Era sábado a la noche cuando Lola estaba en su cama acostada mientras escuchaba Ed Sheeran por los auriculares de su celular. Estaba tranquila y relajada al escuchar los dulces temas del cantante. Ed Sheeran era uno de los pocos cantantes jóvenes que más le gustaba.
La puerta se abrió y era Devonne quien habló pero Lola no escuchó y por eso se sacó los auriculares para escuchar lo que decía.
-Prepárate para el baile, hija. -repitió Devonne. -En media hora tenemos que estar allá.
-No quiero ir. -dijo Lola. No le gustaban esas fiestas porque se aburría porque no conocía ni hablaba con nadie.
-Tenemos que ir igual. -sentenció Devonne.
-Me aburro. No voy y listo. -insistió Lola. -Me quedó acá, por favor.
-En quince minutos te quiero lista o tus libros vas a desaparecer de tu biblioteca.
-¡Esa amenaza no vale! -dijo Lola de mala manera.
Devonne miró a su hija pero no digo nada, salió de la habitación. Lola se mordió los labios y aunque no quiso, se empezó a cambiar. Odiaba ir a las fiestas que organizaban en la fundación, era para un buen fin, pero ella se aburría mucho. Nadie le hablaba y ella tampoco hablaba. Los pocos chicos y chicas de su edad que había en el vecindario no iban ya que era aburrida y los padres de ellos no decían nada como Edgar y Devonne.
Se sacó su pantalón viejo y su remera para ponerse un vestido que le dejó su madre a la tarde en su armario. Busco los zapatos sin mucho taco color rojo y se los puso. Se peino el pelo con una raya al costado y sin nada de maquillaje, bajó al living. Su mamá al verla le sonrió pero ella revoleó los ojos con desagrado. Se sentó en un sillón a esperar a los padres que tardaron más de veinte minutos en prepararse a comparación de ella que tardó cinco minutos.
-Vamos, Lola. -dijo su mamá.
La adolescente se levantó del sillón con pereza y empezó a caminar delante de sus padres. Los tres se subieron al auto gris de Edgar y emprendieron viaje hacia la fundación Craviotto.
-Hija, por favor, no estés con esa cara de amargada. -le pidió Devonne. -Es una fiesta y tienes que estar más contenta.
-¿Por qué estaría contenta de ir a una fiesta que no quiero ir? -preguntó Lola.
Devonne no contestó nada y Edgar no quiso hablar. Algunas veces, su hija los dejaba sin respuesta para replicar. A los diez minutos llegaron a la puerta de la fundación que estaba pintada de blanco. Había varios autos y vecinos entrando al lugar.
-Lola por favor, no estés con esa cara. -pidió Edgar mirando a su hija.
-No quería estar acá, ustedes no entienden.
-Es una fiesta que se hace siempre, no puedes decir que no porque somos de este vecindario. -argumento Devonne.
Lola no respondió nada, solo siguió caminando detrás de sus padres. Quería que la dejen en su casa pero no fue así. Le cansaba ser una chica tímida pero no era tan fuerte como para ser una joven rebelde.
-Familia Woodley. -Devonne le habló al de seguridad.
El hombre alto dejó pasar a la familia y entraron al lugar donde todo estaba hermoso. Había muchos vecinos hablando y otros sentados en la mesa. El lugar era blanco por dentro y había globos de ese color y negro. Lola se sentó en su lugar y miraba a sus padres como hablaban con los vecinos.
Las ganas de ir al baño le surgieron y fue. Hizo sus necesidades y volvió a sentarse pero como estaba aburrida, agarró las llaves del auto de la cartera de su mamá y salió a buscar un libro que había escondido sin que la vean sus padres. Siempre lo hacía. Si la hubiesen visto, hubiesen dejado el libro en la casa. Cuando quiso entrar a la fundación de nuevo, se chocó con Cameron quien la agarró de los brazos rápidamente para que no se caiga. Lola miró a su vecino a los ojos al igual que él a ella. Atracción...