Before the moon...

Capítulo 80

Agotada, Dulce María se tumbó en su cama, mientras de su bolso sacaba un teléfono que se había quedado sin batería horas antes. Lo puso a cargar. Tan pronto como éste encendió su pantalla, decenas de mensajes llenaron de sonido aquella habitación. La mayoría procedían de sus incansables amigas que la atosigaban con preguntas sobre cómo había transcurrido la velada con el futbolista. Mañana ya quedaría con ellas para cotorrear...

Sin embargo, un mensaje sobresalía sobre los demás, ocho llamadas perdidas de un número que conocía bien. «¿Qué querrá éste a estas horas?», pensaba la muchacha al ver la insistencia de su compañero. Un nuevo mensaje la sacaría de dudas: «No te preocupes al ver las llamadas. No es nada grave. Sólo te quería invitar a unas chelas en casa para ver el partido del América, aunque supongo que tú ya lo estarás disfrutando en vivo. Pásala bien».

La chica, ojiplática, leía y releía el mensaje enviado por Christopher. «¿Qué demonios le está ocurriendo? ¿Por qué tan protector conmigo últimamente?» Se preguntaba la pelirroja una y otra vez, mientras sus ojos se cerraban hasta caer en brazos de Morfeo...

En otro punto de la ciudad, Uckermann permanecía recostado en uno de los cómodos sofás de su salón mientras veía una película a la que no estaba prestando demasiada atención.

- Mi amor, ¿no te vas a la cama?; pregunta Alexandra entrando a la estancia.

- No; respondía él serio.

- ¿Qué te ocurre? ¿Por qué esa carita?; lo cuestionaba su mamá preocupada.

- Nada, no tengo ganas de hablar; contestaba el joven malhumorado.

Su madre decidió que lo mejor era dejarlo solo. Él, por su parte, enfadado sin comprender aún el motivo, decidió llamar a la única persona que pasasen los años que pasasen, podía seguir considerando más que una amiga. «¿Estás en casa?», envió el muchacho, mientras alguien al otro lado de la línea respondió al instante con un escueto «Sí», que hizo que el muchacho agarrase las llaves de su auto, despidiéndose de su mamá con un portazo. Ella, aún despierta, sabía perfectamente a dónde se dirigía.