartada. 

Decidí seguir mi primer instinto y seguir buscando una puerta trasera. Seguí rodeando el edificio y... ¡Puerta! Estaba abierta de par en par junto a la entrada de una cochera. Dudé un segundo. Podía meterme en serios problemas por entrar en aquel lugar. Me acerqué unos cuantos pasos, aún dudando, pero me decidí en cuanto vi que el Ferrari de aquel pervertido se encontraba ahí. Entré sin pensarlo demasiado, no quería arrepentirme antes de haber encontrado a Kahli, o en su defecto, de saber que no estaba ahí. Miré el auto frente a mí. Joder, odiaba a este tipo, en verdad lo odiaba.

Lo odiaba por tener un buen gusto en autos, y... En mujeres.

Sacudí la cabeza antes de que fuera tarde y comenzara a pensar en cosas estúpidas. Me concentré en la misión. Kahli. Miré a mi alrededor, había unas escaleras, unas escaleras y una puerta abierta al final de ellas. Y en ese momento, pensé que era demasiado estúpido pensar en cada cosa que hacía. De todas maneras iría a prisión, así que, ¿qué importaba? Subí rápidamente las escaleras y crucé la puerta que me condujo a un pasillo. Lo primero que pude ver, fue el bolso de Kahli. Estaba en el piso, frente a una puerta de madera. Inmediatamente un nudo se formó en mi garganta. Kahli se encontraba aquí. Enfurecí al instante. Tomé el bolso y golpeé la puerta con toda mi fuerza.

-¡Kahli! -La llamé a gritos mientras seguía aporreando la puerta-. ¡Vamos, Kahli! ¡Sé que estas ahí! -Antes de que pudiera decir nada más, la puerta se abrió de golpe. Kahli me miraba con los ojos muy abiertos, llevaba un par de zapatos en una mano junto a su chaqueta y un perro en la otra. ¿Un perro?-. ¡¿Qué demonios significa esto?! -Ella me miró con ojos de cachorro triste bajo la lluvia. Oh, no. Eso no iba a funcionar ahora.

-¿Kahli? -Escuché que alguien la llamaba. Intenté identificar la voz, pero fue en vano. Según yo, el pervertido sin camisa se encontraba en la otra puerta.

-Vamonos de aquí, Jess. -Ella lucía desesperada. Quería gritarle y también a ese maldito, entonces recordé que había irrumpido en aquella casa y no lo pensé más. La tomé de la mano y corrimos hacia mi auto por el camino que había usado momentos antes. 

Una vez dentro, la miré. Mi mejor amiga era la confusión hecha persona. Por un momento temí que la hubieran lastimado.

-Kaa, ¿te hicieron algo? ¿estás bien? -Antes de que pudiera contestarme, escuchamos que la llamaban y nos giramos al mismo tiempo para ver al dueño de la voz. Ahora lo reconocía, era el tal Owen. Y sí, él era el descamisado. 

-Lo estoy. Vamos, ahora, por favor. -Fruncí el ceño. Detestaba verla así. Encendí el auto y nos fuimos de ahí rápidamente. Ella no dijo nada durante todo el trayecto. 

Bajé la velocidad unas calles después, conduje hasta la bahía y aparqué lo más cerca de la playa que pude. La miré. Tenía los ojos cerrados pero acariciaba al perro, así que no podía estar dormida. ¿De dónde lo habría sacado?

-Kahli. -La llamé. Ella suspiró y abrió los ojos lentamente. Se veía mucho más tranquila.

-¿Por qué me trajiste aquí, Jess? -Preguntó. Esa era la última pregunta que hubiera esperado.

-No lo sé, pensé que quizá necesitabas un poco de paz. -Ella me dedicó una sonrisa y levantó una ceja. En ese momento olvidé todo, no me importó que tuviera que estar enojado con ella. Le sonreí.

-Eso imaginé, pero me sorprende que me conozcas tan bien. Es mi lugar favorito.

-Lo sé. También es el lugar en donde nos conocimos, ¿recuerdas? -Cuestioné.

-No podría olvidarlo. No todos los días conoces a alguien que juegue hockey tan mal. -Se burló. Me eché a reír.

-Claro Scoffield, lo dices como si fueras mejor que yo. -Ella rodó los ojos.

-Siempre lo he sido, Foster. -Dijo mientras me despeinaba.

-¡Oye! -Me quejé, pero no dejé de sonreír.

-Venga, demos un paseo. -Me dijo antes de tomar en brazos al diminuto remedo de lobo que tenía en las piernas y salir del auto. Bajé y la seguí, dejando atrás todo lo demás.

Geckos y VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora