Devonne y Edgar seguían de viaje de negocios y Lola estaba sola en la casa. A la chica le gustaba estar sola en su casa y lo disfrutaba. Pero las tormentas, como las de esa noche, no le gustaba. El viento golpeaba en la ventana y el agua de la lluvia era constante. Nunca le había gustado la lluvia. Desde los cinco años tenía ese miedo. Se sentía una tonta teniendo ese miedo pero ante los miedos no se podía hacer nada. En esos casos, cuando era chiquita iba a la cama de sus padres. Cuando creció, las tormentas eran su miedo pero no iba a la cama con sus padres porque ya no era necesario porque sabía que Devonne y Edgar a pocos metros de ella. Pero esa noche no estaban cerca. Estaban lejos. En otro país. No había nadie que la proteja.
Vio la hora y era 2:38 de la madrugada y no podía dormir pero tenía sueño. Se animo a bajar a la cocina, alumbrando con el celular, en busca de un pedazo de chocolate que tenía en la heladera. Quería tranquilizarse con algo que le gustaba. Un trueno ilumino la casa y Lola asustada, agarró las llaves de su casa y sin cerrarla con llave fue a la de Cameron. Era algo estúpido volver ahí con él pero el miedo no la dejó pensar. No la dejó pensar porque sabía que estaba completamente mal lo que hacía. Tocó rápido y seguido el timbre haciendo que el abogado se despierte y fuera a abrir la puerta.
Lola estaba completamente mojada. Su pijama rosa que era un pantalón largo y una remera. Cameron le agarró la mano y la hizo entrar sin pensarlo dos veces.
-¿Qué te paso? -preguntó Cameron al ver la cara de Lola.
-Le tengo miedo a las tormentas. -dijo Lola. -¿Me puedo quedar?
Cameron miro a su vecina. No iba a decirle que no, de eso no había duda, pero no tenía una cama para ella. ¿Dónde dormiria? ¿Con él? Eso estaría mal. Demasiado mal para él. Aunque quería dormir con ella porque su atracción a ella era grande y cada día crecía.
Hacía tiempo que no hablaban ni se veían más que aquellas pocas palabras de la casa de ella por la campera de él. Cameron estaba abrumado todavía desde la discusión que tuvieron en la calle porque Lola lo vio con Hope. Se había sentido muy mal desde ese día porque no soportaba la idea de que Lola sufra por su culpa. Recordó que tenía un sofá-cama en un habitación. Eso fue su salvación.
-Por supuesto. -dijo Cameron.
-No cerre la puerta de mi casa.
-Dame las llaves y voy yo. -ella negó con la cabeza. -Sí, dame, Lola.
-Pero esta lloviendo muy fuerte. No quiero que te pase nada. -susurró la castaña. Ya no podía fingir que Cameron no le importaba. Tenerlo cerca le hacía mal y no recordaba a Stefano.
Cameron agarró las llaves de la mano de la joven y salió de su casa dejando a Lola sola. La joven quedó parada en la mitad del living. En menos de dos minuto, Cameron estaba cruzando la puerta mojado. Lola se dio cuenta que su vecino tenía una bermuda azul con una remera negra la cual se le pegaba mucho a su cuerpo marcado. Algunas gotas de la lluvia tenían la suerte de estar en el cuerpo del abogado. Cameron siguió de largo y fue a su habitación en busca de dos toallas. Bajo al living y le dio la toalla blanca a Lola quien le dio una sonrisa.
Lola se desato el pelo y paso su mano para desenredar el pelo dejandolo en los hombros, cayendo hacia abajo. Cameron miraba sus movimientos. Uno por uno fijamente. Lola se dio cuenta y cuando se quiso acercar a Cameron, él se corrió. No podía tenerla cerca.
-Gracias.
-Tengo un sillón en una habitación, es grande yo puedo dormir ahí. Así que puedes dormir en mi habitación. Yo voy a estar bien en el sofá. -dijo Cameron nervioso.
-Okay. -dijo ella.
Cameron empezó a caminar hacia las escaleras. Lola lo siguió hasta llegar a la habitación del abogado. Cameron saco de su ropero dos remeras y dos pantalones y les dio a Lola una prenda de cada una.