La mañana siguiente fue anormal tratando de ser normal. Cameron no podía concentrarse realmente en lo que quería y eso lo alteraba. Desde que su hermano le dijo que Lola es ladrona de sus pensamientos no había parado de pensar en ello. Lola estaba robando el pensamiento de dos hermanos, de dos hombres mayores de edad para la ley.
Deja de pensar en la jodida ley. A tu hermano no le importa y a ti te importa muy poco desde lo sucedido en el ascensor.
Trataba de ignorar lo que su mente le decía pero se estaba poniendo cada vez más imposible. Por momentos deseaba ser un chico de diecisiete años para no preocuparse de lo que le pasaba con Lola pero luego recordaba que no tenía esa edad y que ya era mayor como para andar con juegos.
¿Son juegos peligrosos?
Claro que lo eran. Bueno, para él eran juegos peligrosos que lo podía acabar a él y a su carrera en menos de dos minutos. Solo un toque, solo un roce con Lola era su perdición. No solo porque si la besaba, él no iba a parar sino porque estaba en juego su carrera de abogado que tanto él ama.
Tenía que concentrarse en su trabajo y dejar de pensar un poco. Siguió leyendo los papeles del nuevo caso que tenía, un caso fácil pero se le hizo difícil por sus pensamientos. Agarró su celular para entrar a WhatsApp, vio los mensajes de Lola. Abrió su foto donde estaba ella sonriendo a la cámara.
No niegues que es hermosa.
No, no lo podía negar. Lola era una chica hermosa. Pero también prohibida. Cerró los ojos y recordó aquella escena que lo dejó nervioso; el beso de Lola en el borde de sus labios. No era algo que quería pero casi sucedió. O ese beso que le iba a dar. Si Drake no lo hubiese llamado, la historia hubiese sido otra completamente diferente.
Pasó toda la mañana leyendo sobre el caso hasta que llegó la hora del almuerzo. Cameron agarró un poco de plata y las llaves de su auto para ir a almorzar. Ni siquiera le habló a su secretaria, solo se fue. Se subió al auto y manejó unas cuadras hasta llegar al lugar.
Estaba demasiado serio, incluso enojado. Una moza llegó a tomar su orden que consistió en carne con papas. La chica se fue y le trajo agua como había pedido. Mientras esperaba su comida, una mano se poso en su hombro. Cameron giró su cabeza y vio a Ashley Ricci.
Ashley Ricci fue su primera novia oficial. Fue una relación hermosa que duró casi tres años y que se acabó porque Cameron no la amaba como ella lo merecía. Ashley siempre había sido una novia buena y comprensiva; eso era lo que amaba Cameron. Pero no la amaba a ella como novia, la quería mucho pero eso no alcanzó. Siempre deseó amarla porque Ashley era especial pero no podía obligarse a amarla. La vio y estaba igual. Su pelo castaño bajaba por su espalda. Todavía tenía la misma contextura física que desde hacia un año cuando terminaron su relación.
-Ashley...
-La misma. -ella le dio una sonrisa. Siempre estaba sonriendo. -¿Qué hace el abogado Cameron Windaham comiendo solo?
-Como siempre.
Cameron se paró de la silla y abrazó a Ashley. Ella lo abrazo más fuerte diciendo que lo extrañaba sin importar el pasado. Cuando se separaron, Cameron le apartó la silla.
-Almuerza conmigo si estás sola.
-Será un placer.
Ashley se sentó en la silla y Cameron llamó a la moza para que tome el pedido de su ex novia. Ashley dejó la cartera negra en la otra silla. Tenía una camisa blanca con un pantalón negro igual que sus zapatos. Siempre se había vestido muy bien.
-Hace unos días vi a tu papá. -comentó Ashley sin perder la sonrisa.
-Me dijo que te vio.
-¿Qué es de tu vida? -preguntó ella.