Capítulo 122

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Una hora y media después, Memo llegaba al hotel de concentración, esperando ver una sensual Dulce María tras el mensaje enviado. Contaba con una noche de sexo desenfrenado, sin embargo, ella lo esperaba seria, sentada en uno de los sofás de la cafetería del hall con una copa de vino en la mano, tras vaciar una botella entera.

- Mi amor, ¿qué ocurre?; saludaba el arquero, acercándose a ella, intentándola besar mientras la muchacha apartaba su cara.

- Memo, yo no te amo...; anunciaba ella serena.

- Dulce estás borracha; decía él asombrado.

- Estoy perfectamente, apenas me he tomado un par de copas. Lo tenemos que dejar, esto no va a ningún lado; respondía la pelirroja con inesperada sensatez.

- No entiendo, ¿qué ha ocurrido ahora?; preguntaba el futbolista sorprendido.

- No ha ocurrido nada. Nos tenemos cariño, mucho. Me has ayudado, mucho. Pero ni yo te amo ni tú me amas. Mereces encontrar a alguien que te haga feliz. Llámame cuando quieras; se despedía la pelirroja sin dejar hablar a su ahora ex-novio.

Dulce salía apresurada de aquel hotel en busca de un taxi que la llevase a casa de sus padres. Los paparazzis que afuera se agolpaban captaron su entrada y su salida, al día siguiente protagonizaría todas las portadas de los medios mexicanos.

Ella no se dio cuenta, simplemente tomó el primer taxi que allí apareció, pidiendo al joven taxista que la llevase a su hogar. Apenas unos segundos pasaron cuando impulsivamente rebuscó en su bolso, agarrando su cartera, tomando un papel que cedió al hombre que la llevaba, y que alguien le había entregado unas semanas antes. Su viaje había tomando un rumbo diferente, no sabía si fruto del deseo o del alcohol que había ingerido en la última hora.

El aventón duró menos de un cuarto de hora, quince minutos que a la joven se le hicieron eternos. Hoy lo haría, ya tendría tiempo mañana para arrepentirse. Dos jóvenes ataviados con bufandas y banderas del América entraban en el edificio, momento que aprovechó para colarse y compartir elevador con ellos. Y así, tras varios segundos, ya se encontraba frente aquella puerta de madera maciza, haciendo sonar el timbre que le abriría las puertas del cielo, o del infierno...  

Before the moon...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora