Capítulo 20: A punto de morir.

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Eran las cuatro y media de la tarde, y me encontraba sentada en un banco, en el Valhalla

Con los ojos vendados.

—Basta ya, ésto es ridículo. —Me quejé.

—¡Sólo un momento! —Pidió Owen. No podía escuchar nada, salvo a los chicos preparando y afinando sus instrumentos.

Hoy sería su gran debut. 

Resultó que eran bastante buenos, los ayudé con todas las letras, y no fue nada difícil que se pusieran de acuerdo con los ritmos, así que nos organizamos para hacer un ensayo general, y revisar que todo estuviera en orden. Owen había hecho su tarea, y ahora el club contaba con su propio escenario, consiguió lo necesario, y un equipo de sonido que seguramente costaba lo mismo que tres Jeeps juntos. 

Era viernes, lo que significaba que hoy tenía una cita con Owen. 

A pesar de sus múltiples peticiones para que fuéramos a cenar, ya que los chicos podrían arreglárselas sin nosotros, yo había insistido en que debíamos estar aquí. Enojado, no quiso cancelar la cita, pero al menos aceptó que tuviera lugar en el club. Había llegado a tiempo, y Owen me recibió con una venda para mis ojos, que accedí a ponerme después de varios minutos, y ahora llevaba aproximadamente diez minutos ciega. 

—Owen, tienes dos minutos más antes de que me quite ésto. —Me removí inquieta en mi asiento, y escuché su risa, en seguida lo sentí acercarse, y me tomó por los codos. Me recorrió un escalofrío, la sensación no era muy agradable pero sus manos eran cálidas, y su tacto suave, así que lo permití, no sin cierta reticencia.

—Ven, desesperada, yo te guío. —Él estaba demasiado feliz, así que, aunque yo empezaba a irritarme, conservé la compostura.

—Vaya, si ésto disminuye tus berrinches, me vendaré todos los días —comenté. Gruñó en respuesta, y me eché a reír—. Eres tan infantil.

—Mira quien lo dice. —Sentí como me conducía por giros y escaleras, pensé que ya habíamos caminado demasiado para seguir dentro del club, hasta que me detuvo—. Aquí vas a tener que confiar en mí completamente, o ambos moriremos —explicó con una voz muy formal, lo ignoré y sonreí—. Hablo en serio, Kahli.

—Sí, claro, moriremos.

—Quizá morir no, pero, mmm desliza tu pie derecho un poco hacia enfrente y hacia tus costados. —Lo hice, y mi sonrisa desapareció. Me di cuenta de que el piso terminaba a escasos pasos del lugar en el que estábamos parados. Me tambaleé un poco hacia atrás recargándome en el musculoso pecho de Owen. En cualquier otra situación eso me hubiera provocado un gran rubor, pero ahora, debido al mareo, podía sentir mi rostro cambiar de color, y no precisamente al rojo. 

Si había algo que odiaba-amaba en este mundo, sin duda eran las alturas. Recordé el número de escaleras que habíamos subido, y me di cuenta de que no estábamos en ningún lugar cerca del suelo. Quizá suene un poco contradictorio, pero amaba los lugares altos, lo que no me gustaba era la caída, y recordé que ésta vez no tenía un paracaídas para sentirme a salvo.

—No me gusta tu sorpresa. Detente por favor —pedí en voz baja.

—¿Kahli? ¿Estás bien? Creo que ahora puedes quitarte la venda —declaró, preocupado.

—No creo que eso sea una buena idea —respondí, nerviosa. Sentí la presión de sus manos sobre mis brazos, lo que me preocupó aún más. Quería darle un golpe, y decirle que me soltara, pero en éstos momentos, no podía darme ese lujo.

—Yo te sostendré, no te preocupes.

—Bien, lo haré, pero suéltame, por favor. —Él obedeció, y sin pensarlo más, me quité la venda. Frente a mí había un pequeño puente de madera, era angosto y no tenía barandas o alguna cosa similar. A pesar de mi inquietud, miré hacia abajo, estábamos sobre el escenario, a casi cinco o siete metros del suelo. Me encontraba justo sobre la cabeza de Marcus, quien acomodaba sus cosas en el escenario, y parecía tararear, tratando  de recordar las canciones. Intenté concentrarme en sus movimientos, y no en la altura. No me había percatado de que el puente conducía a una pequeña puerta, también de madera—. ¿Debemos entrar por ahí? —Pregunté, intentando parecer tranquila. 

—Sí, ¿necesitas ayuda? —Comencé a avanzar rápida pero firmemente poco antes de que él terminara de hablar, tiré del pomo de la puerta en cuanto estuvo al alcance de mi mano, y crucé la puerta, sintiéndome a salvo. Escuché sus pasos detrás de mí, pero estaba demasiado ocupada mirando el lugar, o al menos intentando hacerlo, porque estaba tan oscuro como el corazón de mi hermana. 

Gemí de angustia.

—Por favor, dime que aquí no hay peligro de morir —supliqué. Lo escuché reír.

—Estás a salvo —prometió.

—¡Genial!... ¿en dónde? —Lo escuché reír de nuevo antes de cerrar la puerta por la que habíamos entrado. No podía ver absolutamente nada.  

Oh, no.

—No entres en pánico. Ya te dije, es una sorpresa. Frente a ti hay otra puerta, sólo debes empujarla un poco. —Puse mis manos frente a mí y caminé un poco, casi al instante mis dedos chocaron con la supuesta puerta, que también tenía un tacto de madera. La empujé un poco y cedió, dejándonos el paso libre y descubriendo la sorpresa. 

Joder. 

Me giré para mirarlo, perpleja.

—¿Es en serio? —pregunté estupidamente. Me dedicó una sonrisa enorme.

—Dijiste que te gustaba. 

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¡Hola!

¿Adivinan cuál fue la sorpresa? A que sí.

¡Nos leeremos después!

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