Epílogo - Kahli - Capítulo final: Geckos y Vikingos.

2K 202 163
                                    

Doce años después.
...


Catorce minutos tarde.

Fruncí el ceño mientras observaba las puertas del enorme edificio, que permanecían cerradas catorce minutos después de lo usual, y aún así me permití sonreír, pensando en lo mucho que los alegraría el verme aquí.

Miré mi brazo derecho, en el que lucía un gran moretón cerca de mi codo, y saqué mi celular para tomarle una foto. Casi me echo a llorar al verlo, ¿cómo era posible que una marca tan dolorosa luciera tan adorable?

Estaba segura de que guardaría esa foto con mucho cariño, porque sería el recuerdo del último moretón que obtendría en mi vida jugando hockey de manera profesional.

Anoche había jugado mi último partido en las grandes ligas, después de seis años jugando como parte de las Calgary Inferno*, mi equipo favorito de la liga femenil, y antes de eso había jugado dos años más con Les Canadiennes* de Montreal. Había ingresado al equipo apenas salí de la universidad, convirtiéndome rápidamente en la mejor extremo derecho de toda la CWHL*, y había dado lo mejor de mí a la liga, además de los años que había jugado hockey universitario.

Viví mi sueño y lo disfruté al máximo, pero ahora era tiempo de dejarlo atrás, y de dedicarme por completo a otro sueño, uno que había comenzado cinco años antes.

Las puertas finalmente se abrieron, y no me costó mucho distinguir a dos apuestos chicos que caminaban juntos al mismo ritmo, pareciéndose aún más el uno al otro, si es que éso era posible. Los bellos ojos de Wayne se iluminaron al verme, y golpeó con su mano a su acompañante, quien salió de sus pensamientos para mirarme. Rodé los ojos, divertida.

Siempre en las nubes.

Corrieron rápidamente hacia mí, y me acuclillé para recibirlos con los brazos abiertos.

-¡Mami! -Chillaron sorprendidos.

-¡Hola, mis amores! -Me llenaron de besos, y los abracé con fuerza.

-¿¡Qué estás haciendo aquí!? -La sonrisa de mi hijo mayor, aunque fuera sólo por cinco minutos, no podía ser más grande-. ¿En dónde está tío Lerry?

-Probablemente en su casa. -Le resté importancia-. ¿No estás feliz de verme, bombón? -Ambos asintieron varias veces, haciéndome reír-. A partir de hoy yo me encargaré de venir por ustedes. -Informé.

-¿Y tus entrenamenos? -Se preocupó Dhár. Dhármarash era el menor de los gemelos, y pasaba la mayor parte de su tiempo entre libros de fantasía, que aún no podía leer, y dragones de peluche, mientras que su hermano se la vivía entre palos de hockey en miniatura y patines.

No podía dejar de pensar que ambos se habían adaptado a la perfección a sus nombres.

-No habrá más entrenamientos, cielo, a partir de ahora podré venir siempre por ustedes. -Aseguré entre nuevas ráfagas de besos.

-Pero, ¿aún podremos ir a la pista? -Me eché a reír por el temor en la voz, y en los bellos ojos grises de Wayne.

-Sí, cariño, podemos ir a los partidos de tío Josh. -Le recordé mientras acomodaba un mechón rebelde de su suave cabello negro.

Sí, increíblemente Josh y Hanna habían formado una bella familia juntos, y me habían hecho tía de una hermosa niña pelirroja, Arlin.

Hanna había terminado la universidad en casa, antes de abandonar la ciudad y venir a Canadá, trabajaba como investigadora en un laboratorio, mientras que Josh había ingresado a la NHL*.

Todos los Geckos habían logrado su sueño de jugar en la NHL, al principio en diferentes equipos, pero para su tercer año en la liga, Andy, Josh, Dann, y Jesse, habían firmado con los Chicago Blackhawks*, haciendo que el equipo tuviera sus mejores años, ya que gracias a ellos, los Chicago Blackhawks habían ganado la copa Stanley* cuatro años seguidos, hasta ahora.

Geckos y VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora