Before the moon...

Capítulo 55

El show en Tabasco había sido realmente maravilloso. Los seis se encontraban arriba del escenario, agarrados de las manos, agradeciendo a sus seguidores su amor incondicional. Sería una de esas fans quien, sin dudarlo ni un segundo, saltase las vallas de seguridad para subirse al escenario y aferrarse al cuello de Poncho mientras lloraba sin consuelo. La seguridad del grupo se acercaba para separarla del joven, pero éste les indica que se alejen, haciéndoles saber que tiene la situación controlada.

Sus compañeros de banda ya se dirigían hacia el backstage mientras él seguía consolando a esa jovencita de poco más de 18 - 20 años que no lo dejaba ir, diciéndole lo importante que era en su vida, lo mucho que significaba para ella. Alfonso, aún sin acostumbrarse del todo a estas efusivas muestras de amor, se dejaba querer, manteniéndola aún entre sus brazos. Tras el escenario unos ojos llenos de dolor y rabia los miraban mientras la ira y los celos corrompían su mente y su corazón.

Minutos después, cuando la niña ya se había calmado y tras varias fotos y unos cuantos achuchones, el joven decide reunirse de nuevo con el grupo y su equipo, aunque alguien lo interrumpió a medio camino...

- ¿A esa también le has dado tu número de teléfono? ¿O la dirección de tu departamento?; lo atacaba Dulce con los ojos bañados en lágrimas.

- ¿Qué dices? Estás loca; respondía Poncho atónito.

- ¿A esa también te la vas a tirar?; chillaba ella.

- ¿Y si lo hago, qué?; alzaba su voz el joven.

- Eres un cerdo; seguía la pelirroja con sus gritos.

- ¿Sabes qué? ¡Déjame en paz de una maldita vez!; la rebatía el chico.

- Es lo que voy a hacer. ¡No me vuelvas a hablar en tu vida!; decía ella llena de impotencia.

- No te preocupes, no lo haré; le respondía el muchacho alejándose hacia los bastidores.

Dulce María, destrozada, se dejaba caer en aquel suelo vacío mientras las lágrimas caían como río caudaloso por su rostro. A lo lejos, logra escuchar cómo unos pasos se acercan hacia el lugar donde ella se encontraba.

- ¡Vete! No quiero saber nada de ti; chillaba la pelirroja sin levantar la vista del suelo.

- ¿Y de mí?; decía alguien sentándose a su lado.