Capítulo 188

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Dulce, emocionada, seguía abriendo los pequeños paquetes que aún se escondían en el interior de aquella cajita.

Continuó con el regalo número tres, encontrándose con una paleta de pintura y un par de pinceles al que acompañaba otra nota en la que se le indicaba que saliese de nuevo al porche de su casa. Allí se encontró con un gran caballete decorado con un gran lazo color bermellón.

Dulce no podía creer lo que le estaba sucediendo y, sin duda, sabía de quién venía... Impaciente, se adueñó del cuarto de los paquetes. Allí encontró un pequeño cuaderno donde se podía ver a una pareja desnuda abrazada, entrelazada, enredándose con las raíces de un árbol que ascendían hacia el cielo, dando forma a una gran luna llena que los observaba desde lo alto. Abrió aquella libreta. Estaba en blanco, excepto la primera página, donde él había escrito las primeras palabras: «Dicen que los sueños son la razón por la que seguimos viviendo. Yo siempre tuve sueños, pero ninguno tan grande como tú... Sigamos escribiendo nuestra historia. Te amo».

Con una sonrisa en la cara corrió a desempaquetar el último de aquellos presentes. No había nada bajo aquel papel de regalo, únicamente una nota que decía: «Agarra un abrigo y sal de tu casa. Busca y me encontrarás...».

Así lo hizo, tomando el que se encontraba colgado en el perchero de la entrada, despidiéndose con un rápido beso de sus papás, corriendo hacia la calle, donde ya veía un auto que francamente se le hacía muy familiar. No entró por la puerta del copiloto, sino que se abalanzó directamente sobre la puerta del conductor, dejándose caer sobre Christopher, abrazándolo y besándolo con emoción incontrolada...

- ¿Te recuerdo que tus papás siguen ahí dentro y puede que nos vigilen a través de la ventana?; preguntaba Uckermann intentando calmarla.

- ¡Me da igual! Tengo 21 años, ya soy mayor de edad en cualquier país del mundo; reía Dulce María sin dejar de besarlo.

- Ya, loquita... Ya tendremos tiempo de darnos nuestros buenos besos. Pero vámonos antes de que Blanca y Fernando salgan para espantarnos a escobazos; bromeaba el joven trasladándola al asiento de al lado.

- Por cierto, feliz cumpleaños mi amor; decía él ofreciéndole un tierno piquito antes de arrancar su auto.

Before the moon...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora