Capítulo 180

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La cena transcurrió tranquilamente, con lindas conversaciones interrumpidas por mil y un besos, acompañados de una y mil caricias... La pareja degustó las especialidades del chef junto a un maridaje con los mejores vinos chilenos. Comenzaron con unos raviolis rellenos de centolla salteados con tomate, albahaca y queso grana. Continuaron con un entrecot de wagyu braseado al syrah con pastel de choclo y pebre de tomatitos, cebollín y merquén. Y para dar por terminada aquella velada, los tórtolos degustaron un turrón de vino con leche nevada y hojarasca rellena de manjar blanco.

- Si no fuera por el calor que hace, me confundirían con un muñeco de nieve; decía Dulce tocando su vientre.

- Ven, te quiero derretir de amor...; pedía Christopher alzándola en brazos.

- ¿Qué haces?; preguntaba ella entre risas sin soltarse del cuello del muchacho.

- Pronto lo descubrirás...; respondía el joven, callándola con un tierno piquito.

Segundos después, Dulce ya se encontraba nuevamente en el suelo, en esta ocasión bajo el espino más anciano de aquella viña. Era un árbol majestuoso de unos cinco metros y medio de altura, corteza oscura y grietas profundas, con copa redondeada y ramas tortuosas acompañadas de unas características espinas de color gris claro.

- Tengo algo para ti...; decía Uckermann echando mano a su bolsillo.

- Chris...; titubeaba ella nerviosa.

- Yo también te escribí algo...; informaba el joven tendiéndole un papel.

- «Dicen que las tormentas hacen que los árboles tengan raíces más profundas. Y bueno, sé que éstos no han sido nuestros mejores días, pero también dicen que a quien amas debes darle alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse. Las alas ya las traes incorporadas. Ningún angelito viene sin ellas. Gracias por tanto Dulce, de verdad gracias. Y raíces... Yo no quiero que vuelvas, quiero que nunca te marches de mi lado. Te has ganado mi corazón, y si algún día te vas te llevarás esa parte de mí que se quedará vacía. Sé que no es mucho tiempo, pero quiero que sea para siempre. Nadie ha logrado hacerme sentir cómo lo haces tú. Contigo he aprendido a reír, a llorar, a amar... Y los motivos, esos son los más complicados. Sé que a veces soy un naco, un inmaduro, y probablemente no sea la pareja que siempre hayas soñado (aún estoy aprendiendo), pero ten por seguro que soy el que más te ama, con todo el corazón. ¿Quieres que esto sea para siempre?»; leía Dulce cuando Christopher abría su palma para mostrar la pequeña caja que reposaba sobre ella.  


Before the moon...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora